Otro modelo de regadío es posible

Las explotaciones familiares somos sostenibles, somos necesarias y somos regadío. En una agricultura con necesidad de certeza, en un país como el nuestro, con un cambio climático que afecta a los habitantes del medio rural en primer lugar, apostamos por ampliar los regadíos de forma sostenible.

Desde el sistema de planificación anterior -recordemos que estamos en plena revisión de planes hidrológicos de cuenca-, adolecemos de visión global y de un modelo de explotaciones a las que priorizar. Nosotros defendemos que las explotaciones familiares que generamos asentamiento de la población en el territorio y reparto de la riqueza de forma social dando empleo local y vida a los pueblos debemos ser priorizadas para obtener nuevas concesiones. También tenemos que revisar las concesiones antiguas, no adaptadas a los cultivos o insostenibles.

Hemos que conseguir que los regantes no tengamos “miedo” a la hora de cambiar de cultivo o en caso de necesitar más o menos agua, ya que los bancos de agua deben dar tranquilidad y no mercantilizarse, como está pasando.

Cuando hablamos de qué es lo que hay que hacer en nuestro país en temas de agua y regadíos, en la mayoría de las ocasiones vemos tres caminos: de forma localista -sólo vemos lo nuestro, si tenemos agua para regar o no, o si el pueblo vecino se lleva el agua de nuestro territorio-; tipo hooligan no tocalista -lo mejor es no tocar nada, se mueran o no los cultivos, se tengan que abandonar o no los pueblos, como si las riquezas de hoy no hubiesen sido mejoradas y mantenidas por nuestros antepasados y lo único que hacen los regantes es esquilmar y esquilmar- y la forma aguateniente -cuanto menos agua haya mejor porque más me pagan a mí que tengo el control-. Ejemplos tenemos en la gestión de regadíos, pero sobre todo en el agua de boca, un ámbito en el que llevan muchos años invirtiendo los fondos de inversión y los especuladores empresariales para hacer más negocio con una necesidad vital de todos, pero cuando tienen que hacer labores de mantenimiento o atender los derechos de los trabajadores, deciden subir la tarifa o acudir al rescate con ingentes cantidades de dinero público.

Creo que debemos verlo de forma global sabiendo que tenemos un clima seco, con crisis de sequía periódicas y con momentos cortos de lluvias torrenciales. Necesitamos decidirnos por un cuarto modelo social y sostenible, el de la agricultura familiar, que engloba la conservación con la generación de riqueza. Si afrontamos la situación desde esta perspectiva, tendremos una visión más amplia, rica, satisfactoria y beneficiosa para regantes, el medio y la sociedad en general. Dentro de este modelo sostenible social y medioambiental debemos poner en marcha una gestión global interconectada y solidaria del agua de riego. También deben integrase las conexiones entre cuencas, la solidaridad y las obras de interés general.

Por tanto, hay que invertir. Hay que finalizar las obras ya empezadas, algunas de ellas incluso terminadas como, por ejemplo, la presa de Siles o la de Rules, donde la administración estatal y la autonómica llevan años pasándose la pelota sin ponerse de acuerdo sobre a quién compete seguir con el proyecto.

Tenemos que planificar una serie de obras de inversión reducida respecto de los beneficios, porque las macro obras faraónicas sólo benefician a multinacionales. Como ejemplo podemos citar el recrecido del embalse del Agrio o la creación de balsas laterales a los cauces para almacenar agua en momentos de crecidas.

Consideramos de especial interés realizar una apuesta con un plazo definido de cinco años en la que todas las aguas, sean de la población que sean, estén regeneradas para poder verterlas a los cauces y, desde ahí, nutrir los caudales y poder hacer nuevas concesiones.

Entendemos que se debe producir una revisión de las concesiones para adaptarlas al modelo de explotación familiar y a los cultivos para que no produzcan sobredotaciones y, por tanto, aparezcan aguatenientes. Propuesta que debe de estar conectada con los bancos de agua.

Al pago del agua de riego con un sistema de doble tarifa lo consideramos de vital importancia. Así, se debe sustituir el pago por hectárea por la inclusión del pago por consumo. Proponemos diseñar un sistema de pago base que se sume a una fórmula de pago por volumen para todos los territorios.

Entre las tareas a realizar también debemos incluir la modernización de los regadíos. Tenemos que plantearnos que para el 2030 todos los regadíos estén modernizados con sistemas de riego localizado, monitorizado eficiente en el uso del agua y sistemas de eficiencia energética. Hemos realizado en el pasado modernizaciones que en la actualidad son insostenibles no por ahorro de agua, que lo hemos conseguido, sino porque han quedado obsoletas desde el punto de vista energético y, por tanto, son inviables económicamente para los agricultores.

Es fundamental, dentro de la sostenibilidad económica y social, que planifiquemos, incentivemos o, en algunos casos, sólo permitamos recuperar los suelos con medidas de apoyo al mantenimiento de cubiertas y con trabajos de mantenimiento y contención en toda la cuenca, de modo que las escorrentías de tierras, la erosión y la poca absorción de agua sea evitada. Y todo eso es posible hacerlo desde la base de eliminación de la crispación y creyendo en la gobernanza del agua, entendida como forma de participación en las decisiones y a largo plazo. No creemos en la participación informativa que tenemos en la actualidad, donde en los consejos del agua, cuando están constituidos, no sirven nada más que para escuchar lo que van a hacer políticos interesados y tecnócratas unidos a multinacionales. La ciudadanía española es madura, formada y está preparada para dar una respuesta consensuada a los grandes retos de gestión que tenemos para el agua de regadío y para la gestión del agua en general. Y queremos participar.