¿Qué podemos esperar de la COP26 de Glasgow?

Recuperando una cierta normalidad prepandemia, Glasgow acoge la 26 Conferencia de las Partes (COP) organizada por Naciones Unidas y a la que asisten representantes de cerca de 200 países. De todo lo que pasará en la ciudad caledonia, y será mucho, considero que vale la pena prestar atención a cuatro elementos. En primer lugar en cómo llegan los países o las partes; en segundo lugar, los avances en la ejecución del Acuerdo de París, que recordemos ya está en vigor desde el pasado 1 de enero; en tercer lugar, la financiación; y en cuarto lugar, en analizar cuáles son los movimientos vinculados a las entidades no gubernamentales lideradas por el sector privado.

¿Cómo llegan las partes? Hablar de partes o países debe ser proporcional a su nivel de emisiones de CO2. Los principales emisores mundiales, China y EEUU ya con la Administración Biden plenamente implicada, están impulsando conjuntamente la acción climática. Los EEUU han aumentado su participación en muchas plataformas orientadas a la reducción de emisiones. Lo están haciendo con inversiones de miles de millones de dólares año tras año. Esto es la muestra que el tándem formado por Joe Biden y John Kerry, su enviado especial para el Clima, quieren recuperar el tiempo perdido. Aun así, tienen problemas internos y llegan a Glasgow sin una legislación propia aprobada por el Congreso, algo a lo que se habían comprometido y que puede sembrar dudas entre otros países.

Si bien la apuesta de China por la lucha contra el cambio climático es decidida y firme, también está determinada por factores internos. El gigante asiático está sufriendo una profunda crisis energética, que ha provocado una desaceleración de su crecimiento económico, unas consecuencias que estamos sufriendo el resto del mundo en la falta de suministros. Sin embargo, ha dejado de financiar centrales térmicas de carbón en países terceros, lo que ratifica su compromiso.

La India, el tercer emisor mundial y además el tercer productor mundial de carbón, también está sufriendo una subida drástica en los precios de la energía, con lo que se ha acentuado su dependencia del carbón. Asimismo, Rusia que es el cuarto emisor, se comprometió a reducir el uso de combustibles fósiles, pero no ha dado señales correctas de cómo va a hacerlo. Sabremos más durante la COP.

No todo son dudas en cuanto a las partes o países. La Unión Europea continúa liderando la ambición climática. Sin ir más lejos, los 27, pese a las reticencias de Polonia presentó el pasado diciembre la iniciativa de elevar del 40% al 55% la reducción de sus emisiones en 2030. También está apostando por dejar de financiar proyectos vinculados a los combustibles fósiles y ha marcado un plan de ruta de sus políticas de desarrollo adaptadas a luchar contra el cambio climático.

Toda esta política de Acción Global Europea está determinada por un concepto claro: la ambición. Desde Europa se pide que ésta sea una COP ambiciosa en la lucha contra el cambio climático de la que salga un claro compromiso: cumplir lo pactado y no superar el aumento de las temperaturas en un 1,5°C, respecto a los niveles previos a la revolución industrial.

Señalaba que un segundo elemento a seguir en la COP26 es ver la parte final respecto a la interpretación, el desarrollo y la ejecución del Rulebook del Acuerdo de París. En más de un 90% todo lo que se estipulaba en el ambicioso Acuerdo de 2015 ya debería estar ejecutándose, pero queda por complementar parte de los artículos 6, 9 y 13, principalmente.

Con respecto al artículo 6, vinculado a la compra y venta carbono, es necesario que exista un mercado mundial del carbono. Con ello no solo se evitará una doble contabilidad de los créditos de carbono. Necesitamos un único mercado mundial de carbono que comportará transparencia en las transacciones de compra y venta de los derechos de emisión. También facilitará la realización de proyectos de reducción o secuestro de gases con efecto invernadero. Una de las trabas de este artículo tiene que ver con qué tipo de proyectos y créditos van a quedar dentro y fuera del Acuerdo de París.

En Glasgow debe definirse también el alcance del artículo 13, que describe con qué frecuencia y detalles hay que informar de los esfuerzos climáticos que realiza cada país. Esto se hará a través de un mecanismo común de seguimiento que proporcionará Naciones Unidas y que será “medible, fiable, comprobable y verificable”. Un informe de transparencia que debe hacerse cada dos años y que entra en vigor en 2024. El artículo 9 va vinculado a la financiación, el tercer elemento a seguir en la COP26. Dicha financiación debe comunicarse tanto por los países donantes como por los receptores, de manera que sea totalmente transparente y que podamos verificar que se cumplan los compromisos. En este aspecto, señalar que la financiación todavía es insuficiente. No todos los países están cumpliendo sus promesas pese a esfuerzos milmillonarios como los realizados por los EEUU. Los 100.000 millones prometidos a partir de 2020 todavía no están disponibles para aquellos países que de verdad están sufriendo las consecuencias del cambio climático. Importante es la transferencia de tecnología para que los países en desarrollo emitan de forma más sostenible.

En cuanto a las posiciones que están tomando los Non State Actors, con la empresa privada a la cabeza, debemos destacar que el sector privado también pide ambición para que puedan materializarse todas las oportunidades. El “activo verde” va a estar muy presente para las empresas y empresarios que participen en la COP26. Estamos pasando de una economía marrón a una verde con inversores que, por primera vez, detectan menos riesgo en proyectos sostenibles que en otros de origen fósil. Ambición, certidumbre y fondos, como los Next Generation, pueden ayudar a reorientar la economía hacia un modelo sostenible. Como conclusión, de la COP26 de Glasgow debemos salir con el compromiso de que todos los países acuerden, desde el multilateralismo y la transversalidad, reducir sus emisiones de una manera más ambiciosa. También que desde los países desarrollados se aumenten las ayudas a aquellos en desarrollo; y en tercer lugar que acabe de desplegarse el articulado del Acuerdo de París, que es el marco que regirá la lucha contra el Cambio Climático las próximas décadas.