
España debe impulsar la inversión en infraestructuras de agua para paliar las sequías
El mundo enfrenta de un tiempo a esta parte una de las consecuencias del cambio climático que con más crudeza se representa para la tierra: episodios prolongados de sequía. La reducción de las precipitaciones, el aumento de temperatura, el agotamiento de los recursos hídricos subterráneos y la actividad humana están aumentando la frecuencia, duración, y severidad de estos fenómenos que no sólo afectan a las cosechas y propician los incendios forestales, sino que también ponen en peligro la supervivencia de incontables especies animales y vegetales y comprometen la calidad y disponibilidad del recurso capital para la vida, el agua.
Enero se despidió como un mes muy seco en toda España. De hecho, la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) lo registra como el décimo enero más cálido y el segundo más seco en lo que va de siglo y alerta, además, de que el valor medio de las precipitaciones acumuladas desde el 1 de octubre de 2021 (fecha de inicio del año hidrológico) hasta el 8 de febrero de este año es un 38% por debajo del valor considerado como “normal” para este periodo. La falta de precipitaciones, unida al hecho de que las reservas hídricas rondan niveles cercanos al 40% sin que existan en el horizonte cercano predicciones de lluvia, está haciendo saltar las alarmas ante un posible episodio de sequía prolongada.
La Niña, un fenómeno climático con origen en el océano Pacífico, ha sido identificado por los expertos como uno de los posibles factores que está influyendo en la actual sequía, pero lo cierto es que si nos fijamos en la serie histórica, desde el año 2014 cada temporada ha llovido menos que la serie histórica. De hecho, el Panel Intergubernamental de Naciones Unidas para el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) señala en sus informes que España va a tener cada vez menos lluvias y más calor, dos circunstancias que incrementarán tanto la frecuencia como la intensidad de las sequías.
Ya no hablamos solamente de ‘sequía meteorológica’, sino de ‘sequía hidrológica. Esta falta de lluvias está provocando un déficit acusado en las reservas de los embalses, que se hallan muy por debajo de su capacidad en prácticamente todas las cuencas de la España peninsular (a excepción de las cuencas internas del País Vasco y el Cantábrico oriental). Según los datos publicados por el Ministerio para la Transición Ecológica el pasado 22 de febrero, la reserva hídrica en los embalses peninsulares está al 44,3% de su capacidad total, con un descenso de 14 hectómetros cúbicos en la semana anterior, casi 20 puntos por debajo de la media de los últimos 10 años. Esta situación hace necesario impulsar las inversiones necesarias para infraestructuras de gestión del agua en las que España acumula años de retraso. El Gobierno debe aprovechar los fondos europeos para impulsar este tipo de infraestructuras que son vitales.