La recuperación que necesitamos: verde y circular

Vivimos un momento decisivo en el que las profundas heridas provocadas por la pandemia son aún visibles. Sin duda, y la fundamental, desde el punto de vista humano, con el enorme dolor que ha dejado a su paso por nuestro país; desde el económico, por todas las dificultades a las que nos ha llevado esta pandemia, pero también desde el medioambiental, porque hemos sido conscientes del enorme impacto que nuestra actividad tiene en la naturaleza y del daño que le estamos haciendo al Planeta. Tres ópticas que a partir de ahora ya nunca más deberán separarse.

Tras unos meses de incertidumbre en los que los datos económicos no habían sido buenos, ahora las perspectivas han cambiado. La Comisión Europea acaba de publicar un informe en el que mejora sus previsiones de crecimiento para el PIB de nuestro país del 5,9% para este año y del 6,8% para el 2022. Una evolución que, de seguir así, situaría de forma casi inmediata a nuestro PIB en niveles prepandémicos. Se presenta, por tanto, una oportunidad única: la de iniciar una recuperación que no conlleve cometer los mismos errores del pasado y que tenga en cuenta esa triple óptica. Solo habrá futuro si la recuperación es más verde y más justa.

Sin lugar a dudas, la pandemia está siendo el acicate necesario para acelerar las transformaciones estructurales -y no solo tácticas- que Europa está abordando ya desde hace unos años. La Unión Europea quiere recuperar el liderazgo perdido en aspectos cruciales geopolíticamente como la lucha contra el cambio climático, aumentando su compromiso de reducción de CO2 para 2030, protegiendo más su biodiversidad y mejorando la calidad de vida de sus habitantes. Todo ello, como expresa la voluntad del Green Deal, entronca con la visión de una economía más circular. Hoy, más que nunca, ecología y economía giran juntas: si Europa no es capaz de generar riqueza y empleo sobre las bases de la preservación del medio ambiente y la colaboración, nunca podrá ser un “paraíso verde”.

Las predicciones hablan de que, si se toman las acciones necesarias para transitar hacia la economía circular, se podrían crear hasta 580.000 empleos en la UE. Sin embargo, no se trata tanto de crear “muchos puestos de trabajo” -que también-, sino de hacer transitar las fuerzas del trabajo hacia nichos de empleo de mayor cualificación y alineados con una Europa que necesita desde ya mismo profesionales de la gestión de los recursos, la economía circular, el control de los servicios sistémicos del capital natural, la digitalización, las energías renovables, la arquitectura sostenible, la agroecología, la inteligencia artificial, la gestión de dato o las infraestructuras verdes urbanas. En resumen: empleo verde y de calidad, basado en una apuesta constante por la innovación y la tecnología. Un ejemplo de ello lo encontramos en el reciclaje de los envases domésticos, una actividad que ya ha generado en España 46.000 puestos de trabajo, más de un 18% en los últimos cuatro años, y que gracias a la innovación ha sabido evolucionar para apostar por procesos cada vez más eficientes y sostenibles.

Otro ejemplo de este “maridaje” ambiental/tecnológico es la reacción positiva del tejido empresarial frente a los retos ambientales y la senda de la descarbonización y la economía circular. Así lo expresan, entre otros muchos, el World Business Council for Sustainable Development (WBCSD) o las líneas maestras marcadas en la última reunión del Foro Económico Mundial, más conocido como Foro de Davos, el reciente documento presentado “España Visión 2050”. En todo caso, el cómo y para qué se van a utilizar los Fondos de Recuperación europeos dejan clara la visión: más sostenibilidad y más digitalización, dos aspectos que van a definir el futuro tanto de Europa como de todo el Planeta.

Ahora que hemos llegado a un punto de no retorno, en el que se ha puesto de manifiesto que no podemos permitirnos ni un minuto más perpetuar el modelo actual de producción y consumo, el aprendizaje es claro: nunca debimos dejar de lado la necesaria unión entre economía, ecología y personas. Por suerte, aún estamos a tiempo de revertir esta situación. Para ello, necesitamos seguir apostando decididamente por la economía circular porque nos estamos quedando sin excusas y sin tiempo que perder. Esto supone un reto y plantea un cambio profundo en nuestra manera de producir -menos y mejor, haciendo uso, por ejemplo, de material reciclado-, pero también del modelo de consumo. No podemos seguir anclados en el despilfarro.

Sin duda, la ciudadanía está preparada, se encuentra en una posición de liderazgo social como nunca antes había tenido y esto se acentúa cuando relacionamos las nuevas economías colaborativas con la economía circular. Las personas están movilizándose individualmente para colaborar, ejercer su compromiso ambiental y transformar la economía de las ciudades. Su salud (y la del Planeta) dependen de ello. Desde el carsharing de vehículos eléctricos hasta el uso de apps para reducir el desperdicio alimentario o para reutilizar ropa y, claro está, apostando por la separación de residuos en los hogares para su posterior reciclaje. De hecho, a pesar de la pandemia, el uso del contenedor amarillo creció durante 2020 un 8,5%. Un resultado que pone de manifiesto cómo la ciudadanía ha encontrado en el reciclaje, hábito ambiental más extendido entre los hogares españoles, su manera de contribuir a esta economía colaborativa y circular.

Las empresas y organizaciones también tenemos mucho que hacer y aportar. La colaboración público-privada es una herramienta fundamental y necesaria para impulsar este cambio de modelo que ha empezado en los ciudadanos y debemos acompañarlo sin excusas. En este sentido, tanto el Plan de Acción de Economía Circular de la UE como la nueva Ley de Cambio Climático y la futura Ley de Residuos y Suelos contaminados suponen el inicio de un nuevo camino, el cual debemos andar juntos. Es hora de dejar de ver el cuidado del medioambiente como algo a tener en cuenta y pasar a ponerlo en el centro de todas nuestras acciones. No debería hacer falta una pandemia para enseñarnos que la economía no puede darle la espalda ni un segundo más al Planeta ni a las personas. La salida de la crisis solo podrá ser sostenible y circular.