El mejor residuo es el que no se genera, pero eso también incluye recuperar y reutilizar

La Comisión Europea está preparando una propuesta legislativa para garantizar unos mínimos legales a la hora de reparar los dispositivos eléctricos y electrónicos. Aunque en España la ley de defensa del consumidor, ya garantiza, gracias a las modificaciones introducidas en 2021, la disponibilidad de piezas de reparación durante diez años a partir de que el aparato deje de fabricarse (un período previsiblemente mayor que el que marcará la nueva norma europea en ciernes), el denominado “Derecho a reparar” ahonda en otras disposiciones vinculadas a dispositivos de informática y telecomunicaciones, cuyo ciclo de vida es muy inferior al de otros aparatos eléctricos, haciendo hincapié incluso en las actualizaciones de software.

Es evidente que la prevención es el primer paso para reducir la generación de la denominada basura electrónica. El derecho a reparar, como estrategia que permite alargar la vida útil de los aparatos, es una herramienta valiosa para lograrlo. El mejor residuo siempre es el que no se genera, y prueba de ello es que, a raíz de la publicación de la Ley de Residuos en abril de este año, España ya cuenta con objetivos cuantificables de reducción de los residuos que producimos.

Pero, más allá del derecho a reparar, existen muchos factores que deben potenciarse igualmente a la hora de reducir/prevenir la generación de residuos. Por ejemplo, en muchas ocasiones, son los propios usuarios quienes desechan los dispositivos aún en uso porque necesitan (o tienen la percepción de que necesitan) otros con mayores prestaciones, una estética más actualizada, etc. Por tanto, como sociedad no podemos incidir solo en un marco normativo que regule el derecho a alargar la vida de nuestros aparatos. Deberemos combinarlo con acciones que promuevan un cambio cultural y de nuestros hábitos de consumo. A modo de ejemplo, podría fomentarse la accesibilidad y visibilidad de alternativas de consumo (repair cafes, plataformas de venta de productos reutilizados, etc.).

En todo caso, la prevención exige considerar los productos que consumimos desde una perspectiva de análisis de ciclo de vida, midiendo los impactos (a veces en direcciones contrapuestas) que el producto genera en todas sus fases de vida, no solo cuando ya es un residuo.

En esta línea, gracias a los avances legislativos, y también a algunas iniciativas voluntarias de los productores, se van sustituyendo los materiales más peligrosos y contaminantes en la fabricación de nuevos equipos electrónicos. La normativa medioambiental obliga a los fabricantes a priorizar el desarrollo de nuevos aparatos, cada vez más eficientes, que nos permitan reducir unos consumos energéticos y emisiones que ya no podemos permitirnos como sociedad. Los planes Renove, auspiciados por las administraciones, son un buen ejemplo de la importancia de priorizar también la renovación de algunos electrodomésticos, cuando ya no hacen un uso sostenible de los recursos.

¿Qué hacemos cuando la reparación es posible, pero no lo más eficiente?

En ese sentido entra en escena la responsabilidad individual de los consumidores. La clave para garantizar que se respeta la jerarquía de los residuos pasa por que los usuarios finales los depositen en los contenedores de recogida habilitados para ellos (puntos limpios, tiendas de electrónica, etc.). Esto nos permite a los SCRAP (Sistemas Colectivos de Responsabilidad Ampliada del Productor) garantizar un triaje correcto de nuestros RAEE (residuos de aparatos eléctricos y electrónicos), que facilita que podamos reacondicionar para usos menos intensivos aquellos dispositivos en mejor estado; reutilizar sus componentes aún operativos; recuperar los materiales escasos y valorizables que contengan; gestionar correctamente y sin riesgo para el medio ambiente y las personas los residuos de los materiales peligrosos o no valorizables, etc.

Una encuesta reciente, respaldada por el Instituto de Naciones Unidas para la Formación y la Investigación, indicaba que el 46% de los europeos guardaban dispositivos eléctricos y electrónicos que ya no utilizaban en su casa porque pensaban que podrían volverlos a usar en un futuro. Sin duda es entendible que conservemos un móvil aún operativo como futurible repuesto en previsión de que pueda romperse el nuevo, pero no tiene sentido acumular durante décadas varios de estos dispositivos en un cajón. Por muy resistentes que fueran, sus funcionalidades limitadas impedirán que volvamos a utilizarlos. Por poner dos ejemplos de los ahorros que conlleva el reciclaje de los RAEE, recuperando el cobre de esos residuos se consigue un ahorro energético del 80% frente al consumo que supone extraer directamente el mineral, y de un 70% si recuperamos los componentes férricos.

Como decíamos, más vale prevenir que desechar, pero tampoco debemos olvidar otras alternativas de gestión. La clave sigue siendo hacer las cosas bien de la mano de las prioridades marcadas por la jerarquía de residuos.

Adaptar los objetivos medioambientales a la jerarquía de residuos

Finalmente, no deja de ser curioso que las acciones que los SCRAP realizamos en prevención no computen todavía en los resultados de gestión anuales que debemos presentar a las administraciones. Queremos incidir en que es fundamental un cambio de mentalidad que permita adaptar mejor los objetivos medioambientales a la jerarquía de residuo valorando y promoviendo las opciones prioritarias, también desde el ámbito de la responsabilidad ampliada del productor (RAP). La RAP es una manera exitosa de aplicar el principio “quien contamina paga” y por eso ha sido una pieza fundamental de la legislación europea de residuos y un modelo replicado por muchos otros países del mundo. Históricamente, ha estado enfocada en aumentar los ratios de recogida selectiva y reciclaje cuando los productos se han convertido en residuos, pero también puede ser muy útil antes, fomentando la prevención, la durabilidad o la reparabilidad.

Los SCRAPS, como ERP España, podemos y debemos tener un papel activo en la prevención, sobre todo si abordamos la jerarquía de residuos desde una visión integral: no tiene mucho sentido que se nos mida solo por la cantidad de residuo que recogemos, cuando hay otras acciones que podemos llevar a cabo y que reducirán la cantidad de residuos generada y disponible para recoger.