La burbuja especulativa de los derechos de emisión lastra la innovación

Los derechos de emisiones de CO2 están por las nubes. Hace tan sólo unos meses, ningún indicador hacía pensar que podían llegar a superar la barrera de los 25 o 30 euros por tonelada, pero en lo que va de 2021 los precios se han duplicado. Y las previsiones alertan de que esta escalada todavía no conoce techo. La ambición climática de la Unión Europea y la burbuja especulativa generada en torno a este mercado están provocando un incremento tan veloz como desproporcionado que, en muchas ocasiones, termina por lastrar los presupuestos que deberían ser destinados, prioritariamente, a la innovación y al impulso de tecnologías no contaminantes.

El mercado de los derechos de emisión fue creado en 2005 como uno de los mecanismos diseñados por Bruselas para combatir el cambio climático. A través de este sistema de comercio las instalaciones consideradas más contaminantes -centrales eléctricas, fábricas y compañías aéreas- adquieren unos permisos que les autorizan a emitir una determinada cantidad de gases a la atmósfera. El precio, durante los primeros años, era tan bajo que a la industria le resultaba más rentable pagar los costes asociados que invertir en transición ecológica, el verdadero objetivo de este mecanismo.

Sin embargo, la situación comenzó a cambiar en 2014 con la implantación de las nuevas metas climáticas para 2030 y, sobre todo, con la entrada en vigor del Acuerdo de París, que obligaba a reducir de forma sustancial las emisiones, provocando una paulatina disminución de los derechos por contaminar que cada año se otorgaban a las empresas. Los paquetes de emisiones gratuitas empezaron a reducirse, al igual que el total de derechos concedidos, que cayó un 1,74% de media anual entre 2013 y 2020. A partir de este año, está previsto que baje hasta un 2,2%.

Los planes europeos de descarbonización se han visto, además, acelerados con la llegada de Úrsula von der Leyen a la presidencia de la Comisión Europea, con la aprobación del Pacto Verde Europeo y, sobre todo, con la crisis sanitaria del Covid-19. En los últimos meses las autoridades europeas han marcado una trayectoria de reducción de emisiones de CO2 mucho más estricta para alcanzar la neutralidad climática en 2050 y proponen ahora reducir al menos un 55% las emisiones de gases de efecto invernadero para 2030. Este renovado y reforzado interés por la protección del medioambiente y los desafíos lanzados por las autoridades supranacionales han llamado la atención de los especuladores financieros, que han encontrado en los derechos de emisión de CO2 un mercado refugio en el que invertir su dinero mientras otras inversiones, como la bursátil, atraviesan un periodo de gran volatilidad e incertidumbre en los mercados ante la perspectiva de que comiencen a retirarse los estímulos económicos.