Las últimas riadas ponen a prueba el plan ‘Ebro Resilience’

Las medidas implementadas a través de esta estrategia coordinada por la CHE han ayudado a minimizar el impacto de una de las mayores crecidas del río en los últimos años.

Un inesperado episodio de nevadas, sumado al más consecuente ciclo de lluvias, hacían prever, discurriendo todavía el otoño, la reedición de un relato ya contado: el Ebro ha firmado una riada que, si bien no histórica, sí se ha considerado descomunal. Las aguas han terminado de volver a su cauce pero dejan tras de sí, además de imágenes espectaculares y evacuaciones puntuales, casi 40.000 hectáreas afectadas, declaraciones de zonas catastróficas y daños por valor de millones de euros en La Rioja, Navarra y Aragón; más de cinco millones, según Agroseguro, en zonas de cultivo. Las tres Comunidades han evocado los desastres ocasionados por la -esta sí- histórica riada de 2015. Todavía algunos recuerdan la de 1961. Y el otoño de 2021 ha reeditado la pregunta de cómo convivir con los rigores del río más caudaloso de España.

En este sentido, la Confederación Hidrográfica del Ebro, en coordinación con los Gobiernos autonómicos de las tres Comunidades que comparten el cauce del río antes de llegar a Cataluña, y con el amparo del Ministerio de Agricultura, alumbraron ya en 2015 el plan de medidas Ebro Resilience.

Conscientes todos los actores de que “la construcción de obras de defensa se ha mostrado insostenible”, por las grandes aportaciones económicas que requiere, y de que “las inundaciones provocan impactos sociales no deseables”, decidieron quedar implicadas en el trabajo solidario y coordinado de la gestión del riesgo de inundaciones en el tramo medio del Ebro, entre las localidades de Logroño (La Rioja) y La Zaida (Zaragoza). El objetivo principal de Ebro Resilience firma que deben ser promovidas actuaciones “que reduzcan el impacto de las inundaciones en los tramos de mayor riesgo contribuyendo a mejorar el estado de las masas de agua y los hábitats fluviales”. Todo, para que en el tramo medio del Ebro “convivan las actividades económicas y los núcleos de población sin que las inevitables crecidas produzcan daños significativos”.

Las actuaciones de deforestación selectiva y las limpiezas acometidas en las riberas del río en los últimos años han permitido laminar la avenida y procurar que el agua discurriera con una mayor rapidez evitando la inundación de los cascos urbanos. La efectividad de los trabajos de anticipación, apoyados en la limpieza de gravas y vegetación en el cauce, han conducido al Gobierno central a comprometer 13 millones de euros para continuar implementando actuaciones de este tipo, enmarcadas, precisamente, en el proyecto Ebro Resilience.

El Plan del Riesgo de Inundación de la demarcación hidrográfica del Ebro contempla líneas que pivotan sobre la prevención, la protección, la preparación y la reparación, y las cuatro confluyen en las líneas de gestión de riesgo de inundación condensadas en la estrategia de Ebro Resilience. Además, el proyecto observa los objetivos ambientales fijados en las Directivas europeas Marco del Agua y Hábitats. De esta forma, y en cuanto a las prácticas preventivas, el Plan procura conservar y mantener los cauces apoyándose en la técnica del curage para permeabilizar grandes masas de sedimentos densamente vegetadas. También trata de optimizar los sistemas de defensa y generar cauces de alivio, además de reconectar meandros y drenar estructuras transversales. Y, más allá, trata de fomentar el aseguramiento entre los agricultores

Un debate social

El Plan Hidrológico del Ebro establece como explicación plausible para los episodios de lluvias torrenciales durante el otoño que “dentro del contexto climático, las variaciones pueden ser explicadas por la subtropicalización del clima con una reducción de las precipitaciones desde invierno a verano”.

La cada vez más amplia experiencia conduce, así, a voces políticas como la del presidente aragonés Javier Lambán a lamentar que no sea legalmente posible practicas limpiezas más profundas en el cauce del río.

Las posiciones de las asociaciones ecologistas defienden que la limpieza no es la solución sino que, más bien, debería ser observado el cauce natural de los ríos y no tratar de alterarlo.