El mundo redobla sus esfuerzos para frenar el cambio climático

Las grandes potencias, encabezadas por Estados Unidos y China, han fortalecido sus compromisos medioambientales con el objetivo de revertir los efectos del calentamiento global

Gran parte de España se vio azotada a principios de enero por los envites de Filomena, una excepcional borrasca que durante varios días dejó temperaturas bajo cero y la nevada más intensa que ha registrado el país en las últimas décadas. Más allá de los estragos que el temporal ha provocado en multitud de ciudades, el fenómeno ha sido objeto de una intensa polémica entre quienes defienden que la ola de frío es consecuencia del cambio climático y quienes consideran que nada tiene que ver con este fenómeno, caracterizado por la subida de las temperaturas.

Es cierto que el incremento exponencial de las emisiones de CO2 fruto de la actividad humana ha disparado el termómetro terrestre desde finales del siglo XIX. Según datos de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), el período de 2010 a 2019 ha sido el decenio más cálido jamás registrado, y alerta de que 2019 terminó con una temperatura media mundial 1,1°C por encima de los niveles preindustriales estimados. En esta misma línea, un estudio de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) revela que, en los diez últimos años, el 95% de los récords de temperaturas que se han registrado en España han sido cálidos y tan solo el 5%, fríos.

También el calor oceánico ha alcanzado niveles récords. El informe provisional de la OMM sobre el estado del clima mundial 2020 señala que una ola de calor registrada el pasado año afectó a más del 80% de las masas oceánicas mundiales.

El Ártico, por su parte, se ha calentado desde mediados de los años 80 al menos dos veces más rápido que el promedio mundial. La Universidad de Zurich (Suiza) calcula que la desglaciación ha supuesto la pérdida global de más de 9.000 millones de toneladas de hielo glacial desde 1961 y, según el informe Climate Science Special Report (CSSR), el nivel del mar se ha elevado unos siete centímetros desde 1993 y entre 18 y 20 centímetros desde 1900.

Todas estas circunstancias son consecuencia del aumento de la temperatura a nivel mundial, pero lo cierto es que el cambio climático también está dando lugar a eventos meteorológicos extremos, hacia una vertiente y hacia otra.

Las elevadas temperaturas incrementan la cantidad de agua en la atmósfera y, por eso, cuando esta cae, lo hace con intensidad. Por otro lado, las altas temperaturas registradas en el Polo Norte están provocando grietas en el cinturón eólico que lo aísla, dejando escapar masas de aire frío hacia el sur. Ambas realidades se combinan en un cóctel cuyos resultados empiezan a observarse cada vez con más intensidad.

Así, las fuertes nevadas y las gélidas temperaturas como las que ha provocado Filomena son una muestra más de las consecuencias asociadas al calentamiento global. El informe provisional de la OMM ilustra cómo fenómenos de alto impacto como el calor extremo, los incendios forestales y las inundaciones afectaron a millones de personas en 2020. Recuerda además que las inundaciones causadas por intensas precipitaciones provocaron tragedias en África oriental, Asia meridional, China y Vietnam, y que India y Bangladesh vivieron una de las peores temporadas de monzón que se recuerdan. Asimismo, alerta del peligro de grandes incendios forestales como los que destruyeron grandes extensiones en Australia, Estados Unidos y América del Sur.

Pero, en paralelo, los gases de efecto invernadero siguen creciendo. Las concentraciones de dióxido de carbono subieron en 2019 y el promedio mundial anual superó el umbral de 410 partes por millón. En 2020, el incremento ha continuado a pesar de las medidas de confinamiento.

Estos datos evidencian que los cambios de comportamiento implementados hasta el momento no son suficientes y ponen de manifiesto la necesidad de efectuar una profunda transformación del modelo productivo que ayude a mantener la temperatura media mundial por debajo de los 2°C sobre los niveles preindustriales, tal y como se estableció en 2015 en el Acuerdo de París.

Un año alterado por el Covid

El 2020 estaba llamado a suponer un punto de inflexión para la lucha contra el cambio climático. Cinco años después de firmar el Acuerdo de París, los países adheridos a este pacto debían presentar un análisis actualizado de sus NDCs (contribuciones previstas y determinadas a nivel nacional). Sin embargo, las circunstancias han desbaratado todos los planes; la pandemia hizo que se suspendiera la cumbre prevista en Glasgow y las prioridades de todo el mundo cambiaron radicalmente.

No obstante, en las últimas semanas se han encadenado varias noticias que abren la puerta a la esperanza. Por un lado, la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca; "Vamos a combatir el cambio climático como jamás lo habíamos hecho hasta ahora", aseguraba horas después de tomar posesión como presidente de Estados Unidos, dando el primer paso en el camino hacia la reversión de las políticas implementadas por su antecesor, Donald Trump. Apenas unos días después, su país retornaba al Acuerdo de París y, más allá, Biden convocaba para el 22 de abril, coincidiendo con el Día Mundial de la Tierra, una cumbre mundial sobre el clima, anfitrionada por su Administración, para “abordar la amenaza del cambio climático que afrontamos con gran sensación de urgencia”.

China también ha hecho coincidir con el quinto aniversario del Acuerdo de París la publicación de su apuesta por las energías renovables. El presidente Xi Jinping anunció en diciembre que su país va a triplicar su capacidad de generación de energía eólica reduciendo consecuentemente su dependencia de carbón un 65% para 2030. El gigante asiático planea que dentro de diez años las energías no fósiles alcancen el 25% del consumo de energía primaria y aumentar las existencias forestales en 6.000 millones de metros cúbicos respecto a 2005.

Estados Unidos y China son responsables del 43% de las emisiones del mundo y, por tanto, cualquier iniciativa que tomen se estima crucial para contener las consecuencias del calentamiento global, pero no son los únicos que han fortalecido su compromiso para enfrentar el desafío climático global.

Los líderes de 75 países y algunas instituciones financieras reiteraron su apoyo al cumplimiento del Acuerdo de París durante la Climate Ambition Summit. El primer ministro británico, Boris Johnson, anunció que el Reino Unido va a duplicar su inversión (15.500 millones de dólares) en la lucha contra el cambio climático en los próximos cinco años, y el Banco Europeo de Inversiones se ha comprometido a que al menos el 50% de sus fondos se destinen a sectores relacionados con el medioambiente y el cambio climático antes de 2025.

Hasta el momento, 126 países han presentado compromisos para llegar a las cero emisiones netas a mediados de siglo. La buena noticia es que son responsables del 63% de las emisiones mundiales; la mala, que existe una “gran discrepancia” entre las hojas de ruta nacionales que marcarán el trabajo hasta el 2050. Sólo con ambición coordinada y con políticas sólidas se podrá empezar a poner coto a fenómenos extremos como Filomena.