Carmen Quintanilla, presidenta de la Asociación de Familias y Mujeres del Medio Rural (AFAMMER): “Si alguien tiene hoy en día el liderazgo para que los pueblos no desaparezcan, son las mujeres”

Fue una niña rural, pero tuvo la gran oportunidad de ir a la universidad y aprobar unas oposiciones del Cuerpo Superior de Administradores Civiles del Estado. Comprometida desde su juventud con las mujeres del medio rural, Carmen Quintanilla fundó en 1982 AFAMMER, hoy referente con más de 195.000 asociadas.

Carmen Quintanilla lleva la voz de la mujer rural por todo el mundo. Miembro del Consejo Económico y Social de la ONU, participa también en el Movimiento Mundial de Madres, o en el Lobby Europeo de Mujeres de España. Fue diputada con el PP de 2000 a 2019 e impulsó leyes como la de Titularidad Compartida.

AFAMMER se fundó en 1982 para dar voz y trabajar por la mujer rural. ¿Qué ha cambiado desde entonces?

Soy muy positiva porque hemos conseguido que nuestras chicas rurales sean un 22% frente al 15% de chicos rurales universitarios. Si hace 40 años el que estudiaba en las casas era el chico porque tenía que tener una familia y ser padre, hoy hemos cambiado tanto la mentalidad que no hay ni una sola madre rural que no tenga claro que su hija tiene que ser universitaria o estudiar un Grado de FP Superior para ser libre en la vida y tener independencia económica porque lo que te hace realmente libre en la vida es un empleo. Afammer también ha roto la invisibilidad de las mujeres rurales y los estigmas que sufríamos. Hemos puesto de moda ser de pueblo. Además, hemos conseguido que hoy las mujeres rurales participen y formen parte activa de una sociedad en las que ellas quieren escribir su propia historia. Es cierto que estamos en un mundo rural tremendamente envejecido, pero también es verdad que las mujeres rurales y de pueblo, en materia de sabiduría, son las sabias abuelas. Hay que contar con ellas porque esas mujeres van a ser viudas o van a tener su propia pensión y son las que van a mantener el medio rural. Son la silver economy.

¿En qué líneas siguen trabajando?

Estamos apostando porque haya un futuro en los pueblos. Esto pasa por que las mujeres tengan empleo. Hoy reivindican el poderse quedar en el mundo rural, lo que antes no se hacía. Cuando una mujer vive en el medio rural, asienta población y hay futuro. En ese sentido, estamos mejor porque sabemos lo que tenemos que pedir, pero tenemos que seguir denunciando que no tenemos los mismos medios que el entorno urbano. Tenemos que hacer un pacto entre lo rural y lo urbano y que los 20.000 millones de euros que ha puesto sobre la mesa la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, se ejecuten para luchar contra la despoblación. La única manera de hacerlo es con la creación de empleo y el relevo generacional en las explotaciones agrarias. Todo esto es el futuro y lo estamos labrando las mujeres rurales por lo que hemos avanzado. Ya no existe una agenda política, económica ni social que no cuente con que hay que hablar de las mujeres de los pueblos de España. Pero nos queda un largo camino por recorrer: el 61% de los pueblos del país tiene fibra óptica costosa y lenta. Esto quiere decir que la digitalización no está llegando al medio rural ni a las mujeres, por lo tanto, las estamos llevando a una inseguridad jurídica.

Precisamente, la brecha digital es uno de los grandes desafíos actuales. ¿Cómo les condiciona?

El mayor condicionamiento es que, si no formamos a las mujeres con competencias digitales, serán las analfabetas del siglo XXI. En segundo lugar, está el hecho de que no llega esta formación hasta el último rincón de los hogares rurales porque en los fondos Next Generation había dinero para formar a mujeres de pueblos de menos de 30.000 habitantes. En muchas ocasiones, no se han dado a las organizaciones que sabemos llegar a esas mujeres; se les están dando a empresas de formación y eso vuelve a ahondar en que, si no formamos a las mujeres, el medio rural se despoblará y no contará con familias ni hombres y mujeres para hacer asentamiento de población.

