Un cambio de paradigma para evitar el cambio climático

No estamos en época de cambios, sino en un cambio de época. O, al menos, un cambio evidente en el Planeta producido por la acción humana. De ello nos vienen alertando expertos y científicos desde hace años, y los últimos informes del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) y de la Organización Meteorológica Mundial lo reiteran: el cambio climático es un hecho, pero, sin embargo, nuestra forma de relacionarnos con el medioambiente, alterando entornos terrestres y marinos, sigue siendo la misma.

Actualmente, según el último Informe Anual de Brecha de Circularidad, elaborado por el Foro Económico Mundial, solo el 8,6% de la economía mundial es circular y, sin embargo, vivimos como si tuviéramos 1,75 planetas a nuestra disposición. Llegados a este punto creo que no es necesario añadir que el cambio debe producirse, necesariamente, en nuestro modelo económico, pero también en el social y cultural. Tenemos la obligación de revertir esas cifras para volver a vivir dentro de los límites de la Tierra. Afortunadamente, cada vez es mayor, también, la ambición por parte de la sociedad por aplicar todas las soluciones necesarias para lograrlo.

Objetivos de Desarrollo Sostenible, New Green Deal, fondos Next Generation..., son solo algunas de las normativas que ponen de manifiesto la voluntad a nivel europeo por convertirse en un espacio regido bajo los principios de la sostenibilidad, la innovación y la economía circular, donde el crecimiento económico se desacople del impacto ambiental.

También en nuestro país textos como la nueva Ley de Residuos, que hace una apuesta clara por la prevención, la reutilización y el reciclaje de todos los residuos, plantean un enorme reto a ciudadanos, empresas y administraciones y, por supuesto, a organizaciones ambientales como Ecoembes.

En este sentido, y aunque aún queda un largo camino por recorrer, nuestro planteamiento, como coordinadores del sistema de reciclaje de envases en nuestro país, es y será afrontar esos desafíos normativos y ambientales desde la consolidación de una base sólida en la que el conjunto de la sociedad española ya lleva más de 20 años trabajando a través del reciclaje.

Prueba de ello es que, en 2021, el número de toneladas de envases de plástico, metálicos, briks y papel y cartón enviadas a instalaciones recicladoras creció un 5,3% con respecto al año anterior, alcanzando la cifra de 1.570.513 toneladas de residuos, aproximadamente 16.800 millones de envases.

Estos datos, quizás difíciles de visualizar, reflejan la fortaleza de un sistema de reciclaje basado en la colaboración de todos los eslabones que conforman la cadena del reciclaje en nuestro país. Un sistema y una sociedad que, sin embargo, no se conforma con quedarse como está: queremos avanzar más y hacerlo mejor; queremos cambiar para evitar que cambie el Planeta. Pero, para lograrlo, no solo debemos actuar en el presente, sino que debemos hacerlo pensando en el futuro, tenemos que adelantarnos a todo lo que esté por llegar. Hemos estado demasiado tiempo viviendo bajo un modelo de usar y tirar sin ser del todo conscientes de que cada uno de nuestros actos y forma de consumir tenía una repercusión directa en nuestro entorno, pero también en nuestra economía.

Por arrojar un poco de luz al respecto, la gestión de los envases durante el año pasado, que tan solo suponen un 8% del total de residuos generados en nuestro país, conllevó un coste de más 600 millones de euros. Por tanto, es evidente que, además de gestionar correctamente los residuos de envases, tenemos que hacerlo con todos los residuos posibles -actualmente la media de cubos en los hogares españoles es de tres, pero esa cifra tendrá que aumentar para hacer hueco a otros como los textiles o la orgánica, y los que vengan-, es imprescindible que se apueste por la reducción y la reutilización.

El modelo de consumismo debe dejarse atrás y abrir paso a uno consciente, que vaya un paso por delante, y que tenga siempre en mente que todo aquello que vayamos a producir se convertirá después en un residuo que gestionar. En definitiva, pensar en términos de circularidad. Hay, en este sentido, mucho trabajo por delante en cuanto a educación, que permita poner las bases de una sociedad concienciada y comprometida.

También es necesario apostar por la investigación y la innovación, aspectos en los que las empresas ya están invirtiendo, pero para lo que necesitan que la normativa les dé un marco estable que les acompañe. Y, por supuesto, dedicar recursos a impulsar la digitalización para conocer y estar más cerca del ciudadano.

Retos, todos ellos imprescindibles, a los que tenemos que aspirar para poder dejar de hablar de cambio climático.