Europa necesita proteger su soberanía alimentaria para reducir su dependencia

Europa ha aprendido a lo largo de los últimos tres años una dolorosa lección: es necesario incrementar su nivel de autonomía estratégica. Durante años, el proceso de globalización ha forzado una carrera para incrementar la competitividad que ha venido acompañado de una caída en los niveles de industrialización en el Viejo continente y la pérdida de capacidades estratégicas. La llegada del covid-19 puso sobre la mesa estos importantes agujeros que tenía el continente europeo para poder suministrarse de forma adecuada de material sanitario con un auténtico golpe de realidad que costó millones de vidas.

Cuando la crisis del covid parecía superada en el Viejo continente, Rusia desató una guerra contra Ucrania que ha servido para ver también las debilidades existentes en otras materias como la energía o la alimentación.

Rusia ha utilizado ambas como armas y el resultado de ese uso ha podido verse claramente en el impacto económico sufrido por Europa -del que todavía no hemos logrado escabullirnos- así como en la carestía de alimentos en países donde sus capacidades financieras no pueden hacer frente al incremento de los desembolsos necesarios.

Resulta, por lo tanto, muy pertinente la afirmación del secretario general de Cepesca, Javier Garat, recordando la necesidad de incrementar la soberanía europea en materia alimentaria. Resulta adecuado tratar de huir de los miedos y los enfrentamientos generados durante la pandemia y recapitalizar las cadenas de valor industrial.

Europa cumplirá este año el 30º aniversario del Mercado único y como prueba de su éxito, Europa quiere dedicar una parte importante del trabajo de este año a reforzar esa autonomía estratégica. La presidencia española del Consejo Europeo -en el segundo semestre de este año- tendrá como objetivo mejorar esta situación.

Como decía Raül Blanco, director de la Escuela de Organización Industrial y ex secretario general de Industria, “la ambición de soberanía industrial solo será posible si se apoya sobre políticas activas de colaboración público-privada. El papel del Estado emprendedor e impulsor se afirma más que nunca en el entorno actual. Los grandes proyectos industriales y tecnológicos como el desarrollo de las baterías o el hidrógeno solo avanzarán si se promueven proyectos tractores en los que empresas, Gobiernos, centros tecnológicos y Universidades sumen conocimientos y experiencia para transformarlos en valor industrial”.

Con las ideas claras y la forma de alcanzarlas definida, sólo queda que las autoridades se pongan a trabajar para poder mejorar esta situación y volver a recuperar sectores industriales claves.