La basuraleza, un factor de riesgo para la naturaleza

El 2022 pasará a la historia como uno de los veranos más calurosos para los españoles. Hemos visto cómo la temperatura del agua en el Mediterráneo ha aumentado entre 2,5 y 4 grados respecto a los marcadores usuales en esta época, alcanzando en algunos puntos los 30 grados.

Como consecuencia del calor, además, la sequía parece haberse instalado en nuestro país. Las reservas de agua han llegado a quedarse este verano hasta el 36,88% de su capacidad, el nivel más bajo desde 1995.

Pero no solo en España. La sequía ha eliminado el tradicional verde del mítico Hyde Park, en Londres. De hecho, según la Oficina Meteorológica del Reino Unido, el pasado mes de julio fue el más seco desde que hay registros en país, desde 1835.

El impacto de la falta del agua y las olas de calor sin precedentes nos muestran, sin duda, que el cambio climático ejerce un control cada vez mayor sobre la meteorología. Las señales son muy claras. Y, precisamente, las altas temperaturas y la gran sequía, eventos extremos cada vez más habituales, son factores claves para desatar incendios, otro de los sucesos que más hemos sufrido durante este verano.

Un acontecimiento que no solo nos ha afectado a nosotros. La ola de incendios también ha azotado con fuerza a nuestros vecinos, Portugal y Francia. De hecho, en Europa han ardido más de 600.000 hectáreas hasta el 8 de agosto, la cifra más alta desde que comenzaron los registros según los datos recopilados por el EFFIS, Sistema Europeo de Información sobre Incendios Forestales.

Pero España se ha llevado la peor parte y se ha convertido en el país de la Unión Europea con más hectáreas quemadas: cerca de 230.000 (hasta el 14 de agosto) según el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (Miteco). Es más, el incendio de Losacio (Zamora) ya es el peor de toda la historia de nuestro país, superando al de las Minas de Riotinto, declarado en 2004, y que arrasó con más de 30.000 hectáreas.

Por desgracia para todos los que amamos la naturaleza, en lo que va de año, España ya ha contado con 50 grandes incendios forestales, cifra que multiplica por cuatro la media de los últimos 10 años, con más de 162.000 hectáreas calcinadas en total. Un dato que se desprende del último balance sobre incendios forestales publicado por el Miteco.

Según este Ministerio, el 80% de los incendios que se producen en España, ya sea de forma directa o indirecta, tienen su origen en actividades desarrolladas por el ser humano. Una cifra alarmante que requiere que pongamos el foco en la prevención y señalemos aquellas conductas incívicas que pueden ser la causa del origen de un fuego provocando la pérdida de valores naturales, así como afectando a poblaciones y a sus sistemas de subsistencia.

Conscientes de la importancia de conservar nuestros entornos naturales, desde el Proyecto Libera hacemos una llamada a la acción para no abandonar basuraleza en el campo, ya que puede convertirse en un factor de riesgo y originar, aumentar o agravar un incendio.

Por citar un ejemplo, el abandono de aerosoles en el entorno natural puede ser la causa de un incendio debido a que pueden explotar cuando son sometidos a altas temperaturas. Lo mismo ocurre con las botellas o trozos de vidrio que, con el calor, pueden originar un incendio por el llamado “efecto lupa”.

También es importante incidir en uno de los residuos que más encontramos en las caracterizaciones y recogidas de basuraleza que realizamos a lo largo del año en entornos marinos, fluviales y terrestres: las colillas. Un residuo que no solo puede provocar un fuego, sino que, además, puede contaminar hasta 10 litros de agua debido a que contiene sustancias como cadmio, arsénico, alquitrán o tolueno.

Es lógico que una colilla mal apagada suponga un riesgo directo de incendio. Pero también hay que sensibilizar sobre el riesgo que tiene tirar cigarrillos mal apagados en el campo o arrojarlos desde la ventanilla del coche a la carretera. El viento puede transportarlos y activarlos.

De hecho, la Asociación Reforesta publicó un informe en el que señala que los incendios provocados por colillas han sido los responsables del 3,25% del total de los siniestros producidos entre el año 2004 y 2013. Es decir, los cigarrillos mal apagados han quemado más de 40.000 hectáreas de bosque en los últimos 20 años. Ejemplo de esto fue el siniestro del pasado mes de julio en Cebreros (Ávila), cuyo detonante fue precisamente una colilla mal apagada, que calcinó alrededor de 5.000 hectáreas.

Tenemos que abrir los ojos. Necesitamos aplicar medidas desde todos los sectores para invertir en prevención. Desde nuestro pequeño margen de actuación, la solución pasa por seguir trabajando en educar, en concienciar a la sociedad de las graves consecuencias que tiene el abandono de basuraleza en nuestros entornos.

Un solo gesto como es tirar basura en el campo puede tener graves consecuencias. Por eso, tenemos que asumir una actitud activa. Porque la basuraleza no es un problema estético, si no una fuente de contaminación y destrucción de los espacios naturales.

Si no actuamos desde ya para cuidar nuestro planeta, asistiremos al verano más frío de los próximos años, con las consecuencias derivadas de ello: más sequía, aumento del nivel del mar o más riesgo de incendios, entre otras. La cuenta atrás ya comenzó.