Judit Ballarín Llop, ganadera de ovino de carne y Premio Ganadería en Femenino en Sostenibilidad 2022 de Zoetis: “Los días de trashumancia son los que más me gustan de todo el año”

Heredó la explotación familiar “con instalaciones, animales y todo rodando”. Esa fue la parte fácil, pero el arranque de Judit Ballarín como ganadera con 19 años “no fue un camino de rosas”. Primero llegó el “disgusto” en casa por aparcar los estudios de Forestales. Luego, “un mal asesoramiento” y la interiorización de los comentarios destructivos que escuchaba -“nadie daba un duro por mí”, recuerda-, minaron su moral. Hasta tal punto, que acabó renunciando a la ayuda a nueva incorporación temerosa de no cumplir los plazos para beneficiarse de ella.

Pero de eso han pasado ya 12 años, y Judit es hoy una ganadera consolidada entre 700 ovejas reproductoras, 50 cabras, la burra Catalina y su docena de mastines del pirineo y careas. Su padre, que deseaba para su hija “una vida menos sacrificada”, pero que también sintió orgullo al darla el relevo, la echa una mano en Altorricón, localidad de Huesca con 1.400 habitantes y a 265 metros de altitud, en la que está una renovada explotación en la que Judit ha introducido “pastor eléctrico, tractor y tecnificaciones” para aligerar la tarea. También con su padre iniciará en mayo una nueva trashumancia hasta Merli, donde su ganado encontrará pastos y ellos vivirán en la antigua casa de la familia paterna hasta emprender la vuelta allá por noviembre. Subirán durante cinco días, “a pie y durmiendo en tienda de campaña”, hasta los 1.250 metros de altitud de Merli en lo que es para ella una tradición que le hace “especial ilusión” mantener. Es verdad, lamenta, que “algunas vías pecuarias están desapareciendo”; también, que andan “mucho”, pero, afirma Judit con entusiasmo, “son los cinco días que más me gustan de todo el año”. A esa experiencia vital también suele sumarse algún voluntario/a, con lo que, además de vivir un viaje distinto en cada ocasión, también se enriquece de contactos y relaciones especiales.

La compañía que no desea es la del lobo. “Está muy cerca” y, de hecho, Judit ya no sube su ganado al alto pirineo como venía haciendo “hasta hace tres años”. “No estoy dispuesta a que me mate animales, aunque me den subvenciones”. “No me gusta esa gestión de dar ayudas para callar bocas”, dice antes de afirmar que “no soportaría” ver en una situación así a “Paloma”, su “oveja del alma”, o a “Águeda”, nueva incorporación que, como tantas a las que coge “especial cariño, se quedan para siempre” entre un rebaño ahora en plena paridera. Entre los balidos de algunos de los 1.000 corderos que saca adelante cada año, Judit lamenta el declive del ovino y que su carne valga tanto, “pero en la carnicería”. Y es que “movemos mucho dinero, pero al ganadero no le queda nada” porque las ayudas de la PAC no se ajustan a lo que es esta ganadería ni se tiene en cuenta su labor en los montes.