Fertirrigación y contaminación difusa

Regar y fertilizar bien, así como respetar el medio ambiente y evitar la contaminación, debería ser la misma práctica

Adía de hoy es posible reducir la contaminación en nitratos del subsuelo, más concretamente en las aguas subterráneas, usando tecnologías que se encuentran al alcance de cualquier agricultor sin que por ello se vea perjudicada la producción.

La fertirrigación es una técnica de abonado que se basa en el aporte de nutrientes a la planta disueltos en el agua de riego. Es un proceso muy eficaz porque permite aplicar de una manera localizada, y en la cantidad adecuada, los nutrientes a la planta mediante dispositivos instalados en el cabezal, aunque también pueden instalarse en cabeza de cada sector o unidad operacional. Si bién ha sido utilizada con éxito en riego por gravedad y aspersión, la fertirrigación es especialmente útil en el caso del riego localizado, puesto que los métodos tradicionales de fertilización son menos compatibles con este tipo de riego. En cualquier caso, y especialmente en el caso del riego localizado, siempre deberá instalarse un filtro de malla, para retener los precipitados que se pudiesen producir.

De una manera localizada ya que, en la actualidad -al menos en Castilla la Mancha-, la mayor parte de los cultivos se riegan por goteo, bien superficial bien enterrado, con lo que de manera precisa se aplica el agua en la zona donde tiene que aplicarse. Es más, la masa radicular de las plantas va creciendo conforme al avance del bulbo húmedo, bien por el aumento del número de goteros, por aumentar el número de mangas de riego, etc.

Teniendo como base esta técnica de riego, el aporte del abono en las cantidades necesarias es una tarea intuitivamente fácil. Únicamente bastaría con disolver, o inyectar por el procedimiento que sea, esa cantidad de abono en el agua y el aporte de nutrientes estaría (en principio) resuelto.

Lo dicho hasta ahora invita a pensar que todo se está haciendo bien, a la perfección podríamos decir, pero: ¿dónde estamos aplicando ese abono que lleva el agua? ¿Estamos seguros de que lo estamos aplicando en la zona radicular de la planta? ¿Estamos percolando? Es decir, ¿estamos llevando ese abono fuera de la zona radicular de la planta? De ser así, el aprovechamiento será mínimo y, además, estaremos contaminando las aguas subterráneas, de ahí que se necesite manejar ambas cosas, poner una vela a Dios y otra al diablo.

Una sonda de humedad es una barra que tiene distribuidos lo largo de su longitud un determinado número de sensores, y estos pueden ser de distinto tipo. Por ejemplo, los que utiliza la sonda Aquacheck -que es la que monta Dole- son de tipo capacitivo. Esta barra se inserta en el suelo del que se quiera tener conocimiento sobre el agua almacenada en el mismo, y la sonda se encarga de explorar una profundidad igual a su longitud. El uso de este equipo es fundamentalmente para riego.

La información que recoge la sonda se envía a una página web y se representa en difirentes gráficas. La interpretación de dichas gráficas hace que se use correctamente el agua asignada para el riego, así como que se abone de una manera precisa evitando la contaminación difusa. La idea es la siguiente:

Los datos que recoge cada uno de los sensores se reflejan en una gráfica en la que fácilmente puede verse cómo evoluciona el nivel de humedad a distintas profundidades.

Cada sensor tiene asociada una línea de un color diferente, de forma que al sensor más superficial, el que se sitúa a 10 centímetros de profundidad, le corresponde una línea de color azul claro; el que está situado a 20 centímetros se representa mediante una línea de color amarillo; al sensor situado a 30 centímetros le corresponde el color verde, y así sucesivamente hasta llegar al sensor situado a 80 centímetros, que tiene asociada una línea de color azul oscuro.

La gráfica muestra unas buenas prácticas de riego, además de respeto por el medio ambiente, evitando la contaminación difusa. De esta forma, el usuario, el regante, el agricultor, focaliza el aporte de agua, y en consecuencia, de nitratos. Si se está fertirrigando en la zona radicular del cultivo, de 0 a 40-50 centímetros de profundidad, el agua apenas llega de 50 centímetros hacia abajo.

Si bien en los riegos de julio se llega con el agua a los 60-80 centímetros de profundidad, las líneas asociadas a estos riegos experimentan una ligera subida a medida que se va avanzando y mejorando en la técnica. Apenas se percola de los 60 centímetros de profundidad hacia abajo, los picos en la línea azul oscuro desaparecen evitando así mojar y, en consecuencia, contaminar esa parte del suelo.

Este sistema permite un importantísimo ahorro en el consumo de agua y energía utilizadas para el riego. Del mismo modo, ofrece un excelente conocimiento del comportamiento de cada terreno en función del cultivo plantado. Además, se trata de una herramienta que ofrece una altísima fiabilidad y es totalmente autónoma, ya que se alimenta por baterías de litio que son recargadas por energía solar.

Regar y fertilizar bien, así como respetar el medio ambiente y evitar la contaminación, es en realidad es la misma práctica, o debería de serlo para el usuario, para el regante, para el agricultor.

Regando y fertilizando bien rentabilizamos al máximo la dotación de agua asignada para riego, al mismo tiempo que focalizamos la deposición del abono, de los nitratos, con el consiguiente beneficio, no ya sólo económico sino medioambiental.

Porque tal y como señala un conocido proverbio indio: la Tierra no es una herencia de nuestros padres, es un préstamo de nuestros hijos.