No habrá paz ni igualdad sin cultura

Cuando los Estados miembros de la Asamblea de Naciones Unidas aprobaron en 2015, 17 objetivos para lograr en 2030 la erradicación de la pobreza, la protección del planeta y el fomento de la paz y de la prosperidad para todos los pueblos, algunos comentaristas se mofaron de la iniciativa por su candor e ingenuidad. Era la primera vez que la comunidad internacional reunía en un solo documento un plan integral para las 5 “P” (People, Peace, Planet, Prosperity and Partnership). Hoy, la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenibles (ODS) es el reto más ambicioso que se ha fijado la comunidad internacional hasta la fecha.

Los ODS abarcan el desarrollo humano desde la triple perspectiva social, económica y medioambiental. A simple vista, el papel de la cultura puede parecer irrelevante y desdibujado en la formulación de estos objetivos; sin embargo, es transversal a todos ellos. En este sentido, las artes y la creatividad juegan un papel fundamental de cohesión entre cada uno de ellos. Los proyectos presentados a continuación demuestran que la cultura es un factor decisivo a la hora de conseguir estos objetivos de aquí a 10 años ya que permite incrementar el entendimiento de contextos locales, fomenta la participación de comunidades sociales y promueve el respeto de la diversidad cultural como fuente de oportunidades que beneficien al mayor número de población.

La UNESCO publicó un informe en 2012 en el que destaca que el patrimonio, las industrias creativas, el turismo sostenible y las infraestructuras culturales, además de impulsores de crecimiento económico, pueden conducir a una mayor inclusión social, resiliencia, innovación, creatividad y espíritu empresarial para las personas y las comunidades; y, de manera general, contribuir a una reducción drástica de las desigualdades a nivel mundial.

Organismos de cooperación internacional como el British Council vertebran su actividad en torno a estos 17 objetivos para cumplir con esta ambiciosa agenda, como se detalla en su informe The Missing Pillar, Culture’s Contribution to the UN Sustainable Development Goals, donde pueden encontrarse ejemplos tangibles del poder transformador de las artes.

La lucha contra la pobreza es el primer objetivo de las Naciones Unidas. Si bien esta ha disminuido en los últimos 25 años de manera gradual, el Banco Mundial teme un repunte en 2020 a consecuencia de la Covid-19. Más de 680 millones de personas viven en una situación de pobreza extrema, lo que representa cerca del 10% de la población mundial. La cultura, lejos de ser superflua en este contexto, puede impulsar el crecimiento económico de una comunidad como se refleja en Sembrando Nuestros Saberes (Colombia), Heritage of Future Past (Vietnam) o #CultureGrows (Kenia), tres proyectos que se apoyan en el patrimonio local para crear condiciones sostenibles de crecimiento. Desde el desarrollo de políticas de etno-ecoturismo con comunidades indígenas colombianas, hasta la reactivación de una red de bibliotecas sobre el patrimonio africano, cada proyecto ha permitido a los grupos locales tomar las riendas de su futuro.

La cultura desempeña un papel fundamental, no solo en la lucha contra la pobreza, sino también en la acción contra la crisis climática y la promoción de la igualdad de género.

El Foro Económico Mundial estima en su último informe (2020) sobre igualdad de género que tardaremos más de 267 años en conseguir la paridad en el ámbito de la participación económica y de oportunidades y 145 años para conseguir dicha paridad en política. Un fenómeno similar ocurre en el sector de las industrias creativas. Programas del British Council como Women of the World -cuyo objetivo es visibilizar el papel de la mujer como motor de cambio positivo en Pakistán, Bangladesh, Nepal, Sri Lanka, Brasil y Turquía- ponen de manifiesto cómo la cultura trabaja a favor de la igualdad de género. Sin necesidad de viajar a otras latitudes, en España encontramos un proyecto paradigmático de la institución cultural británica que trabaja por la igualdad de género en un ámbito de la cultura en el que es muy patente la desigualdad: el de la música electrónica.

Según el ranking publicado por la revista DJMag en 2021, solo 14 de los 100 DJs más influyentes de música electrónica son mujeres. En respuesta a esta brecha de género, nace #WeAreEquals, un proyecto de colaboración público-privada (con la participación del festival MUTEK, las asociaciones MIM, shesaid.so, Femnoise, o empresas como Live Nation, Apple Music y SAE Institute) que, en tres años, ha ofrecido oportunidades de formación, visibilidad y networking a más de 150 DJs, de los cuales un 64% son mujeres.

El diseño es un sector crucial en la lucha contra la crisis climática ya que el 80% de la sostenibilidad de un producto o servicio se decide en su fase de diseño. Desde el 2016, el British Council, a través de su proyecto Crafting Futures, ha apoyado más de 50 proyectos en 30 países para fomentar la colaboración internacional entre diseñadores, emprendedores y artesanos para la creación de empresas de diseño sostenible, el acceso a nuevos mercados y el intercambio de buenas prácticas. Circular Cultures, otro de sus proyectos clave en esta materia, ofrece a diseñadores, pymes y organizaciones de ocho países europeos una plataforma única de formación, intercambio de ideas y networking para fomentar la implementación de metodologías innovadoras en el campo del diseño circular y sostenible. En España, este programa recibe el apoyo de instituciones como MODA FAD, BIAAF, Barcelona Design Week y Madrid es Moda.

Como conclusión, es importante subrayar que la acción de estos programas culturales no se puede regir por el mero objetivo de crecimiento económico de sus participantes. Las actividades, por el contrario, han demostrado -más allá de su impacto social y económico- un gran valor añadido para el desarrollo individual, tanto a nivel intelectual como emocional. El papel transformador de la cultura no puede entenderse sino como un parámetro transversal e integral que permea en todas las capas de nuestros ecosistemas.