Relevo generacional y población en el medio rural

No es fácil ser agricultor y/o ganadero en esta primera mitad del siglo XXI; ni se necesitan tantos profesionales como se precisaban en el siglo anterior, ni la formación de estos profesionales, ni las dimensiones de sus explotaciones tienen que ver con las que existían hace apenas unos lustros.

El acceso a este sector se reserva, casi en su totalidad a jóvenes emprendedores y entusiastas, qué además de haberle conocido desde su niñez, cuentan con familiares directos en el sector primario que les facilitan la incorporación. El coste económico es altísimo y difícilmente abordable por quienes no reciben un apoyo familiar en forma de tierras, ganado, instalaciones, maquinaria, etc., y ello a pesar de las líneas de crédito y de las subvenciones que puedan existir.

Que hay menos explotaciones y que el número de activos en el campo se reduce, se puede comprobar fácilmente en el censo del INE. En el último, elaborado en 2020, se observa que el número de explotaciones agropecuarias descendió en una década en un 7,6%; pero también se puede ver cómo la superficie media por explotación creció durante ese periodo en un 7,4% (un 11,4% en Castilla y León). Nos encontramos, pues, con un menor número de explotaciones, pero que cuentan con una mayor extensión.

Se habla y mucho, del relevo generacional y de la necesidad de incorporar jóvenes a este sector primario, pero lo cierto es que este relevo a pesar de las dificultades, se viene produciendo con carácter general conforme a los criterios de rentabilidad establecidas por los mercados, ya que sí no hay rentabilidad no puede haber relevo generacional. Al sector agropecuario se están incorporando, y desde las cooperativas lo venimos observando, los jóvenes que se precisan; jóvenes que cada vez tienen una mejor formación, que cuentan para sus labores con una sofisticada tecnología y una moderna y potente maquinaria, y que disponen de explotaciones cada vez de mayor superficie.

El sector primario fija población y mantiene actividad en nuestros pueblos. Pero para que haya crecimiento y juventud, debe haber suficiente dimensión y rentabilidad, y por ello la incorporación de jóvenes, va ligada en gran medida a la ganadería intensiva, a la creación de nuevos regadíos y a la modernización de los existentes. También se precisa, con carácter general, de una mayor presencia de mujeres en el campo. Ahí se deben concentrar medidas de apoyo suficientes, porque sin mujeres no hay familias, sin familias no hay vida, y sin vida en los pueblos, no hay futuro para el medio rural.

El dimensionamiento es el que posibilita a nuestros agricultores y ganaderos, no solo tener rentabilidad, sino también disfrutar de tiempo libre y del bienestar familiar, que en el caso de la ganadería pasa por poder tener mano de obra ajena en las granjas que permita a sus titulares librar algún que otro fin de semana y disfrutar de algunos días de vacaciones estivales.

Es cierto que aquellos pueblos, que hace tres décadas contaban con cuarenta o cincuenta agricultores, ahora tienen alrededor de quince, y en pocos años tan solo quedarán cuatro o cinco. Pese a la reducción del número de titulares de explotación, hay que tener en cuenta que ha crecido la extensión media, que no se ha dejado de labrar ninguna hectárea y que han aumentado sustancialmente la producción.

Esta tendencia de crecimiento y de concentración también se venía observando en la ganadería hasta hace pocos años, pero ahora nos preocupan especialmente algunos sectores como el ovino de leche, en el que en cuatro años han desaparecido el 24% de las explotaciones, y pese al crecimiento por granja en torno al 6%, se ha perdido el 5,6% de la producción. Aquí ya no se compensa lo que se va por lo que se queda.

Necesitamos una mayor población en el medio rural y eso ya no puede venir del sector agropecuario, pero sí puede proceder del sector agroalimentario, mediante la creación e implantación de nuevas empresas y la transformación de un mayor número de productos. Para ello es preciso, no solo apoyar en mayor cuantía la inversión, sino también, y sobre todo, incentivar con exenciones fiscales, tanto la contratación de trabajadores como la tributación por los posibles beneficios. Y en esto, sí debe de haber una clara discriminación positiva y una manifiesta diferenciación entre el mundo rural y el mundo urbano.

Es importante el papel que en todo esto juega el conjunto de la sociedad, que debe brindar un mayor reconocimiento a los ganaderos y agricultores y concienciarse de la necesidad de pagar por la alimentación su precio debido. Se exigen productos de gran calidad y seguridad alimentaria, naturales y de cercanía, respetuosos con el medio ambiente, el bienestar animal y la sanidad vegetal, exentos de herbicidas químicos o de fertilizantes sintéticos, pero no se está en disposición de asumir estos costes, y luego se adquieren alimentos de otros países que además de no cumplir con las exigentes normativas de la UE, compiten en los lineales con los nuestros.

Sí queremos relevo generacional en el campo, población en el medio rural y abastecimiento de alimentos en la ciudad, necesitamos garantizar la viabilidad económica de las explotaciones, cumplir con la Ley de la Cadena Alimentaria y tener en mayor consideración y valoración a nuestros profesionales del campo.