El valor de cuidar lo nuestro

Recientemente hemos vuelto a conocer de la mano de la ONU, a través de su Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), las consecuencias de la actividad del hombre sobre el planeta. Y no son de lo más favorables, como podríamos imaginar. El Mar Mediterráneo, una de nuestras más preciadas joyas naturales y culturales, se observa como uno de los más afectados por el cambio climático.

Nuestro mar se calienta por encima de la media y en el mejor de los escenarios, según explica Francisco J. Doblas-Reyes -uno de los científicos que ha coordinado el informe lo hará para finales de siglo en 3,5 grados y hasta en 6,5 grados en el escenario más pesimista. Por la situación geográfica y sus características climáticas, la Península Ibérica sufrirá especialmente las consecuencias de la subida de las temperaturas. Subida del nivel del mar, desertificación, migración de especies o incluso la desaparición de éstas, migraciones poblacionales o desaparición de cultivos son solo algunos de los terribles resultados que nos depara el futuro si no frenamos las emisiones de carbono a la atmósfera para el 2030.

Para aquellos que, por alguna extraña razón, siguen dando la espalda a la casa natural en la que vivimos, apelaremos a las consecuencias de todo ello en su cartera y en la prosperidad de nuestra sociedad desde un prisma más macroeconómico. La desaparición de materias primas y la desestabilización de los ecosistemas pone en serio riesgo el suministro de las empresas, su base de consumidores y sus mismas operaciones.

Pero si nos centramos en lo más obvio, ¿y qué será del turismo? Recordemos que esta industria supone un 12,4% de nuestro Producto Interior Bruto, si cogemos como referencia el dato del último año prepandemia (2019). Y si observamos las últimas cifras publicadas por el INE, ya en este año tenemos visos de recuperación que nos indican que el sector seguirá siendo un activo económico fundamental; tanto con el turismo nacional que superó en julio los récords previos a la pandemia con 14,9 millones de pernoctaciones de viajeros residentes en España como con el regreso del turismo internacional. Esperemos que así sea.

Merece la pena, por tanto, proteger al máximo el activo natural excepcional con el que contamos y que nos señala en el mapa como un atractivo turístico único. En España contamos con cerca de 8.000 kilómetros de costa, somos el país con mayor número de reservas de la biosfera del mundo (hasta 52) y el de mayor biodiversidad de la Unión Europea, con 85.000 especies. Grandes privilegios que requieren grandes responsabilidades y que nos obligan a ser los mejores guardianes de este patrimonio.

Soy muy optimista respecto a la posibilidad de darle la vuelta a la situación, si bien hay que acelerar el paso. La mejor de las noticias: vivimos en un paraíso y no me cabe duda de que las voluntades de todos están a la altura para protegerlo. Instituciones y organismos públicos, empresa privada, entidades como Ecovidrio, la industria turística y la hostelería, los ciudadanos y los propios turistas tienen -tenemos- la obligación y las herramientas para ponernos en marcha.

En 2020, tras el confinamiento, desde Ecovidrio pudimos observar a través del estudio Los españoles y el medioambiente en tiempos del Covid-19 cómo para el 97% de los encuestados su principal deseo era participar de una sociedad futura que cuidara más del medioambiente y de nuestros mayores. El sentir de un consumo más responsable de los recursos y la mejora en el reciclaje de los residuos era otra de las grandes conclusiones extraídas del informe. Pero las palabras hay que acompañarlas con hechos, y el verano, en el que se incrementa exponencialmente la actividad turística, es una oportunidad excepcional para progresar hacia una economía baja en emisiones y circular.

Desde Ecovidrio sabemos que el cambio es posible, que ya ha empezado y que no tiene retorno. En nuestro ámbito de actuación, la gestión de los residuos de envases de vidrio, queremos contribuir impulsando al sector hostelero en esta transformación hacia un modelo más sostenible. Llevamos años invirtiendo una media anual de 6 millones de euros en formación a los hosteleros, facilitándoles recursos, materiales y servicios de recogida puerta a puerta para mejorar su labor en el proceso de reciclaje; así como en la puesta en marcha de campañas de sensibilización ciudadana. Banderas Verdes es una de esas campañas estivales que proyectamos para sensibilizar a la población en torno a un turismo sostenible e incrementar la recogida de envases de vidrio en los meses del año en que más se consume (el verano es la época en la que se recoge el 30% del total del vidrio anual). Se trata de un proyecto intensivo que justamente se desarrolla en las cinco Comunidades Autónomas bañadas por el Mediterráneo; una de las zonas más turísticas de nuestro país.

Las políticas integrales y los esfuerzos conjuntos, esta es la única vía para construir una sociedad resiliente y para recuperarnos, pero recuperarnos en clave verde. Una transición en la que a buen seguro los fondos Next Generation de la Unión Europea ayudarán para la reconfiguración del tejido económico nacional. Ya hemos sido testigos de la llegada de los primeros 9.000 millones de euros a España que servirán para favorecer la digitalización e impulsar la competitividad de nuestra industria turística en el contexto internacional. Unas inversiones que han de tener presente el futuro que queremos dejar a las generaciones que vendrán y el planeta en el que queremos que habiten. Replantearnos el turismo de masas, la cohesión y vertebración social, el uso y aplicación de los recursos naturales y la generación y eliminación de residuos serán algunas de las prioridades del país.

Los meses que restan de 2021 -en los que se celebrará la próxima COP26- serán importantes para que la concienciación pase a ser activación. No hay tiempo para excusas y el planeta precisa de que todos trabajemos ya, normativamente o no, sobre la base de un futuro mejor.