Lecciones climáticas del Covid-19

En contra de la opinión simplista de algunos, el Covid-19 no es ni será un aliado en la lucha contra el Cambio Climático. Al contrario, es una amenaza más y mucho más relevante de lo que pueda parecer. El ejemplo más reciente es el aplazamiento de la COP26, que debía celebrarse en Glasgow a finales de este año y ha pasado a 2021. Es cierto que, si recurrimos a estadísticas, imágenes de satélites y estudios recientes -ninguno de ellos todavía oficiales- los confinamientos y los parones empresariales han supuesto una reducción en las emisiones durante los dos últimos meses en las zonas más afectadas. Me refiero a la provincia china de Hubei, el norte de Italia o nuestro país. Unos escenarios de reducción que en las próximas semanas se ampliarán a otros continentes donde está llegando la pandemia como América o África. No hay duda de que en este aspecto el planeta se ha tomado un respiro.

Pero todo apunta que, desgraciadamente, esto no va a ser más que una situación temporal, independientemente de que un 40% de la población mundial esté confinada. Fuentes acreditadas señalan que el impacto medioambiental volverá a crecer cuando países como China retomen su actividad empresarial con la intención de recuperar el tiempo perdido. Incluso puede ser que la situación empeore si, tomando el ejemplo de la salida de anteriores crisis, se da un efecto rebote tanto en la actividad industrial como en el consumo.

De la grave situación que estamos viviendo podemos extraer algunas lecciones. Aunque tal vez algunas de ellas ya las hemos experimentado -en menor grado, por supuesto-, al hacer frente a algunos accidentes ambientales recientes. La primera tiene que ver con la fragilidad de nuestra especie. No me refiero a los millones de refugiados y desplazados climáticos que por sequías, inundaciones o desertificación han tenido que abandonar sus hogares en países como Somalia, Yemen o Sudán del Sur, sino a casos más cercanos.

¿Se acuerdan ustedes de la tormenta Gloria, que dejó en nuestro país diez muertos y cuatro desaparecidos? ¡Esto ocurrió hace sólo 12 semanas! ¿Recuerdan los incendios que han asolado Australia durante meses, con la muerte de millones de animales? Pues ahora un virus tiene confinadas a 3.000 millones de personas. El Covid-19 no ha hecho más que recordarnos, una vez más, que somos una especie más vulnerable de lo que creemos.

Una segunda lección que debemos aprender es económica. ¿No sería este un gran momento para parar y repensar el modelo económico que queremos para este siglo? ¿Qué mejor momento que este para que el estímulo económico que se prevé por los distintos bancos sea definitivamente verde? Es la hora del Green Stimulus y que esto nos lleva a un modelo absolutamente bajo en carbono y que apueste ya definitivamente por las empresas que hacen de la economía verde su eje. A corto plazo, parece que no va a ser así, algunas voces ya señalan que de esta crisis hay que salir rápido y si hace falta se recurrirá a la sobreexplotación de los combustibles fósiles. Un contrasentido.

Por otro lado, parece claro que esta crisis dejará nuevos modelos de trabajo y de cómo nos relacionamos. El teletrabajo, las teleconferencias, la reducción de desplazamientos inútiles o una mayor conciliación, sin dejar de ser igualmente productivos, son una serie de iniciativas que van a quedarse, con el consecuente ahorro medioambiental que esta va a suponer. En este sentido sectores como el del transporte aéreo, la construcción o el turismo van a tener que reinventarse.

Una tercera lección es social. Dentro de la gravedad de la situación es remarcable cómo miles de millones de personas, de un día para otro, han cambiado su modo de vida y están cumpliendo de forma ordenada el confinamiento. Esto es un activo social compartido. Debemos aprovechar la fuerza y el capital que supone que todos nos hayamos unido por un bien común, el de evitar la consecuencias fatales de una pandemia sanitaria. Eso debe extrapolarse a la lucha contra el Cambio Climático.

Deberíamos preguntarnos, ¿qué mejor bien común para todos existe hoy en día que cuidar nuestro planeta y dejar un mundo mejor a nuestros hijos? El activismo social, una vez superada esta crisis, debe ser todavía más potente, a la vez que más maduro y realista, y proponer acciones más contundentes, consensuadas con los actores económicos y políticos. Solos no avanzarán.

La última lección es política. Siempre relacionada con nuestra actividad de lucha contra el Cambio Climático, sería catastrófico que la agenda climática que venimos trabajando desde hace décadas no avanzase al ritmo establecido. No puede haber distracción ni tampoco excusas a la hora de dedicar los máximos recursos y esfuerzo a la principal amenaza que tiene nuestra especie. Todo debe mantenerse, la COP26 de Glasgow tiene que recoger el testigo fallido de Madrid y avanzar. No hay excusa para que el Acuerdo de París no entre en vigor el 1 de enero de 2021 y las iniciativas particulares de estados y partes como el European Green Deal deben tener, ahora más que nunca, el máximo apoyo político, sin cortoplacismos. También en el plano estatal hay que apoyar las iniciativas legislativas que el Ministerio para la Transición Ecológica proponga.

Hace unas semanas, Antonio Guterres, Secretario General de Naciones Unidas señalaba que tanto el coronavirus como la crisis climática son “dos problemas muy serios”, pero con una naturaleza muy distinta. "El coronavirus tendrá a priori un impacto temporal, mientras que la emergencia climática es una cuestión que se mantendrá por décadas y requiere de acción continua”, subrayó.

Debemos ser nosotros los que decidamos si la pandemia es una lección de la que podamos extraer aprendizajes, ya no digo positivos, sino ejemplarizantes. O, por el contrario, estamos ante un caballo de Troya que nos complica todavía más llegar a unos objetivos en la lucha contra el Cambio Climático, que son, y deben continuar siendo, irrenunciables.