Y de brecha a brecha, ahora la salarial. ¿Qué sucede en el medio rural?

Desgraciadamente, somos el segundo país de la Unión Europea con el mayor desempleo en mujeres rurales. Ahí seguimos luchando porque no habrá futuro en los pueblos si no se cuenta con las mujeres rurales. Las explotaciones agrarias tampoco se mantendrán si no se feminiza el campo. Seguimos luchando por este gran compromiso: que nuestros pueblos no desaparezcan y se pierda la identidad rural. Si alguien tiene hoy en día el liderazgo de que los pueblos no desaparezcan, son las mujeres.

¿Qué medidas serían necesarias para impulsar el empleo femenino?

La empleabilidad pasa por ser capaces de crear un empleo en el medio rural. Por ejemplo, se pueden generar puestos de trabajo a través de la estrategia europea que se acaba de aprobar. Esos cuidados que siempre estuvieron en manos de las mujeres de una manera voluntaria, informal, hay que profesionalizarlos y pagar lo que se hace: cuidar a nuestros mayores y a nuestros niños. Los niños tienen madre, pero la conciliación de la vida familiar y profesional cuesta a España 38.500 millones de euros porque no existen medidas reales. Es otro tema a abordar. Y hay que seguir formando a las mujeres para que puedan tener un empleo autónomo. Por ejemplo, en auxiliar de geriatría, lo hemos conseguido nosotras. Se puede crear la propia cooperativa de asistencia a domicilio y de acompañamiento a los mayores. También se pueden establecer medidas de rehabilitación de viviendas porque hay una mirada hacia lo rural. Hoy estamos hablando de que un 15% de hombres y mujeres se ha ido a vivir al mundo rural y están teletrabajando después de la pandemia. Además, en las energías renovables, que son importantes, hay que hacer un pacto para que no desaparezcan las explotaciones agrarias. Hay muchos nichos de empleo en el turismo rural o la gastronomía, así como en potenciar nuestras zonas de la Red Natura 2000 en las que estamos dando formación en la plataforma Turisabor. Tenemos que potenciar nuestros recursos endógenos y a través de ellos también nuestro patrimonio histórico cultural y biodiversidad. Podemos hacer muchas cosas que son rentables para nuestros pueblos y la vida. Por ejemplo, en muchos han desaparecido las empresas de tapicería por fallecimiento o jubilación, pero hay un camión que los va recorriendo. ¿Por qué no se crea una empresa de mujeres tapiceras? Nosotras la hemos creado en siete u ocho pueblos. ¿O por qué no una clínica del calzado? Hoy en día la gente tiene que ir a poner las tapas a la capital de provincia.

¿Cree necesarias más acciones para impulsar la presencia de la mujer en las explotaciones agrarias y ganaderas?

Uno de los grandes debates que tenemos es que la Ley de Titularidad Compartida no ha tenido la aceptación que debía. Hemos conseguido aproximadamente que 1.080 mujeres sean cotitulares de la explotación agraria cuando pensábamos llegar a unas 100.000. Era una ley que, por primera vez en la historia de España y Europa, daba derechos laborales, fiscales, civiles, etc., pero, por la causa que sea, no ha sido aceptada. Posiblemente, haya faltado impulso político o que desde la administración no se ha dado la información necesaria. La titularidad compartida pasa también por concienciar y sensibilizar a la sociedad del relevo generacional. Hemos avanzado un poquito, pero la mujer está en explotaciones pequeñas, poco rentables, cobran poco dinero de la PAC, etc. Hay que hacer que este relevo generacional sea femenino, acabar con la burocracia y con el hecho de que las ayudas económicas del relevo en manos de mujeres tarden más de dos años en llegar. Esto lleva a que tengan que vivir de sus padres o a abandonar la explotación porque no llega el dinero... Se debe terminar con todo esto. Y, luego, hay que llevar la formación de las competencias digitales a los pueblos y, sobre todo, a las mujeres.

