¿Y si seis mil millones de personas viviéramos completamente equivocados?

Actualmente vivimos en el planeta 8.039 millones de personas, algo más del 50% son hombres, y algo menos, resultarían ser mujeres, eso quiere decir que, actualmente, pueblan la Tierra 74 millones más de hombres que de mujeres. De la población total, algo más del 16%, es decir, 1.300 millones de personas, tienen entre 60 y 116 años, un segmento que no para de crecer, y que ya supone la sexta parte del total de la población mundial. Según un reciente estudio de la Royal Society, podríamos llegar a vivir más de 130 años.

La distribución poblacional en la actualidad hace que 6 de cada 10 personas vivan en núcleos urbanos y dicha proporción en 2050 será de 7 por cada 10. Otro dato importante es que el 80% de la población tan solo ocupa el 15% de la superficie del planeta.

En términos económicos y demográficos, tan solo 750 ciudades del mundo generan el 60% del PIB mundial, habitan al 30% de la humanidad, y emplean, del mismo modo, a un tercio de la población activa, todo ello según Juan Vilar consultores estratégicos a partir de datos de Oxford Economics, líder mundial en la previsión global y análisis cuantitativos; no obstante, si nos centramos en tan solo 20 ciudades, éstas suponen el 6% de la población global y un PIB que supera el 11% del total mundial. Se ha de tener en cuenta que de estas 20 ciudades, la mayor parte engloba, por si solas e individualmente, una población solo superada por 30 países, o lo que es lo mismo, de estas ciudades, cada una de ellas de forma singular ostenta una población que supera a la que vive, igualmente por separado, en 170 naciones del mundo.

En cuanto a la manutención, de forma sorprendente, el 10% de la población pasa hambre, es decir, casi 900 millones de personas, mueren cada 4 segundos por inanición, mientras que, de forma paralela, más de un tercio de los alimentos se desperdician a lo largo de la cadena de valor por falta de coordinación entre producción y distribución.

Para compensar esa pérdida de alimentos durante la cadena de elaboración, existen los alimentos ultraprocesados, productos alimenticios comestibles elaborados industrialmente a partir de sustancias derivadas de otros alimentos. Suelen ser altos en calorías, grasas saturadas, azúcares y tener una alta carga de compuestos adicionales (conservantes, colorantes, edulcorantes, potenciadores de sabor, etc.). Son considerados productos perniciosos para la salud, enemigos de nuestra alimentación y favorecen la obesidad, generan cierta dependencia, suponen ya más del 80% de los alimentos que se adquieren en hipermercados y supermercados y suelen estar elaborados a partir de menos del 40% de materia prima alimentaria originaria. La mayor parte de estos alimentos se ingieren en los núcleos urbanos.

Por el contrario, el resto de personas, todos aquellos que no viven en núcleos urbanos, lo hacen fuera de los mismos, en el campo, pequeños pueblos, etc., y suponen el 20% de la población, estando diseminados por el 80% de la superficie del planeta, alimentándose de forma distinta, y llevando una vida completamente diferente.

Si analizamos los lugares donde más se vive, estos son Ogliastra en Cerdeña, Okinawa en Japón, Nicoya en Costa Rica, la isla de Ikara en Grecia y Loma Linda en California. En todos estos pueblos 5 de cada mil habitantes son al menos centenarios y el 90% siguen viviendo de forma independiente y autónoma. Otro ejemplo claro de longevidad es Acciaroli, una pequeña pedanía del Salermo italiano donde más de la mitad de la población tiene al menos 90 años, y algunos han pasado los 110. Los países más longevos del mundo son Japón, con 84,6 años, Singapur 83,7; Corea del Sur 83,4; Noruega 83,2; Australia, 83,2; Suiza, 83,1; Islandia, 83; Israel 83,7; Malta 82,6; Suecia 82,4; Italia 82,3; y España 82,3. No obstante, según un estudio de la Universidad de Washington, dentro de 10 años nuestro país estará a la cabeza del mundo en esperanza de vida.

El motivo, según los expertos, se podría resumir en comer sano, beber mucha agua, hacer ejercicio y residir, si es posible, en un lugar pequeño y aislado del tránsito y la contaminación, en medio de la naturaleza, todo ello combinado mejora nuestra calidad y cantidad de vida de forma improvisada. Cuando residimos en un entorno lejano de las zonas urbanas, el índice de contaminación suele ser inferior, lo que evita que nuestros pulmones se vean afectados; de forma general caminamos para desplazarnos, y nos alimentamos de forma natural con lo que producimos artesanalmente, nosotros o personas de nuestro entorno. Para ello tenemos un huerto, lo trabajamos, bebemos mucha agua, cuidamos a nuestros animales, lo que obliga a conseguirles alimentación natural procedente de nuestros campos, y ello nos permite estar plenamente activos sin necesidad de ir al gimnasio. Ayuda también que el clima no sea radical, sin elevadas temperaturas que hacen que nos esforcemos más, ni muy bajas, asociadas a algunas patologías. El nivel de sociabilidad en estos casos es superior, todo el mundo se conoce, y las relaciones personales son plenas y completas, no limitándose a pequeños círculos.

Luego la alimentación, el modo de vida, las costumbres y el entorno, resultan fundamentales determinando nuestra esperanza de vida en los lugares descritos. Por el contrario, en estos lares, las infraestructuras, recursos y capacidades correctivas médicas son muy inferiores por estar lejos de los centros médicos y hospitalarios, un factor importante a tener en cuenta. Por lo tanto, en la sociedad actual podríamos vivir en plena contradicción, es decir, destinamos esfuerzo, perseverancia y tesón en un entorno inadecuado con el objetivo de poder optar a una vida tranquila y placentera en un futuro cercano, durante nuestro retiro, y sin embargo, cuanto mayor es la perseverancia en ese contexto pernicioso, y por consiguiente, mayores nuestros recursos, inferior resultaría ser el periodo de disfrute, mientras en el otro extremo existe un modelo más equilibrado, en esfuerzo, recursos y calidad de vida, dotado de mayor estabilidad y durabilidad.