Sector lácteo, en busca del equilibrio que garantice el futuro

El sector del vacuno de leche ha sufrido durante muchos años los perjuicios de la clara situación dominante que otros eslabones de la cadena, como la industria y la distribución, han tenido en sus relaciones comerciales. Con un sistema de fijación de precios que funcionaba de arriba a abajo, los ganaderos estaban obligados a aceptar las condiciones económicas que los primeros compradores les imponían para no echar a perder un producto perecedero.

La consecuencia ha sido una alarmante pérdida de productores por la baja rentabilidad de unas explotaciones ganaderas que obligan además a duras condiciones de trabajo, sin posibilidad de disfrutar de descansos semanales al no poder contratar mano de obra. Los datos son elocuentes: desde 2018 uno de cada cuatro ganaderos ha dejado la actividad provocando que el número de explotaciones se haya reducido hasta las 10.717, con una merma de 3.722 granjas menos.

En los últimos meses, la situación ha cambiado de forma sustancial. La reducción de la cabaña que se ha venido produciendo desde hace cinco años, y que se intensificó en 2022 por los altos precios de la energía y de las materias primas, ha provocado un descenso de la producción de un 3%, una caída suficiente para que la industria comenzase a temer problemas de abastecimiento en sus plantas, provocando un incremento de los precios en origen que los ha situado a la cabeza de Europa.

El rally alcista de los precios, que ha situado al fin al sector en niveles de rentabilidad y viene a acabar con una injusta situación, tiene, sin embargo, numerosas implicaciones que pueden actuar como un bumerán contra los propios ganaderos si no hay una gestión inteligente de la situación. En primer lugar, unos desmesurados precios de la leche en los lineales pueden desincentivar un consumo que luego es muy difícil de recuperar. Más grave pueden ser los efectos que puede tener sobre la industria transformadora, aliada natural de los ganaderos, al restarle aún más competitividad frente a sus rivales europeos, fundamentalmente en el caso de productos como los quesos.

La búsqueda del necesario equilibrio exige un cambio de mentalidad en la industria y la distribución para crear valor en toda la cadena. Y eso pasa por una mayor amplitud de miras en la que se tenga en cuenta la rentabilidad de todos los eslabones, incluido el sector primario, a largo plazo frente a estrategias cortoplacistas. De esa estabilidad depende el futuro de todo el sector.