Ucrania enfrenta los daños ambientales de la guerra

Los ataques han liberado sustancias contaminantes que afectan a la salud de los ciudadanos, el aire y el agua. No se descarta un desastre nuclear y se prevé que se frenen los acuerdos climáticos

En un giro insospechado de la historia moderna, sólo esperado por quien lo ha provocado, las bombas han vuelto a impactar en suelo europeo. La invasión rusa de Ucrania ha supuesto un shock para un mundo que pensaba que, al menos en occidente, los conflictos armados jamás se repetirían. Millones de refugiados, muchos más de desplazados; ciudades destruidas, muerte y caos. Pero, más allá, y de forma silente, los ucranianos están expuestos también a un desastre que les afectará en el medio y, sobre todo, en el largo plazo, habiendo quedado expuestos a niveles de contaminación que precipitarán graves enfermedades y, seguramente, hambrunas, que seguirán suponiendo un ataque a su integridad después de ser depuestas las armas y una vez acalladas las bombas.

Los efectos en la salud y los daños ambientales de cualquier conflicto armado son muy difíciles de cuantificar y están directamente marcados por las características del escenario de la guerra. Ucrania, país europeo de más de 44 millones de habitantes, presenta unas altas cotas de industrialización que redondean la posibilidad de que en su suelo se perpetre también lo que algunos expertos denominan “ecocidio”.

Desde el primer día de guerra, Rusia ha colocado las infraestructuras militares y de abastecimiento como principal objetivo. Así, sus primeros ataques fueron perpetrados contra instalaciones del Ejército ucraniano y espacios industriales, para mermar rápidamente la capacidad operativa del país.

Las bombas, los incendios posteriores difícilmente sofocados... la destrucción libera y dispersa, con ellos, cantidades de carcinógenos, metales y agentes contaminantes en proporciones difícilmente cuantificables, pero que afectan directamente a la salud de quienes están obligados a inhalarlos abocándolos a enfermedades cardiorespiratorias y al desarrollo de tumores.

Más allá, es el subsuelo ucraniano el que preocupa. El país es una de las mayores reservas de carbón y metales del mundo, y son estos espacios objetivos prioritarios, también, para el presidente ruso Vladimir Putin.

En los primeros compases de la guerra, el ejército ruso procuró severos ataques sobre la planta de Azovstal de Mariupol, una de las más grandes instalaciones metalúrgicas de Europa, y el asedio programado a la región del Donbass, surcada en su interior por miles de kilómetros de túneles y minas de carbón, ha provocado que las sustancias químicas nocivas afecten a los torrentes de los ríos subterráneos, emergiendo y contaminando también la superficie y, finalmente, el mar.

Peligro de desastre nuclear

La de Ucrania es la primera guerra que se libra en un país tan fuertemente nuclearizado. Por el país se distribuyen hasta 15 reactores nucleares, y en su suelo se erige también la tercera central más grande de Europa, la de Zaporiyia.

El Gobierno ruso no ha sido tampoco respetuoso con estas instalaciones potencialmente letales. El ejército de Putin atacó, durante la segunda semana del conflicto, las inmediaciones de la Central de Zaporiyia poniendo en peligro la correcta marcha de una instalación que conserva residuos nucleares. La ocupación militar de Chernóbil también catapultó los índices de radiación, viéndose multiplicados por 20.

Los acuerdos por el clima comprometidos

“Los países están tan consumidos por el suministro inmediato de gas y petróleo que están renunciando a disminuir el uso de combustibles fósiles. Esto equivale a la destrucción mutua asegurada”. Es la alarma pulsada por el secretario general de la ONU, António Guterres que lamenta que, de seguir así, “el mundo puede decir adiós al aumento máximo de temperatura de 1,5 grados a finales de siglo”.

La economía de guerra ha dinamitado los compromisos escritos. No sólo China y La India han incrementado su producción de carbón, sino que las naciones occidentales más comprometidas con las políticas verdes han vuelto a mirar al carbón y al gas licuado como alternativa al gas ruso, y han comenzado a valorar también retrasar el apagón nuclear.

Las palabras de Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, confrontan con los movimientos prácticos de muchos países. “Cuanto más rápido pasemos a las energías renovables y al hidrógeno, más rápido seremos independientes”.