España necesita una estrategia de gestión forestal que coordine las Administraciones

Los incendios forestales han calcinado en España casi 300.000 hectáreas en los casi 400 fuegos que han encontrado en unas temperaturas anormalmente altas y en una pertinaz y también histórica sequía el mejor combustible.

Las llamas han engullido bosques y, también, estadísticas. Nunca antes se habían registrado, en tan pocos meses, tantos grandes incendios (aquellos que terminan calcinando más de 500 hectáreas). Este 2022 han sido medio centenar. Tampoco tantos vecinos habían tenido que ser desalojados de sus casas; hasta 27.500 han seguido el desarrollo de un incendio que amenazaba su casa, durante al menos una noche, desde un espacio habilitado de urgencia.

Las cifras demuestran que el que ahora termina ha sido el peor verano en diez años, desde 2011, cuando se quemaron 166.000 hectáreas y se registraron 30 grandes incendios. De hecho, es necesario sumar las cifras del último lustro para alcanzar las firmadas este año.

A lo largo del verano más de 660.000 hectáreas han sido devastadas por las llamas en territorio comunitario. Se trata de la cifra más alta desde que comenzaron a registrarse este tipo de datos y aunque el 40% de la superficie quemada se ubica en España, no hace falta mirar muy lejos para encontrar también balances trágicos. Tanto Francia como Portugal han vivido algunos de los peores incendios que se recuerdan y han visto como las emisiones de carbono alcanzaban cifras récord debido a los gases provocados por los incendios.

La ausencia de gestión forestal permite la acumulación de biomasa y, como resultado, los montes se convierten en bombas de combustible. Si a esto se suma el calor extremo y la ausencia de lluvias, el resultado son incendios absolutamente incontrolables por la incapacidad de penetrar en los montes para apagarlos. Por lo que solo se puede esperar a que se extingan una vez se ha calcinado la totalidad de la masa forestal, ocasionando pérdidas de vidas y de ecosistemas enteros, además de bienes materiales.

España necesita una Estrategia Nacional de Gestión Forestal Sostenible que coordine a las administraciones públicas y que promueva el mantenimiento de los montes españoles lo que favorecería: implementar medidas antiincendios preventivas; movilizar la biomasa forestal sobrante que se utilizaría como materia prima y mantener e incrementar los montes como sumideros naturales de carbono contribuyendo al ambicioso objetivo establecido para la UE (310 millones de toneladas CO2 equivalente en 2030).