Noruega se posiciona como líder en captura y almacenamiento de CO2

El Gobierno de Erna Solberg avanza con paso firme en la consolidación de ‘Longship’, un proyecto a gran escala para capturar y almacenar carbono en el Mar del Norte que pretende convertirse en motor de cambio para la actividad productiva de todo el continente e impulsar la descarbonización de la industria.

Una infraestructura pionera en Europa para capturar, transportar y almacenar CO2 en un espacio submarino en el Mar del Norte. Así es cómo Noruega ha logrado convertirse en el país que, con más ambición, apuesta por nuevas fórmulas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. El proyecto Longship (denominado así en alusión a los barcos vikingos) avanza hacia su inminente implementación y se plantea como una solución no solo para la industria del país, sino como motor de cambio para la actividad productiva de todo el continente.

La planificación que contempla el proyecto, el primero de estas características que se diseña en Europa, dibuja un protocolo por el que el dióxido de carbono generado en una planta cementera ubicada en las afueras de Oslo será capturado, enviado en estado líquido a una terminal de la costa oeste de Noruega y transportado después, ya licuado, por una tubería hasta su depósito definitivo: un espacio de almacenamiento situado a 2.600 metros de profundidad en el Mar del Norte, donde permanecerá de forma permanente.

Más allá, la intención es aplicar este mismo modelo a los gases de efecto invernadero generados por otras plantas y, con el tiempo convertirse en una alternativa para almacenar el CO2 derivado de la actividad industrial en el resto de Europa, ya que se prevé que las instalaciones tengan una vida útil de 25 años.

Para llevar a cabo este ambicioso plan, el Gobierno de Erna Solberg se ha aliado con Northern Lights, una sociedad compuesta por la petrolera noruega Equinor (antigua Statoil), la angloholandesa Shell y la francesa Total. Las tres compañías tienen experiencia probada en el desarrollo de esta tecnología, ya que el proceso de captura, transporte y almacenamiento es similar al de producción y transporte de hidrocarburos, y también cuentan con el conocimiento geológico necesario para realizar las labores de almacenamiento.

El consorcio ya ha comenzado a preparar las instalaciones que permitirán dar comienzo a la primera fase. A principios de 2021 comenzó a construirse la planta en tierra que almacenará el CO2 hasta su traslado definitivo al yacimiento marino, y las previsiones apuntan a que estará terminada en la primavera de 2022, si bien la el proyecto no se iniciará hasta mediados de 2024. Para esa fecha también estarán listos dos barcos transportadores que dispondrán de un volumen de carga de 7.500 metros cúbicos y una longitud de 130 metros.

El coste estimado del proyecto asciendo a 2.400 millones de euros aproximadamente, y el 80% del total será asumido por el Gobierno noruego. Equinor, Shell y Total, por su parte, han comprometido una inversión cercana a los 662 millones de euros.

Durante la primera fase, Longship pretende capturar y almacenar 1,5 millones de toneladas de CO2 anuales, hasta alcanzar un total de 40 millones, si bien la capacidad de almacenamiento de las instalaciones podría ampliarse hasta cinco millones de toneladas en una segunda etapa.

Descarbonización de la economía europea

La captura y almacenamiento de carbono (CAC) se ha convertido en una técnica indispensable para reducir los niveles de CO2, impulsar la descarbonización de la economía europea y cumplir con el objetivo climático establecido en el Acuerdo de París, aunque muy pocos países han decidido utilizarla en sus fábricas debido a su elevado coste. Sin embargo, cada vez aparecen tecnologías más innovadoras para dar solución a este problema y, además, hacer negocio.

Y es que Europa se posiciona como el tercer gran emisor de gases de efecto invernadero a escala global aportando un 8% del total, tras las otras dos grandes potencias mundiales: China y Estados Unidos.

Al igual que el resto de estados adheridos al Acuerdo de París, la Unión Europea asumió en su momento el objetivo de recortar las emisiones un 40% de cara a 2030, aunque la llegada de Ursula Von der Leyen a la presidencia de la Comisión implicó la firma de un compromiso aún mayor, elevando este porcentaje hasta un 55%.

Las emisiones responsables del calentamiento global han ido disminuyendo paulatinamente en la UE registrando una rebaja del 24% respecto a los niveles de 1990, según la Agencia Europea del Medio Ambiente. En 2019 los gases de efecto invernadero se vieron recortados un 3,7% en 2019 y un 10% en 2020, aunque ese retroceso está ligado al confinamiento y a la paralización de la actividad.