Invertir en agua: una oportunidad sostenible y rentable

La vida no existiría sin agua. Ni la del ser humano ni la de ningún otro ser vivo. Sin embargo, por mucho que vivamos en el planeta azul, menos del 1% del agua que cubre la superficie de la Tierra es apta para el consumo humano. Y además, se trata de un recurso finito que, a diferencia de otros recursos naturales, no puede ser sustituido por otro. Podemos recurrir a las energías renovables infinitas que proporcionan el sol o el viento en vez de utilizar petróleo, pero nunca podremos reemplazar el agua por otro componente capaz de cumplir sus mismas funciones.

Uno de los preocupantes efectos del calentamiento global es la reducción de los recursos hídricos. El aumento de la temperatura media del planeta está afectando a los ciclos del agua, y esa esa la causa de que ahora haya más sequías y también más inundaciones y otros fenómenos extremos relacionados con el agua. Y al mismo tiempo que se reducen las reservas de agua, aumenta su consumo: según Naciones Unidas, el uso de agua dulce se ha multiplicado por seis en el último siglo, y crece cada año a un ritmo cercano al 1% debido al crecimiento demográfico, al cambio en los patrones de consumo y también al desarrollo económico. Del consumo global de agua, el 70% corresponde a la agricultura y la ganadería, el 19% a la industria y el 12% restante a los municipios y el uso doméstico.

En 2010, la Asamblea General de la ONU reconoció explícitamente el agua, el hecho de disponer de agua potable y de sistemas de saneamiento, como un derecho humano esencial para poder ejercer el resto de los derechos humanos. Y en 2015 lo recoge como uno de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (el ODS 6) dentro de la Agenda 2030.

Sin embargo, la organización internacional estima que en la actualidad hay unos 2.200 millones de personas en todo el mundo que carecen de acceso a agua potable. Son casi una de cada tres personas. Y las proyecciones apuntan a que en el año 2040 la demanda global de agua podría ser un 50% superior a la actual, y que en el 2050 habrá 5.700 millones de personas que padecerán escasez de agua.

La situación es lo suficientemente alarmante como para no esperar un minuto más a tomar medidas urgentes, porque no podemos permitirnos un futuro sin agua. Y no hablamos solo de medidas como la descarbonización de la economía para frenar el cambio climático, o la concienciación individual para no desperdiciar este recurso esencial. Hablamos también de la necesidad de invertir más en agua, en una mejor gestión de los recursos hídricos, en tecnologías capaces de utilizarla de forma más eficiente, en sistemas de regeneración que permitan recuperar y reutilizar las aguas residuales para otros usos diferentes del consumo humano...

Hace unos días, con motivo de la celebración del Día Mundial del Agua, el secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, consideraba “inaceptable” la “falta crónica de inversión en agua y saneamiento que perjudica a una cantidad ingente de personas”, y aseguraba que sería necesario multiplicar por 4 los esfuerzos en este sentido para poder cumplir el ODS 6 de acceso universal al agua para 2030.

Más allá de los presupuestos de los gobiernos y de las necesarias políticas públicas, el papel de las empresas es fundamental en este sentido. En cada industria que utiliza agua para su producción hay oportunidades para, a través de la innovación, reducir el consumo de agua, evitar desperdicios y ser más eficientes, sostenibles y responsables con el planeta. También en el sector de la gestión de residuos, principal responsable de la contaminación del agua, es posible buscar en la tecnología soluciones para reducir la degradación de los recursos hídricos.

Pero los ciudadanos también podemos contribuir de forma individual a incrementar esa inversión en agua, apoyando a todas esas empresas responsables, y a otras que trabajan para mejorar la situación del agua en el mundo desarrollando equipos de control de suministro, tecnologías para optimizar su uso y evitar desperdicios, para filtrarla y depurarla de una forma más eficaz y económica, etc. Podemos hacerlo a través de la inversión sostenible, o inversión de impacto.

Como cualquier tipo de inversión, su objetivo es obtener rentabilidad, pero en este caso, además, permite al ahorrador poner su dinero a funcionar con un fin solidario y sostenible. Además, invertir en estas empresas que están cambiando el futuro del consumo y la utilización del agua puede ser una alternativa con una rentabilidad muy interesante a largo plazo para una cartera bien diversificada y supervisada.

Lo importante es contar con el asesoramiento adecuado para crear esa cartera con los productos financieros que mejor comportamiento están teniendo, que tenga en cuenta el nivel de riesgo que cada persona está dispuesta a asumir, que le proporcione la liquidez necesaria para poder disponer de ese dinero cuando le haga falta sin ninguna penalización, y que le ayude a tomar las decisiones adecuadas en cada momento. Ese acompañamiento es clave, sobre todo para los pequeños y medianos inversores que deciden poner a trabajar el dinero de su cuenta corriente para mejorar el mundo.

Con Micappital ECO hemos querido que toda persona interesada en contribuir con su dinero al desafío global del desarrollo sostenible tuviera la oportunidad de hacerlo, aunque sea desde 500 euros, poniendo la tecnología a su servicio para que pueda visualizar el impacto real que está consiguiendo con su esfuerzo ahorrador.

En dos meses, 425 personas han decidido invertir en beneficio del planeta un total de 1,2 millones de euros. De ellos, 95.000 euros han ido destinados a mejorar la situación del agua en el mundo. Por algo se empieza. Lo importante es eso, empezar.