La Agenda 2030, más vigente que nunca

Hace cinco años pasó algo que difícilmente podría darse hoy en día: la Asamblea General de Naciones Unidas aprobaba la agenda política internacional más ambiciosa e integral hasta la fecha, la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. Esa imposibilidad no viene únicamente de la crisis generada por el Covid-19 que estamos sufriendo actualmente, sino porque la situación geopolítica ha cambiado radicalmente en estos pocos años. ¿Se acuerdan cómo era el mundo entonces?

Hace cinco años, tras una apuesta decidida por el multilateralismo y un arduo trabajo de negociaciones a escala internacional y debates multisectoriales, se configura una agenda política internacional que apunta los grandes retos globales a los que nos enfrentamos como humanidad. No están todos los que son pero, sin duda, son todos los que están. Tampoco son retos nuevos. La novedad de la Agenda 2030 radica en señalarlos todos en un mismo documento, reconociendo así la necesidad de abordarlos conjunta y transversalmente, más allá de fronteras y de intereses partidistas.

Hace cinco años, los gobiernos de los países que integran la Asamblea General de Naciones Unidas se comprometieron a trabajar, en cooperación y con un objetivo temporal marcado en el 2030, frente a una emergencia climática ya conocida desde hacía décadas y ante situaciones de pobreza, hambruna y conflictos más que evidentes.

Así, con ese afán de globalidad y de urgencia, la actual agenda de Naciones Unidas nos interpela por primera vez a todas las personas y en todos los países. Sin excepción. Ya no se trata, como con propuestas anteriores, de que los europeos nos centremos en acciones de cooperación internacional Norte-Sur.

La Agenda 2030 nos recuerda unos problemas que nos acompañan a nivel planetario y también en nuestras calles y en nuestras casas: desigualdades sociales y económicas, desigualdades de género y educativas, desigualdades de acceso a bienes comunes. Unos problemas compartidos, con características diferentes dependiendo del contexto y que sólo podemos superar a nivel global.

Y da un paso más allá. Nos evidencia también, por si no queríamos verlo, que somos responsables de lo que le pasa al resto de habitantes y sistemas de nuestro planeta. Y que lo que pase con ellos nos repercute directamente a nosotros. Lo social, lo económico y lo medioambiental se entrelazan sin remedio. Se configura así un bastidor de 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (los ODS), más bien una malla elástica, donde todos los ODS están interconectados los unos con los otros. Si tocas uno, afectas a los otros. Y no siempre positivamente.

¿Dónde estamos cinco años más tarde? El informe independiente elaborado el año pasado por un grupo de científicos titulado Global Sustainable Development Report 2019: The Future is Now - Science for Achieving Sustainable Development señala que, a pesar de ciertos avances, se perciben algunas tendencias de cómo se están agravando parte de los problemas a los que la Agenda 2030 pretende poner solución. Y preocupan particularmente estos cuatro: el aumento de las desigualdades, el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y el incremento de residuos producidos por la actividad humana.

Aún así, el informe también destaca algunas tendencias positivas que sugiere que algunas metas de la Agenda 2030 eran factibles de ser alcanzadas en 2030 con el ritmo de progreso de entonces. En este grupo estaban la reducción de la mortalidad infantil y el acceso universal de niños y niñas de todo el mundo a una educación primaria.

Pero, de repente, llega la pandemia del Covid-19. Más que una pandemia, una sindemia como la definía hace unos días el editorial de la revista médica The Lancet. Es decir, una pandemia donde los problemas de salud afectan a la población dependiendo de su contexto social y económico.

Como decía, llega la pandemia y se para el mundo. Entre otras actividades, se cierran escuelas en todo el globo afectando a unos 850 millones de niños, niñas y adolescentes según la UNESCO. ¿Dónde queda ahora el acceso universal a la educación primaria? Son numerosas las llamadas de atención que alertan del actual peligro de retroceso en este ámbito.

¿Configura entonces el Covid-19 un nuevo terreno de juego mundial? O, dicho de otra manera, ¿sigue vigente la Agenda 2030 ante este nuevo reto global? La respuesta es rotunda: la Agenda 2030 sigue más vigente que nunca. Entre otras cosas, porque ya anticipaba una posible pandemia -lean sino la meta 3.3 en el ODS sobre salud y bienestar-. No era una amenaza nueva. Ya en 2010 científicos norteamericanos evidenciaban en la revista Nature que preservar intactos los ecosistemas y su biodiversidad endémica reduciría la prevalencia de enfermedades infecciosas. Son casi un millón de especies las que se encuentran en peligro de extinción hoy en día. Una pérdida de biodiversidad que se acelera a ritmo desenfrenado. Sus consecuencias pueden tan ser desastrosas como las que estamos viviendo ahora.

Pero sigue habiendo motivos para la esperanza si avanzamos en la Agenda 2030. El último barómetro del CIS desvela que el principal obstáculo para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible, según la población española, es la falta de voluntad política. La sociedad española lo tiene claro. Para abordar los grandes retos globales, ya sea el Covid-19, la emergencia climática o el incremento de desigualdades, hace falta voluntad política.

Es necesario dar un paso adelante hacia una acción política común y decidida, que no deje a nadie atrás. Debemos recuperar aquel empuje de hace cinco años cuando se aprobó la Agenda 2030. Debemos apostar por más y mejor multilateralismo. Por un multilateralismo real, más allá de comunicados y campañas en redes sociales. Nos lo jugamos todo.