La otra gran oportunidad del vehículo eléctrico

El proyecto estratégico de impulso a la movilidad eléctrica recogido en el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia del Gobierno supone una oportunidad sin precedentes para que nuestro país dé un salto en desarrollo e innovación de baterías para vehículo eléctrico. No obstante, esto implica también reforzar la infraestructura para el reciclaje y reutilización de estos componentes, ya que sólo así estaremos preparados para cerrar el círculo de un elemento, las baterías, en constante evolución tecnológica, pero también un flujo de residuos en crecimiento.

En concreto, dos son los aspectos contemplados en este proyecto dotado con los fondos Next Generation que más han acaparado la atención pública. Por un lado, el programa MOVES III que constituye la primera línea de actuación del plan de recuperación en materia de movilidad sostenible. Este contará con ayudas de hasta 7.000 euros para la compra de un vehículo eléctrico, lo que supone un incremento del 27,2% en comparación con el anterior plan MOVES, que contaba con ayudas de hasta 5.500 euros.

El otro aspecto destacado es el anuncio de un consorcio público-privado para construir la primera fábrica de baterías para vehículos eléctricos de nuestro país en colaboración con Seat, Volkswagen e Iberdrola y abierto a otros socios. Con este proyecto, nuestro país dispondría de todos los elementos de la cadena de valor “para fabricar de forma autónoma y competitiva un vehículo eléctrico conectado completo”, tal y como señala el Ejecutivo. Se trata, sin duda, de un proyecto esencial para estimular un sector crítico para enfrentar el complicadísimo escenario económico que tenemos por delante. No obstante, quisiera llamar la atención sobre un punto igual de estratégico, pero que ha pasado más desapercibido.

Me refiero a la oportunidad extraordinaria de desarrollo socioeconómico sostenible que supondría reforzar, como parte de este proyecto estratégico, un subsector deficitario en nuestro país, el de la gestión ambiental de las baterías de los vehículos eléctricos. No hemos de olvidar que la creación de un modelo industrial competitivo exige, en este como en todos los sectores, ser capaces también de reducir nuestra dependencia del exterior en el abastecimiento de materias primas. Y es que, según datos de la Asociación Española de Proveedores de Automoción (SERNAUTO), Europa necesitará casi 60 veces más litio y 15 veces más cobalto de aquí al 2050 para satisfacer la demanda de coches eléctricos y de almacenamiento de energía.

Por tanto, a nuestro juicio, invertir en incrementar la capacidad de gestión de estos residuos permitiría cimentar una actividad con un potencial importante de creación de empleo de calidad, dada la magnitud que este flujo de residuos alcanzará en los próximos años. De hecho, según nuestros datos, ya existe una tendencia de crecimiento tanto del porcentaje de baterías puestas en el mercado como de las recicladas. En concreto, nuestros registros señalan un 59% y un 23% más de baterías de este tipo puestas en el mercado en 2019 y 2020, respectivamente. Por su parte, las baterías recicladas aumentaron un 500% en 2019 y un 136% en 2020, respecto a los años anteriores.

Asimismo, apoyar esta actividad contribuiría además a solucionar la deficiencia de mercado que supone para nuestro país no disponer de ninguna planta dedicada al reciclaje de baterías de coches eléctricos e híbridos, así como de otros vehículos de movilidad personal como patinetes, bicicletas y motos eléctricas; y aportaría un importante valor añadido al sector de la movilidad eléctrica al reducir los costes de la gestión ambiental evitando su traslado a otros países.

A pesar de que la heterogeneidad en la composición química de estas baterías representa la principal dificultad para diseñar un único proceso de reciclaje, en los últimos años estamos asistiendo a importantes avances en materia de innovación y de legislación ambiental.

En términos de innovación, la tecnología actual de reciclaje de baterías de iones de litio permite recuperar entre el 55% y el 78% de los materiales, sobre todo hierro, pero también cobalto, níquel, cobre, aluminio y, los procesos más avanzados, además del litio; materiales que actualmente se destinan a otros usos en lugar de a la fabricación de nuevas baterías por la localización de la mayoría de las factorías en Asia.

Asimismo, y en materia legislativa, el avance definitivo en su gestión ambiental se producirá con la próxima incorporación del proyecto de Reglamento publicado por la Comisión Europea el pasado diciembre. Su objetivo es que todas las baterías comercializadas en la Unión Europea, incluidas las de los vehículos eléctricos e híbridos, sean sostenibles, circulares, de alto rendimiento y seguras durante todo su ciclo de vida, y que se recojan, reutilicen y reciclen, convirtiéndose en una fuente real de materias primas.

Para ello, el proyecto establece que las baterías de vehículos eléctricos deben recogerse en su totalidad y reciclarse con altos niveles de recuperación, en particular de materiales valiosos como cobalto, litio, níquel y plomo. También define un marco que debería facilitar su reutilización para que puedan tener una segunda vida.

Además, a partir de enero de 2027, los fabricantes tendrán que declarar el contenido de cobalto, plomo, litio y níquel reciclados; y desde 2030, tendrán que cumplir unos umbrales mínimos de contenido reciclado del 12% para el cobalto, el 85% para el plomo, el 4% para el litio y el níquel.

En definitiva, el impacto socioeconómico de la gestión de este tipo de residuos, acompañado de las medidas necesarias, apuntalarían el potencial de este subsector para convertirse en una de las palancas de la tan ansiada y necesaria recuperación económica, al tiempo que permitiría avanzar en la incorporación de las agendas verdes europea y nacional, tan ambiciosas como urgentes.