
Hagamos ‘verdes’ las industrias del agua
El mundo necesita un mejor acceso a agua potable y a alcantarillado. El reto es optimizar su huella ambiental y que estas industrias necesarias sean sostenibles. Al respecto, el enfoque de gobiernos y consumidores en la protección del medioambiente abre la puerta a la innovación y nuevos modelos de negocio. De hecho, medir y comparar el consumo de agua es una prioridad. Un punto de partida es el marco de Límites Planetarios, creado por Stockholm Resilience Center, que indica que podemos consumir 4.000 millones de m3 de agua dulce/año sin dañar el planeta, lo que coincide, de manera desigual, con los niveles actuales. Pero para 2030 se prevé que la demanda mundial alcance 6.900 millones de m3, superando las posibilidades de abastecimiento accesible y fiable. De manera que las industrias no deben consumir más de 52.915 m3 de agua por millón de dólares de ingresos que generan.
Pero, al mismo tiempo, hay que tener en cuenta que, a medida que el mundo se apresura a reducir emisiones de gases de efecto invernadero, la huella de carbono de la industria del agua va en dirección opuesta. Se debe a que la prioridad es garantizar el acceso a agua potable y servicios de alcantarillado, lo que implica más infraestructuras y mayor procesamiento de aguas residuales. Así que las emisiones totales inevitablemente tienden a aumentar. El desafío es limitarlas tanto como sea posible. Efectivamente, hoy día, las industrias del agua generan 1.550 millones de toneladas de gases de efecto invernadero/año, alrededor del 3% de las mundiales. Pero una de cada cuatro personas no tiene acceso a agua potable segura y 46% carece de saneamiento seguro. El ODS número seis de la ONU se centra en el acceso universal al agua potable, saneamiento e higiene. Así que, según una investigación del consejo asesor temático de Pictet Water, si no hay mejoras en la eficiencia para alcanzar estos objetivos, la huella de emisión de carbono en estas industrias casi se duplicará para 2050, hasta 2.820 millones de toneladas.
Ahora bien, se pueden ahorrar más de 200 millones de toneladas de emisiones de C02/año mediante la descarbonización. Ello puede incluir una mejor gestión de la presión, monitoreo y reparación de fugas. De hecho, el bombeo de agua es un importante contribuyente a las emisiones de gases de efecto invernadero. En la actualidad, sólo el 10% de las bombas muestran eficiencia optimizada. Algunas necesitan ser reemplazadas y otras mejoras, como ajustar la presión o cambiar la ubicación, aunque es costoso y puede causar interrupciones temporales del suministro. El estado de la infraestructura es otro problema. El sector del agua mantiene los mismos modelos de distribución que hace un siglo y está muy fragmentado. Así que su eficiencia puede mejorarse con la consolidación en la industria y una estructura más centralizada. Además, hay que tener en cuenta la cantidad de agua que usamos. A nivel doméstico, los contadores han demostrado ser muy eficaces, pero en la agricultura todavía hay mucho por mejorar.
De todas formas, la industria puede reducir más su huella ambiental si encuentra la manera de descarbonizar el sector de aguas residuales. Puede incluso llegar a tener una huella de carbono negativa por conversión de los lodos en energía limpia. Implica capturar el metano liberado en la descomposición anaeróbica y convertirlo en calor y electricidad. En las plantas de tratamiento de aguas residuales ello reduce las emisiones y mejora las credenciales ecológicas, creando una fuente de ingresos por la venta de energía renovable a la red o uso in situ. Además, el agua puede separarse de los lodos y reutilizarse como alternativa barata respecto a la desalinización. De esta manera, la descarbonización del sector de aguas residuales puede ahorrar 2 000 millones de toneladas de emisiones al año hasta 2050.
Por último, aunque la gestión de residuos sólidos no esté directamente relacionada, se trata de una industria conexa, pues los vertederos no controlados son una de las principales fuentes de contaminación de aguas subterráneas y su gestión es necesaria para preservar el ciclo del agua. En este caso, los principales contribuyentes de gases de efecto invernadero son las emisiones de los vehículos de recogida de residuos, así como los gases generados en los propios vertederos, por descomposición microbiana y de los equipos mecánicos.
Pasar a vehículos eléctricos puede ser parte de la solución, si la electricidad proviene de fuentes renovables. Incluso los vehículos propulsados por gas natural comprimido o licuado están ganando popularidad, sobre todo en EE. UU., donde representan 12% de la flota de recogida de residuos. No son vehículos completamente “verdes”, pero con la mitad de intensidad de carbono que los equivalentes diésel, un paso significativo en la dirección correcta. Los camiones de hidrógeno son otra posibilidad y se están desarrollando, incluso con un proyecto piloto en el norte de Europa.
De todas formas, el metano producido durante la descomposición anaeróbica de los residuos orgánicos es un problema particularmente grave en EE. UU., donde a menudo no se separan para compostaje y terminan en vertederos. Además, tradicionalmente, el negocio de los vertederos se ha centrado en la recepción de residuos, sin incentivo para optimizar la descomposición. En parte se debe a que hay que generar las condiciones óptimas para la descomposición: alta humedad, temperaturas de alrededor de 37ºC y ambiente no ácido (pH por encima de 7). Aumentar la humedad puede hacer que los residuos sean inestables, lo que aumenta riesgos para la seguridad. Puede solucionarse parcialmente mediante adición de astillas de madera, aunque con costes y recursos adicionales, que tienen su propia huella ambiental. Pero una vez que el metano producido por los vertederos se recoge es posible producir electricidad y calor, en un proceso similar al que se está desarrollando para las aguas residuales. Más revolucionarios son los planes para utilizar los vertederos como depósitos de carbono. Solo en EEUU hay 1.400 sitios para la captura de carbono. Se trata de eliminar el carbono del aire, mediante sistemas de filtración, secuestrándolo a perpetuidad. De hecho, la última tecnología de captura de dióxido de carbono en el aire, como la de compañías como Climeworks AG, facilita que este proceso sea más accesible y asequible. Cuidaos.