Las grandes ciudades deben convertirse en el foco de la descarbonización
Hace 250 años únicamente tres ciudades del mundo contaban con más de un millón de habitantes: Londres, Pekín y Tokio. Desde entonces, el ritmo de crecimiento se ha acelerado exponencialmente y ya son más de 550 las urbes que superan esta cantidad a nivel global y la previsión es que el número de macrourbes se incremente en los próximos años.
Hoy en día, alrededor del 55% de la población mundial vive en ciudades. De hecho, en 2007 la población urbana superó por primera vez a la rural y, según las previsiones, en el año 2050 la cantidad de personas que habita en las grandes metrópolis se habrá duplicado, de forma que casi siete de cada diez personas poblará estos espacios.
Las ciudades producen alrededor del 70% de las emisiones globales de carbono -un 30% en el caso de España-, son responsables de más del 60% del uso de los recursos, generan el 50% de los residuos globales y suponen hasta el 80% del consumo energético mundial. Además, desempeñan un papel cada vez más importante en la lucha contra el cambio climático porque, a medida que crecen, aumenta su exposición al clima y al riesgo de desastres.
Todos estos factores hacen más necesario que nunca reducir las emisiones derivadas de la actividad humana para hacer frente a la emergencia climática. Naciones Unidas considera necesario recortar un 45% las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) antes de 2030 hasta eliminarlas por completo en 2050 con el fin de limitar el calentamiento global a 1,5ºC a finales de siglo, lo que implicaría reducir la huella de carbono en 1500 millones de toneladas de CO2 equivalente al año.
Y este ambicioso objetivo pasa por diseñar una estrategia de urbanización adecuada que contribuya al crecimiento sostenible, la eficiencia energética y el incremento de la productividad en los grandes núcleos urbanos impulsando cambios en el actual modelo ambiental y energético que contribuyan a recortar principalmente las emisiones del transporte y también las generadas por el consumo energético en los edificios, los dos sectores que más influyen en la contaminación atmosférica.
La Comisión Europea acaba de aprobar la segunda parte del paquete Fit for 55 que pone un importante énfasis en este asunto pero al mismo tiempo acaba de nadar y guardar la ropa al considerar que la nuclear y el gas natural podrán ser consideradas inversiones sostenibles durante un cierto número de años. La actual situación de precios ha comenzado a generar dudas en el seno del Ejecutivo comunitario sobre si el ritmo de transición es el adecuado o no. España, por su parte, reclama una mayor velocidad.