La bicicleta eléctrica: la gran solución a la movilidad urbana
Es indudable que vivimos en un momento en el que se están produciendo los cambios más importantes en el modo de vida de nuestra civilización desde hace más de un siglo.
El cambio en la movilidad urbana, sin duda, es uno de sus ejemplos más visibles, pues existe un consenso global para ir devolviendo progresivamente las ciudades a sus habitantes, en detrimento de los vehículos particulares.
Cada día, vemos movimientos dirigidos a favorecer este cambio de modelo, donde la bicicleta eléctrica está teniendo y sin duda tendrá un papel preponderante.
Es cierto que, en el debate público, se tiende a criminalizar el uso del automóvil particular al considerarlo uno de los grandes culpables de la situación cercana al colapso circulatorio y ambiental que sufren muchas ciudades.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que una gran mayoría de ciudadanos no usa por gusto el coche, sino por pura necesidad al no disponer de otro tipo de alternativas.
Es evidente también que en el caso de que dispusieran de una alternativa segura, económica y eficiente para desplazarse, el número de coches en los centros urbanos descendería drásticamente
El rápido crecimiento de las ciudades no tuvo en cuenta hasta una fecha bien reciente la creación de infraestructuras que tuvieran en mente el uso de la bicicleta como medio de movilidad.
Hay que admitir que muchos países europeos tienen cierta ventaja sobre nosotros en este sentido, pues en sus sociedades están mucho más implantado y popularizado el uso de la bicicleta en la ciudad. Aunque la integración del ciclismo urbano ha evolucionado mucho en los últimos años, aún estamos lejos de países como los del norte de Europa o, incluso, Francia. Sin embargo, no hay que obviar que la orografía de las ciudades españoles en general, no favorecía especialmente el uso de la bicicleta, al ser mucho más exigente desde el punto de la forma física de sus usuarios.
Yo tengo la fortuna de residir en una ciudad como San Sebastián que, al igual que otras como Valencia, Albacete o Valladolid, cuentan con una configuración urbana orográfica y dotacional que las hace muy favorables para el uso cotidiano de la bicicleta y, de hecho, es precisamente la bicicleta es mi medio de transporte habitual desde hace más de 15 años.
Por el contrario, en ciudades como Madrid o la parte alta de Barcelona, junto a la exigencia física nos topamos por ejemplo con el condicionante de la seguridad por la gran diferencia de velocidad entre ciclistas y automovilísticas que pudiera existir en las zonas más empinadas.
La presencia de un motor eléctrico en las bicicletas permite una cercanía mucho mayor en la velocidad de desplazamiento y, como consecuencia, una convivencia entre coches y bicicletas mucho más fluida.
De todos modos, es preciso que los gobiernos municipales de nuestras ciudades den un paso al frente y apuesten decididamente por la dotación de infraestructuras que favorezcan un desarrollo mucho más rápido de esta tendencia. Hoy por hoy, no veo a nuestros gobernantes con capacidad de reaccionar a la misma velocidad que lo han hecho otros países, aunque es cierto que el momento es muy especial y la mentalización del papel de la bicicleta en la movilidad urbana va a evolucionar mucho más rápido, también en España.
Quizá el COVID suponga una oportunidad para acelerar este proceso pues, si algo bueno ha podido traer toda esta desgracia, es una mayor concienciación general por unos hábitos saludables de vida. En este sentido, la bicicleta eléctrica es un aliado inmejorable.
Hemos podido comprobar también en nuestra red de distribuidores de Giant en la península Ibérica cómo las nuevas generaciones prestan hoy en día mucha más atención a las bicicletas eléctricas tanto en asfalto como todo-terreno.
Hemos podido observar una evolución más que significativa respecto a, por ejemplo, la conceptualización de mi generación, mucho más concentrada en el mercado del ciclomotor que hoy se ha convertido, sin duda, en una opción aspiracional mucho menos relevante para los jóvenes de entre 14 y 16 años.
Prueba también de este cambio es que cada vez son más las marcas automovilísticas o de motocicletas las que tienen en cuenta en su oferta industrial o cuando menos de servicios a la bicicleta eléctrica.
Tanto es así que muchos de ellos afirman estar cambiando su modelo de negocio, de la tradicional faceta de constructor de vehículos a la de proveedores de soluciones de movilidad. De hecho, el auge de las empresas de car-moto-bikesharing es algo que no hace sino confirmar esta tendencia.
Ningún cambio se produce sin algún tipo de desajuste, más aún en el caso de un cambio de la magnitud que vivimos y, precisamente, de ahí viene mi convencimiento de que la bicicleta eléctrica está llamada a ser uno de los elementos claves de la nueva movilidad urbana, pues da respuesta simultánea a los grandes desafíos que nos encontramos diariamente.
Con respeto entre los usuarios y decisiones políticas favorables estoy convencido que en un plazo de no más de cinco años todo esto lo vamos a comprobar. Y, por supuesto, a disfrutar.