Es la hora de revertir el calentamiento global

El año pasado fuimos testigos de una serie de catástrofes naturales. Y, sin embargo, la historia del clima de esta última década ha estado marcada por un progreso lento pero constante. Las emisiones mundiales de CO2 se han estabilizado, y países que representan el 88% de las emisiones mundiales han adoptado o anunciado planes para alcanzar las cero emisiones en la segunda mitad del siglo XXI. Y cada vez son más los países que aprueban políticas que les acercan al cumplimiento de sus objetivos.

Además, las energías limpias se han abaratado mucho más rápido de lo previsto. La energía solar es hoy la forma más barata de generar electricidad en gran parte del mundo, y los vehículos eléctricos representan ya el 13% de las ventas globales de vehículos nuevos.

Pero esto no significa que podamos dormirnos en los laureles. Ni mucho menos. Aún estamos muy lejos de donde tenemos que estar para cumplir nuestros objetivos climáticos. El último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) concluye que limitar el calentamiento a 1,5 grados significa que sólo podemos emitir 420.000 millones de toneladas más de CO2, lo que equivale a unos diez años de emisiones actuales. Esto significa que, incluso con los progresos que hemos hecho, es muy probable que las temperaturas globales superen los 1,5 grados a principios de la década de 2030, lo que nos deja en una situación complicada.

Para empezar, es importante subrayar que el cambio climático es una cuestión de grados y no de umbrales. No hay pruebas de que 1,5 grados sea el límite entre lo manejable y lo catastrófico. Pero cuanto más impacto tengamos en el clima, más altos e imprevisibles serán los riesgos. Cada décima de grado es importante para minimizar el daño que nos infligimos a nosotros mismos y que dejamos a las generaciones futuras.

Pero el hecho de que pasemos de 1,5 grados no significa que no haya vuelta atrás. Sabemos que si conseguimos reducir las emisiones a cero, el mundo dejará de calentarse. Y los modelos climáticos muestran que si eliminamos de la atmósfera más CO2 del que emitimos el mundo volverá a enfriarse. La eliminación del CO2 de la atmósfera y de los océanos fue considerado como un “elemento esencial” en el reciente informe del IPCC junto a la rápida reducción de las emisiones para alcanzar nuestros objetivos climáticos. Prácticamente todos nuestros modelos sugieren que debemos eliminar 6.000 millones de toneladas de CO2 por año de aquí a 2050 para reducir la temperatura global a 1,5 grados a finales de siglo.

La forma de eliminación de dióxido de carbono más popular es la llevada a cabo por los árboles y el suelo. Los sistemas vivos ya eliminan aproximadamente una cuarta parte del CO2 que emitimos (y otra cuarta parte es absorbida por los océanos). Existe un verdadero margen de mejora de este “sumidero natural de carbono” protegiendo los bosques, plantando más árboles y cambiando la forma de gestionar las tierras agrícolas y los pastos para retener más carbono en el suelo. Esto tiene un coste relativamente bajo hoy en día, pero también es probable que sea una solución temporal. Los árboles pueden ser talados, quemados o morir a causa de las plagas, mientras que los suelos pueden secarse debido a la sequía o al calor, riesgos que aumentarán como consecuencia del cambio climático. También hay límites en cuanto a la tierra disponible para su uso, y nuestros modelos sugieren que esta solución probablemente sólo podría ocuparse de la eliminación de la mitad del CO2 que necesitamos eliminar.

Pero existe otra forma de eliminar el carbono de la atmósfera de forma más fiable y a largo plazo. Las soluciones de eliminación permanente de carbono están todavía en una fase inicial, pero están siendo desarrolladas rápidamente por cientos de empresas de todo el mundo. Incluyen el capturar CO2 directamente del aire; esparcir minerales como el basalto en los campos agrícolas que absorben el CO2 de la atmósfera; eliminar el CO2 directamente del agua del océano o hacer que agua del océano sea menos ácida para que absorba más CO2 de la atmósfera.

A diferencia de la captura de carbono a través de los árboles y el suelo, estas alternativas tienen menos probabilidades de ser revertidas y están menos limitadas por la tierra disponible, pero tienden a ser mucho más caras. Deberíamos centrarnos en abaratarlas y ampliar su disponibilidad, como hicimos con las energías renovables. Este es el objetivo de Frontier, el compromiso de mercado anticipado de 925 millones de dólares que lanzó Stripe junto a Alphabet, Shopify, Meta y McKinsey.

Hay un dicho en el mundo de la ciencia: el CO2 es eterno; pasarán cerca de medio millón de años antes de que una tonelada de CO2 emitida hoy por la quema de combustibles fósiles se elimine completamente de la atmósfera. Esto significa que cuando intentamos contrarrestar o neutralizar las emisiones derivadas de los combustibles fósiles, por ejemplo con compensaciones de carbono, éstas deben realizarse en un plazo similar, de ahí que el CO2 de los combustibles fósiles debe equilibrarse con una eliminación de carbono más permanente.

Pero no debemos sobreestimar el papel de la eliminación del carbono. La mayor parte de las veces es más barato reducir las emisiones que eliminar a posteriori el CO2 de la atmósfera. Nuestros modelos muestran que necesitamos reducir las emisiones globales de CO2 en un 90%, mientras que la eliminación de carbono sólo representa un 10%. Aun así, el 10% de la solución a un problema tan grande como el cambio climático sigue siendo algo que no podemos ignorar.

En 2021, el mundo gastó un total de 755.000 millones de dólares en reducir las emisiones. Probablemente, deberíamos aspirar a gastar alrededor del 1% de ese dinero en tecnologías de eliminación de carbono hoy en día. Y es que invirtiendo hoy nos aseguramos estar bien posicionados para revertir el calentamiento global en el futuro.