Pescar bien

La Asamblea General de Naciones Unidas decidió en 2017 convertir el segundo día de mayo en el Día Mundial del Atún. La pregunta que cabría hacerse es que llevó a esta institución a dedicar un día a estos nobles peces. La respuesta es contundente: según la FAO, las especies de atún representan el 20% del valor de la pesca mundial y más del 8% de todos los productos del mar que se comercializan en el globo. Por tanto, es fácil entender que el atún es uno de los pescados más consumidos al tratarse de un superalimento para la salud. Pero, es igual de importante comprender que muchos países tienen una alta dependencia de la pesca de túnidos para el bienestar nutricional de su población, su seguridad alimentaria, su desarrollo económico e incluso su cultura. Tal es así que, actualmente, 96 países, entre ellos España, tienen flotas dedicadas a la pesca de atún, con miles de barcos que faenan en los océanos Atlántico, Pacífico e Índico.

La conmemoración de este día persigue, por tanto, concienciar sobre la gestión sostenible a largo plazo de las poblaciones de atunes y, a tenor de los datos, sobre la necesidad de recuperar los stocks sobrexplotados, como el atún rojo del Pacífico o el patudo del Atlántico, y la de reducir el impacto de la actividad pesquera en el ecosistema marino.

Afortunadamente, lejos de lo que puedan proclamar algunas organizaciones ambientalistas, los pescadores somos los más interesados en asegurar la sostenibilidad de las poblaciones de atún, ya que dependemos y vivimos de su pesca. Sin embargo, no todas las flotas comulgan con este objetivo, consecuencia del elevado número y la variedad de países involucrados en la pesquería de túnidos tropicales, así como de la complejidad de intereses, artes, regulaciones, mecanismos de control, etc.

Entre el primer grupo de atuneros, nos encontramos flotas como la española cerquera, con décadas de trabajo e inversión de las compañías armadoras para minimizar el impacto de nuestra actividad en el ecosistema y garantizar la sostenibilidad del atún tropical en los tres océanos en los que operamos. De hecho, la flota española es una de las más activas en el desarrollo de proyectos de investigación, propios o en colaboración, y, a modo de ejemplo, durante los últimos cuatro años hemos llevado a cabo un total de 28, para los que hemos invertido más de 17 millones de euros.

Eficacia contrastada

Los proyectos que abordamos giran en torno a multitud de ámbitos: la evaluación de las poblaciones de atún, la revisión de los sistemas de recopilación, gestión y notificación de datos de capturas objetivo e incidentales y, especialmente, la reducción de estas últimas mediante la creación de herramientas para su liberación, así como la investigación de nuevos materiales para la creación de DCP (dispositivos concentradores de peces) no enmallantes y biodegradables, y modelos de reciclaje de redes.

Quisiera detenerme en nuestros proyectos para la mejora de la sostenibilidad de los DCP, conocidos en la jerga pesquera por su acrónimo anglosajón de FAD (Fish Agregating Device), una técnica de pesca centenaria que facilita la concentración de los atunes tropicales bajo objetos flotantes a la deriva y su captura con redes de cerco. Frente a la demonización recurrente de este arte por organizaciones ambientalistas, por su efecto sobre otras especies que no son objetivo de nuestra actividad, nuestra inversión en I+D permite que todos nuestros barcos usen FAD no enmallantes que impiden que tortugas o tiburones se enreden en ellos.

Ello contribuye a que el arte de cerco atunero sea de los más selectivos y con menores índices de mortalidad por captura incidental frente al palangre y las redes de enmalle de deriva. De hecho, según un estudio en el que colaboramos en el Índico, la contribución del arte de cerco a la captura de cetáceos es nula, del 0,15%, en el caso de tiburones, mantas y rayas, y de menos del 0,3% en el de las tortugas. Además, en el caso del tiburón sedoso, especie más habitual entre nuestras capturas incidentales, suponen sólo el 1,3% de la captura total de esta especie en este océano.

Para seguir avanzando en este ámbito, todos nuestros tripulantes reciben formación en técnicas de manipulación y liberación de especies no objetivo para lograr el máximo grado de supervivencia. Es más, habitualmente son nuestros pescadores quienes sugieren a científicos y armadores posibles soluciones, aprovechando el conocimiento y la experiencia que proporcionan el día a día.

Entre nuestros próximos pasos, este año desarrollaremos junto con el instituto tecnológico AZTI, un proyecto de marcación de ejemplares liberados para, mediante su seguimiento y el análisis de los índices de ácido láctico (sustancia que producen por el estrés de la captura), poder determinar la probabilidad de supervivencia. Por su parte, el siguiente avance en el que trabajamos desde 2017 en el ámbito de los FAD es encontrar alternativas biodegradables a los materiales sintéticos empleados para su fabricación, y minimizar así su impacto en el ecosistema, en caso de pérdida por hundimiento o varamiento. Para ello, somos la única flota del mundo con proyectos de I+D de FAD biodegradables en el Atlántico (2017), el Pacífico (2019) y el Índico (2022). Desde entonces, nuestra flota prueba la durabilidad y biodegradabilidad de materiales orgánicos, -madera, tela, bambú y cabos de origen vegetal- y analiza su capacidad para concentrar atún y sus patrones de deriva, fundamentales para mantener la actividad pesquera y minimizar su interacción con ecosistemas marinos vulnerables.

En definitiva, la flota española está comprometida con la salud, la gobernanza y el uso y desarrollo sostenible de los océanos para las generaciones actuales y futuras, además de ser puntera en mantener las mejores condiciones laborales a bordo, cerrando el círculo de la sostenibilidad integral, tanto medioambiental como social.