Las empresas tienen la llave para conseguir la transformación hacia una economía de impacto real

Los retos sobre la sostenibilidad existen desde los inicios de la humanidad. Algunos han ido cambiando y otros, como el hambre o la mortalidad infantil, persisten a pesar de que el progreso ha ayudado a reducir los índices. Otros retos son nuevos, como el cambio climático o la aparición de nuevos virus o enfermedades en un mundo globalizado. Tradicionalmente, como sociedad, hemos trasladado la responsabilidad de afrontar estos retos a las administraciones públicas o las ONG,que, además, demasiadas veces han actuado sustituyendo a las primeras.

No obstante, tal como explicaba Cliff Prior, CEO de Global Steering Group for Impact Investment (GSG), en el último S2B Impact Forum, necesitamos poner más de 90.000 millones de euros sobre la mesa para afrontar los Objetivos de Desarrollo Sostenible, agenda sobre la que hemos marcado los retos sociales y medioambientales que debemos resolver antes del 2030.

Y, efectivamente, ni el dinero ni los activos intangibles que movilizan gobiernos y filantropía son suficientes. Necesitamos, sí o sí, la implicación del sector privado, que puede mover, al menos, cinco veces más capital que los dos actores anteriores juntos. En este contexto, no solo hablamos de dinero, sino también de poner tecnología, talento, conexiones, comunicación, capacidad de innovación, etc. al servicio de esa transformación hacia un modelo de impacto positivo para la sociedad y el planeta.

Conscientes de que el futuro de la humanidad -y de la economía- pasan por reequilibrar nuestra relación con el planeta, por acabar con la pobreza y la exclusión, reducir las desigualdades y ofrecer una vida digna al máximo número de gente posible, cada vez más grupos de interés ponen presión sobre el sector privado para que se implique, no solo dejando de dañar, sino, sobre todo, aportando soluciones. Esa presión se inicia desde la propia legislación y las políticas públicas, donde tenemos como referencia la regulación europea en materia de cambio climático y medio ambiente, que es, probablemente, el mayor driver que está impulsando a las empresas a iniciar el camino hacia el impacto.

Desde la taxonomía europea sobre sostenibilidad hasta las nuevas directivas en materia de residuos, envases o materiales, pasando por los fondos Next Generation enfocados a una recuperación verde, son fuerzas imparables que están fomentando una auténtica revolución en los negocios.

Un segundo grupo de presión es el inversor, que está cambiando sus criterios de inversión y poniendo mucho mayor peso en factores de impacto social y medioambiental. Cada vez será más difícil para las empresas financiarse si no mitigan su riesgo climático y demuestran un comportamiento ejemplar en materia de impacto.

En tercer lugar, en algunos mercados empieza a haber una presión, aún minoritaria pero creciente, de la demanda por productos más responsables, ecológicos, km cero, sin packaging, etc. Esta presión es aún relativamente baja, pero es una oportunidad para muchas empresas de buscar un posicionamiento verde sin necesariamente hacerse las preguntas difíciles.

Finalmente, está el talento. Sí, la capacidad del talento más cualificado y demandado de exigir un propósito auténtico a su empleador está siendo subestimada. Y al trabajador es más difícil engañarle con palabras vacías porque puede acceder a información interna más fácilmente. El camino hacia el impacto real supone transformaciones profundas, ya no son solo propuestas de acciones de RSC, sino un cambio de lógica y de forma de gestión y toma de decisiones, una inclusión de los criterios de impacto en el modelo de negocio y una involucración de todos los stakeholders en el proceso.

No es un camino fácil, pero es factible y rentable, como mostraron empresas como Philips, Interface o ISDIN en el VIII S2B Impact Forum: “para conseguirlo necesitamos cuatro puntos imprescindibles: una narrativa que la gente entienda, la participación de líderes formales e informales, capacitar y dejar participar a las personas e integrar el impacto y alinearlo en el modelo de negocio y la gestión global”, remarcaba Robert Metzke, director de sostenibilidad de Philips.

En otras palabras, no hay escapatoria: las empresas deben implicarse en resolver los mayores retos de la humanidad, porque sin ellas no será posible, y porque la sociedad se lo va a exigir para poder seguir operando. La buena noticia es que hay muchas oportunidades que además les servirán a las empresas para mantener e incrementar sus beneficios económicos. Desde Ship2B llevamos años tratando de demostrar que el impacto es rentable y en los últimos tiempos estamos viendo cómo el concepto se está poniendo de moda y cada vez hay más empresas que apuestan por él. Pero esto también tiene un riesgo, el impact washing, y que a medida que el concepto se popularice y democratice se pueda pervertir o quedar solo en lo superficial. Por eso debemos estar atentos y establecer mecanismos de medición y transparencia que nos ayuden a impulsar el impacto real.

En cuanto a mecanismos de medición del impacto para las empresas, cada día abundan más y se sofistican más. Para mencionar un ejemplo, Sir Ronald Cohen, presidente de GSG, recordó en el S2B Impact Forum que en la COP26 se presentó la creación del International Sustainable Standards Board, que impulsa la IFRS Foundation y que permitirá crear estándares de medición de impacto social y medioambiental y los integrará en la contabilidad de impacto con la financiera, situando ambas en el mismo nivel de importancia. Y para fomentar la transparencia y ayudar a las empresas a impulsar su transformación hacia el impacto, nace la World Benchmarking Alliance (WBA), una fundación que conforman más de 250 entidades de todo el mundo y que ha elegido a las 2.000 empresas más influyentes del mundo capaces de contribuir más a los ODS. Entre esas empresas encontramos 23 españolas. ¿Trabajamos todos juntos para conseguir que cada vez más compañías españolas entren en este ranking como referentes en la transformación hacia el impacto real?