Una regulación necesaria para contener el vertido de plásticos a los océanos

El Gobierno ha avanzado en la transposición de la directiva que limita los plásticos de un solo uso. Las pajitas, los cubiertos, los bastoncillos o los platos y vasos de plástico, en España y en Europa, tienen los días contados. Todos estos artículos dejarán de venderse el 1 de julio de 2021, tal y como marca la normativa europea pero, por primera vez, la legislación limita el uso de los envases de usar y tirar, restringiendo su introducción en el mercado.

El Gobierno plantea reducir el consumo nacional de materiales un 30% para el año 2030 en relación con el Producto Interior Bruto (PIB), además de disminuir un 15% la cantidad de residuos y rebajar notablemente la generación de basura procedente de la alimentación a lo largo de toda la cadena.

Además de contemplar medidas destinadas a proteger el medio ambiente y la salud humana, el objetivo de la Ley es disminuir el uso de productos de plástico para mitigar su huella contaminante en el medio acuático. Según ha señalado Teresa Ribera, vicepresidenta cuarta y ministra para la Transición Ecológica, el volumen de plástico procedente de los hogares podría llenar 45 veces el Santiago Bernabéu. “La normativa pretende introducir novedades importantes en nuestro ordenamiento jurídico, como evitar el uso abusivo de plásticos de un solo uso que nos acabamos encontrando en las playas, en los mares o en los sistemas de depuración”, recalcó. En este sentido, el anteproyecto de Ley insta a las Administraciones a frenar la generación de basura como contribución al objetivo de desarrollo sostenible de Naciones Unidas, de prevenir y reducir la contaminación marina.

Y es que, a pesar de que el plástico de un solo uso tiene un promedio de vida útil de entre 12 y 15 minutos, puede tardar entre 400 y 1000 años en desintegrarse. Además, se estima que entre el 2% y el 5% de todos los plásticos fabricados en España termina en los mares, que acumulan un total de 8 toneladas al año de tipo de materiales.

La concentración de microplásticos en los océanos también supone un riesgo para la salud humana, ya que pueden ser absorbidos o ingeridos por animales marinos y terminar en el organismo humano a través de la cadena alimenticia. Este material también está presente en alimentos y bebidas, incluso en el agua del grifo.

Las consecuencias para la salud son aún desconocidas y sus efectos concretos están por determinar pero, a menudo, estos elementos contienen aditivos químicos tóxicos perjudiciales para los animales y las personas. Una mayor cuidado en este aspecto redundará en una mejora general para la salud de las personas y del medioambiente.