
¿Resultaría posible que nadie ganase dinero en la cadena de valor de los aceites de oliva?
España es el mayor productor de aceite de oliva del planeta al disponer de aproximadamente 2,7 millones de hectáreas de olivar distribuidas por todo el país, de las cuales, en términos generales el 68% es olivar tradicional, un 22% es olivar intensivo, y el restante de alta densidad y seto, del orden del 10%, el 70% es de secano, y el restante 30 de regadío. En España, hay casi un millón de fincas de olivar, con un tamaño medio que no supera las 3 hectáreas. En cuanto al tejido industrial que compone la cadena de valor la componen unas 1.800 almazaras, del orden de 65 plantas de procesado de alpeorujo, y unas 25 refinerías.
Si hacemos un análisis económico y social del sector, éste genera en una campaña media casi 6.000 millones de euros de volumen de negocio, y crea un empleo, que en ocasiones supera los 50 millones de jornales anuales.
En un entorno como el actual, en el cual el precio de los insumos (electricidad, fertilizantes, combustibles, etc.) se ha incrementado de forma exponencial, lo que unido a la caída de la producción a cotas similares a un tercio de la capacidad nominal, han sumido a todo el sector en una situación crítica debido a dos factores fundamentales: por un lado, el incremento de costes, y por otro la caída de ingresos, lo que ha repercutido de forma clara, traduciéndose en una disminución de la renta neta, así como del volumen de negocio global, que se podría llegar a cifrar en más de 2.000 millones de euros en todo el territorio español. A ello han contribuido igualmente la subida de tipos de interés y la reducción de la posición crediticia por parte de las entidades financieras, en consonancia clara con la caída de volumen de negocio experimentada.
Pero, ¿cómo influye todo ello en cada eslabón de la cadena de valor? Si nos referimos al eslabón del origen, ha incidido de forma diversa, pues ha incrementado los costes considerablemente, reduciendo un 50% la producción con respecto a una campaña media, y un 70%, si nos referimos a la producción potencial de los olivares españoles. Ello se ha traducido en un deterioro de la renta, del cual no ha conseguido esquivar prácticamente casi el 90% de la olivicultura del país, habiéndolo hecho de forma excepcional, aquellos olivares especialmente eficientes y productivos, que han conseguido superar el punto de equilibrio vía optimización de costes, y aquellos que de forma diferenciada o singularizada, gracias a un incremento en los precios de sus aceites de forma duradera y fidelizada, pudieron del mismo modo salvar esa caída de producción e incremento de costes.
En el ámbito de las almazaras, se han producido dos efectos, por un lado, las plantas de procesado de ámbito cooperativo, por la caída de producción, e incremento en el coste de los insumos, han visto incrementados, por kilogramos de aceituna la participación en los gastos, es decir menos kilogramos, y similares o superiores costes. Este hecho, como en el caso anterior, ha deteriorado igualmente la renta neta del agricultor. Si nos referimos a las almazaras industriales, estas tienen su mayor aliado generador de renta neta en el volumen. Con la falta de volumen, se ha producido una lucha encarnizada en la búsqueda de aceituna, que ha elevado aún más la competitividad entre cada uno de estos, y que en ocasiones ha salpicado de forma colateral a las entamadoras, limitando su producción de aceituna de mesa. Dicho entorno de exceso competitivo, del mismo modo ha contribuido a reducir los beneficios de este eslabón, provocando en muchos casos resultados económicos negativos.
De acuerdo con la cadena, el eslabón siguiente es el envasador, un segmento especialmente necesario, cuya labor es fundamental, pues pone a disposición del lineal el aceite de oliva producido en origen, y que debido a los acuerdos a largo plazo con la distribución, unido a la limitación en la cantidad de dinero e incremento de los precios en origen, está dificultando su labor, y en la mayor parte de los casos deteriorando su situación económico financiera, especialmente en el ámbito de la marca del distribuidor, y compañías no integradas verticalmente.
La distribución es un negocio que se basa en el volumen, por lo tanto, si unimos la falta de disposición de producto, a un incremento de precios no lineal, es decir, mientras en origen las cotizaciones se han apreciado más de un 60%, en destino no ha llegado a ser del 40%, siendo dicho incremento absorbido por el eslabón anterior y por este, lo que ha llevado a este segmento, cuanto menos, a un deterioro, igualmente, de su cuenta de resultados.
En cuanto al usuario final, tampoco se encuentra satisfecho, pues realmente no entiende cómo en tres años se ha multiplicado por dos el precio de un producto, sospechando que los eslabones previos están viendo multiplicada su renta neta, cuando realmente en la mayor parte de los casos, por el efecto volumen, ninguno de los operadores, para cada uno de los segmentos, ha visto positivamente remuneradas su iniciativas y emprendimientos, dejando a todo el sector en una situación económica delicada, que se vería aún más deteriorada, de no cambiar la climatología mejorando las expectativas futuras de cosecha, y continuar el descenso gradual de consumo de aceites de oliva por parte del consumidor final por el efecto precio.