La eficiencia hídrica debe medirse en toda la cadena de valor

Una buena gestión medioambiental es útil para reconocer una empresa bien gestionada y puede aplicarse tanto a sus emisiones de carbono como su eficiencia en el uso de agua. De hecho, hasta ahora, la huella de carbono ha sido un factor a tener en cuenta en la construcción de carteras de inversión. Pero el uso del agua puede ser igual de importante en el futuro. Al respecto, los inversores pueden ser de gran ayuda para fomentar la responsabilidad y establecer normas. Los mejor informados respecto al uso y eficiencia del agua serán capaces de identificar los correspondientes riesgos y oportunidades ocultos. Hacerlo beneficia a todos.

Efectivamente, los reguladores, consumidores y accionistas cada vez más exigen rendición de cuentas a las empresas respecto a la reducción de emisiones de dióxido de carbono. Pero no es la única medida. La eficiencia en el uso del agua es otro frente abierto en la lucha por la sostenibilidad. Medir y comparar el consumo de agua en las industrias es una prioridad. Un punto de partida es el marco de Límites Planetarios para los nueve fenómenos medioambientales más perjudiciales a los que se enfrenta el Planeta, desde cambio climático y consumo de agua dulce hasta pérdida de biodiversidad y utilización del suelo. Creado por el Stockholm Resilience Center, indica que podemos consumir 4.000 millones de metros cúbicos de agua dulce al año sin dañar el planeta, lo que coincide en líneas generales con los niveles de uso actual, según algunas estimaciones. No obstante, para 2030 se prevé que la demanda mundial de agua alcance los 6.900 millones de metros cúbicos, superando con creces las posibilidades del abastecimiento accesible y fiable.

De manera que las empresas con aprovechamiento eficiente de los recursos hídricos, especialmente las más innovadoras y avanzadas en este ámbito, deben verse recompensadas en ahorro de costes y menor riesgo de exposición a fenómenos hídricos extremos, siendo más probable que se ganen el favor de los consumidores y reguladores. Por el contrario, aquellas compañías que no favorezcan la eficiencia hídrica se enfrentan a los riesgos de la escasez de agua y los derivados de los cambios normativos y aumento de la concienciación medioambiental.

El caso es que todos consumimos agua y en un mundo más interdependiente e interconectado, prácticamente todas las grandes empresas están expuestas al riesgo de su escasez en sus operaciones. Además, en algunas regiones, por la situación hídrica local, se propugna más un cambio que en otras. Por otra parte, es evidente que algunas industrias utilizan más agua que otras y, por tanto, cuentan con más margen para impulsar cambios y salir beneficiadas. En concreto, alrededor de una quinta parte del agua es consumida por la industria y estas empresas tienen un papel importante en su uso y reciclado. La investigación indica que no deberían consumir más de 52.915 metros cúbicos de agua por millón de dólares de ingresos que generan.

En cuanto a medidas, Ceres, grupo de investigación y defensa de la sostenibilidad con sede en Boston, ha lanzado un conjunto de herramientas para ayudar a comprender los riesgos inherentes al uso del agua y facilitar su incorporación al proceso de asignación de activos en una cartera de inversión. Para ello clasifica los sectores económicos según su exposición alta, media o baja. También recomienda que los inversores aúnen esfuerzos de participación activa para influir en el riesgo hídrico de las empresas.

La ONU, por su parte, ha creado CEO Water Mandate y, a través de sus Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), reivindica el acceso universal al agua potable y al saneamiento. En estas iniciativas han participado grandes empresas como Coca Cola, Nestlé, Unilever y Siemens.

La ONU se centra en la eficiencia en el uso del agua (WUE), que calcula el valor añadido bruto de actividad económica por cada unidad de agua consumida de un país, sector o empresa. Pero, para que pueda utilizarse para fundamentar decisiones de inversión, es indispensable que sea comparable y refleje fielmente la exposición total de cada empresa. Por el momento varían mucho entre empresas de un mismo subsector o industria.

Por ejemplo, la industria cervecera produce 1.900 millones de hectolitros de cerveza al año y emplea desde el cultivo a consumo al menos 60 veces más. Una cervecera internacional ha presentado una calificación WUE de 1.850 dólares de valor añadido bruto por metro cúbico de agua consumida, mientras su rival solo 270. El problema es que, pese a ser evidente que la fábrica con mejor calificación ha avanzado más en eficiencia hídrica, para que sea representativo debe tener en cuenta el consumo de agua a lo largo de toda la cadena de producción -algo que muchas no hacen actualmente-. También es el caso del consumo de agua de una empresa minorista típico de ropa. Será relativamente bajo, pues la valoración pasa por alto que producir el algodón con que están fabricadas las prendas requiere un gran volumen de agua.

Analizar el consumo de agua de forma aislada de la cadena de valor añadido de los productos o servicios, resta importancia al papel que una empresa puede desempeñar en la eficiencia hídrica global, incluyendo sus proveedores. También se infravalora la medida en que puede verse perjudicada en caso de fenómenos hídricos extremos. El asunto se complica más por el hecho de que el agua es un problema local -no hay forma de transferir de manera efectiva grandes reservas de un país para paliar una sequía en otro- y la ubicación de la empresa puede influir mucho en la probabilidad de que se vea sometida a riesgos relacionados con el agua y su prioridad en cuanto a considerar la eficiencia hídrica.

Además, la eficiencia hídrica no solo consiste en consumir menos, sino también en reutilizar. Al respecto algunas de las principales industrias del mundo ya están adoptando el planteamiento de la economía circular, mediante tratamiento de las aguas residuales. Las que puedan mostrar este enfoque se beneficiarán de mejor imagen y reducirán su riesgo reputacional.