Desde el origen de la asociación, se ha apostado por la formación. ¿Sigue siendo clave para la mujer rural?

Tenemos que seguir incidiendo en formación, en turismo rural, en la gastronomía propia de nuestras zonas. Ese es el camino. También tenemos que apostar por una formación de las necesidades que tenemos. Es verdad que nadie quiere ser camarero, albañil, etc., pero los necesitamos y no sabemos cómo lo vamos a hacer. Es importante a su vez la formación que damos para el relevo generacional porque aquí falla la falta de dignificación del mundo agrícola y ganadero y que no se pagan los productos agrarios como se debiera. Otra vía es potenciar la formación en jardines de infancia. En Afammer no damos una formación reglada, pero tiene tal éxito que muchas empresas contratan a las mujeres antes de que terminen el curso. También ayudamos a las empresas pequeñas del medio rural a la venta online. En 2022, formamos a 180 de ellas con 200 horas de curso para la venta online y les hicimos la plataforma digital.

¿Se ha avanzado en la incorporación de la mujer a los puestos de responsabilidad?

No veo avances. Ahora hay un poco más de representación de mujeres en el movimiento cooperativo agrario, pero algunas son presidentas de cooperativas pequeñas en pueblos muy pequeños. La representatividad de mujeres en el mundo cooperativo no llega al 4%. Tenemos que intentarlo como con la Ley para la Igualdad Efectiva de Mujeres y Hombres, que llevó a una reforma de la Ley Electoral para que, cada cinco personas en una lista, hubiera una participación equilibrada de mujeres y hombres. Esto nos ha llevado a que ahora estemos en el 50% de representación parlamentaria. Deberíamos tenerlo también en el movimiento cooperativo.

¿Estamos mejor o peor que otros países de Europa?

España es de los países que, a pesar de tener una brecha salarial del 14%, está por debajo de la media Europa, que es del 18%. En la brecha salarial, tenemos medidas legales. La Inspección de Trabajo actúa, pero desgraciadamente los propios convenios tienen trampa. No es una cuestión de salario porque todo el mundo cobra el mismo, si no que se produce en los complementos de productividad y de destino. Ahí sí se juega en algunas ocasiones y, en un mismo puesto de trabajo, una mujer cobra un 14% menos que un hombre. Pero creo que lo podemos conseguir. Hemos logrado romper otras brechas como la brecha política de las mujeres. Igual tendría que pasar en los consejos rectores, que están tremendamente masculinizados. Hay un registro de cooperativas. Esto es muy importante porque, si una ley exige el 40%-60%, no se puede inscribir un consejo rector que no tenga mujeres. Se deben modificar las leyes para que haya mujeres en los consejos rectores o bien se amplíe la Ley de Igualdad y se incorporen los consejos rectores de las cooperativas y los grupos de acción local.

Hablemos de conciliación en el medio rural.

Un 30% de la sociedad rural todavía dice que, cuando la mujer tiene hijos, se tiene que quedar en casa. Luego, tenemos pueblos de menos de 10.000 habitantes que solo cuentan con un servicio. La conciliación es muy difícil en el medio rural: no existen guarderías, servicios para atender a los niños y que las madres puedan atender la vida personal y familiar.

¿Se recibe suficiente apoyo para empoderar a la mujer rural?

Sí a nivel de las subvenciones que hemos tenido toda la vida. Somos una organización muy seria, que recibimos subvenciones de autonomías y del Gobierno de España. Nuestra transparencia nos obliga a hacer auditorías y somos ONG declarada de utilidad pública. Pero desgraciadamente no llegan los fondos que nos merecemos para seguir potenciando el liderazgo de las mujeres rurales. Eso es insuficiente.