El Instituto Geográfico Nacional, 150 años cartografiando España

El Instituto Geográfico Nacional (IGN) ha celebrado el pasado septiembre su 150º aniversario. Esto supone un gran reconocimiento para toda una trayectoria realizada durante el último siglo y medio en el que esta institución siempre se ha debido al interés general de la sociedad en varias disciplinas en el ámbito de la Información Geográfica. El trabajo del IGN tuvo ya desde su fundación, entre otros cometidos, importantes mandatos legales que perduran hasta nuestros días, como es la concepción, producción y difusión de la cartografía del Estado en el periodo de la historia que más intensamente se ha transformado nuestro país. Esto convierte al Instituto Geográfico Nacional en fedatario público y fuente de información del territorio, que puede ayudar de manera rotunda en multitud de políticas públicas relacionadas con la gestión del agua, la conservación del medio ambiente y el fomento de la sostenibilidad en un contexto de crisis medioambiental como en el que nos encontramos en la actualidad.

A mediados del siglo XIX, el capitalismo, la Revolución Industrial y el Estado Liberal se establecieron en España de manera progresiva. Su desarrollo exigía una información geográfica precisa que sentara unas bases cuantitativas sólidas para modernizar el país, desarrollar infraestructuras de comunicaciones, explotar sus recursos naturales e iniciar una incipiente industria y sector servicios. El primer paso, como siempre, era dotar al territorio de una métrica adaptada a la frontera de la tecnología; es decir, formalizar la forma y dimensiones de la Tierra matizadas para el territorio en el que se deseaba realizar esta modernización. Esta labor la realiza la geodesia desde hace más de 2.400 años. Consiste en establecer un sistema geodésico de referencia que permita a la sociedad tanto responder preguntas elementales -por ejemplo, ¿dónde estoy? o ¿qué distancia debo recorrer?-, como resolver el proyecto y ejecución de complejas obras de ingeniería civil, desarrollar modernas comunicaciones o realizar la cuantificación y prospección de recursos naturales. Este interés por proporcionar métrica al Estado, estableciendo redes geodésicas, mareógrafos, puntos astronómicos, una red de nivelación y levantando un mapa topográfico preciso; la necesidad de inventariar los recursos económicos del país, elaborando un catastro rústico y urbano que sirviese a la contribución fiscal; el deseo de catalogar las materias primas geológico-mineras, hidrológicas y forestales; y la voluntad de ‘contar’ los habitantes de España, estableciendo un censo de población periódico, llevaron al Estado a crear a partir de 1849 una serie de Comisiones que fueron transformándose hasta alumbrar el Instituto Geográfico el 12 de septiembre de 1870.

Desde entonces, el Instituto ha ido introduciendo las tecnologías más vanguardistas, siempre con un objetivo común: cartografiar España. Desde su comienzo hasta mediados del siglo XX, la cartografía se generaba mediante topografía clásica. A principios del siglo XX, apareció la fotogrametría, que se generalizó en los años 1940 porque abarataba y agilizaba los procesos de toma de datos, y permitió terminar el mapa topográfico de toda España a escala 1:50.000 a mediados de los años 1960. En los 70, el lanzamiento de satélites y la captura de imágenes desde el espacio permitió comenzar a emplear la teledetección. En las últimas dos décadas, la tecnología LIDAR se ha incorporado al IGN. Permite generar modelos digitales de elevaciones con pasos de malla de muy alta precisión, gran rapidez de adquisición y costes relativamente bajos, desde luego inimaginables hace 150 años. Toda esta información del territorio, combinada con sistemas de información geográfica, ayudan a gestionar y planificar los recursos hídricos y ambientales y a fomentar la sostenibilidad en nuestro país.

Para imaginar el potencial de esta extraordinaria fuente de información, de valor incalculable, puede observarse el caso del río Ebro en todos sus tramos, incluido el delta. El delta del Ebro es un ecosistema único en nuestro país que está sufriendo una rápida e inquietante regresión en las últimas décadas. En este proceso han intervenido, entre otros, dos factores fundamentales. Por un lado, el aporte de sedimentos por parte del río ha menguado claramente durante las últimas décadas como consecuencia de la construcción de las presas de Mequinenza, Riba-roja y Flix en su tramo final. Estas barreras artificiales en el curso del río, con enormes virtudes para el control de las avenidas, el aprovechamiento hídrico y energético y el claro potencial que suponen para la economía nacional, han comportado, sin embargo, obstáculos infranqueables para los sedimentos. Por otro lado, sobre ese aporte de sedimentos ya mermado, se suma otro factor: el aumento del nivel del mar como consecuencia del cambio climático. Aumentos milimétricos del nivel del mar en una zona tan llana como el delta, que apenas consigue emerger sobre el nivel medio del Mediterráneo, están suponiendo que las zonas más expuestas se sumerjan paulatinamente.

Todos estos procesos del río Ebro en sus distintos tramos pueden observarse en la cartografía del Instituto. Por ejemplo, las planimetrías de Alfaro de 1927 permiten contemplar cómo discurrían los meandros en aquel momento. Sobre ellas se trazaron cómo discurrían los meandros tres décadas más tarde. Así pueden observarse las variaciones del río como consecuencia de las avenidas que tuvieron lugar entre ambas fechas. Si se compara esta cartografía, realizada mediante topografía clásica, con fotografías aéreas de la segunda mitad del siglo XX, imágenes de satélite de principios del XXI o modelos de elevaciones generados a partir de nubes de puntos LIDAR actuales, puede llegar a inferirse una información de gran utilidad para observar estos procesos. Por supuesto, análisis semejantes podrían llevarse a cabo en las Marismas del Guadalquivir, donde las primeras planimetrías precisas datan de 1873, la Albufera de València, con planimetrías desde 1902, o cualquier otra zona. Las iniciativas, proyectos y acciones del IGN sobre el cambio climático pueden consultarse en la web.

Así, la cartografía del IGN se erige en una fuente de información geo-histórica fundamental para analizar los cambios del territorio y resulta crucial para llevar a cabo estudios relacionados con el agua, el medio ambiente, la sostenibilidad y el cambio climático. Este gran legado permite impulsar el IGN del futuro, en el que la institución debe seguir volcándose en ser útil a la sociedad como garante y tutela de la representación y el análisis del territorio a través de la información geográfica y cartográfica.