La solución más “profunda” al problema del agua

En esta realidad loca que estamos viviendo, con crisis de todo tipo que afectan a tantas cosas -y que incluso han conseguido que nos olvidemos de la pandemia-, no es fácil llevar otros contenidos a la actualidad de los medios de comunicación. Hace unos días se celebraba el Día Mundial del Agua, una fecha que pocos años atrás captaba la atención de los informativos de las cadenas de televisión. Porque todos somos conscientes de la importancia del agua para la vida, y de protegerla para que nos dure y poder seguir viviendo. Este año, sin embargo, la fecha ha pasado con más pena que gloria. Como tantas otras cosas.

El espacio informativo es limitado, y suele ocurrir que tras lo urgente se quedan en el camino otros temas menos acuciantes, pero también importantes. Pero lo cierto es que el problema del agua es urgente, importante y acuciante, y merece que le dediquemos una atención especial, no ya cada 22 de marzo -que también-, sino durante los 365 días del año.

Según el Joint Monitoring Program (JMP), el programa de la OMS y UNICEF que monitoriza el progreso hacia el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 6 de garantizar el agua y saneamiento para todos, se estima que actualmente hay al menos 489 millones de personas en todo el mundo que no disponen de acceso a agua potable.

No es una casualidad que estas personas vivan en los lugares más pobres del planeta. Por un lado, porque la falta de agua es la mayor de las pobrezas posibles. Por otro, porque para abastecer de este recurso a la población hace falta invertir en infraestructuras y mantenimiento, y muchos de esos territorios no disponen de recursos económicos suficientes para acometer esto de forma adecuada. Y así entran en una espiral, porque si no gestionan bien sus recursos hídricos será imposible que salgan de la pobreza y el subdesarrollo.

Pero lo más triste -y al mismo tiempo también lo más esperanzador- es que muchas de esas áreas, donde abundan las comunidades en las que mujeres y niños se ven obligados a caminar durante varias horas para llenar sus bidones con agua de dudosa calidad sanitaria para abastecer a sus familias -aun a riesgo, muy frecuente, de contraer enfermedades-, podrían disponer de agua potable de una forma relativamente sencilla.

Pongamos el ejemplo de África, donde viven más de 246 millones personas sin acceso a este recurso esencial para la vida. Tal vez no se nos ocurriría imaginar que en su subsuelo existe una inmensa reserva de 500.000 kilómetros cúbicos de agua, cien veces más que sus reservas de agua en superficie. Hablamos de 500.000 billones de litros, que garantizarían el abastecimiento diario de todas estas personas durante varios años.

Para extraerla, se podría invertir en pozos. Pozos como los 117 que en AUARA hemos instalado en diferentes países de África, Asia y América del Sur en estos cinco años de vida, gracias al apoyo y colaboración de todas las empresas y particulares que han elegido consumir nuestra agua mineral con un fin social. Pozos que hemos podido construir gracias a nuestros partners colaboradores en el terreno, y que a día de hoy han generado ya más de 124 millones de litros de agua potable.

¿Cuánto cuesta poner en funcionamiento un pozo de estas características? Según nuestra propia experiencia, el precio medio en África ronda los 4.600 euros, y cada uno de ellos puede abastecer a unas 500 personas. Aplicando estos datos, podríamos inducir que, construyendo unos 491.800 pozos, podríamos cambiar la vida de esos 246 millones de africanos sin acceso a agua potable, brindándoles nuevas oportunidades de desarrollo y crecimiento económico. Esto supondría una inversión aproximada de 2.260 millones de euros, una cantidad que puede sonar elevada si la miramos de forma aislada, pero que representa apenas el 0,1% del presupuesto que cada año se destina a nivel mundial a fines militares. Puesto en perspectiva, ya no parece tanto.

Es decir, la solución al problema del agua en África podría estar en su subsuelo, en sus ricas y abundantes aguas subterráneas, que este año han sido las protagonistas en la campaña de Naciones Unidas para el Día Mundial del Agua.

Ciertamente, conviene recordar el papel esencial que desempeñan estos recursos hídricos para proveer a la población mundial: se calcula que unos 2.500 millones de personas dependen de las aguas subterráneas para cubrir sus necesidades básicas de agua diarias. Por ello, resulta esencial reivindicar su gestión sostenible, para que puedan seguir abasteciendo a las generaciones futuras.

Estas estimaciones de la inversión necesaria para paliar la escasez de agua a través de la construcción de pozos no dejan de ser cálculos aproximativos y meramente simbólicos. Hace un par de años hicimos algo similar poniendo el foco en la instalación de tanques de recogida de agua de lluvia como otra alternativa posible para resolver el problema del abastecimiento en territorios con importantes registros anuales de precipitaciones pero que, por falta de inversión en infraestructuras, no se están aprovechando.

Sin embargo, es una fórmula basada en datos reales que nos sirve para afirmar que hacer realidad el ODS 6 y garantizar el acceso a agua potable y saneamiento para todos es posible. Los recursos están ahí, por lo que la primera máxima es protegerlos y cuidarlos, desde el individuo hasta la ciudadanía en su conjunto, desde las políticas públicas hasta nuestras acciones privadas del día a día. Pero el siguiente factor elemental es la voluntad. Para resolver el problema del agua hace falta una profunda reflexión e implicación a gran escala. Y que todos, en la medida de nuestras posibilidades, contribuyamos con pequeños gestos a cambiar las cosas.