El satélite, la quinta revolución tecnológica llega a la agricultura

Las noches de cielos despejados, en lugares poco iluminados, nos descubren pequeños destellos que zigzaguean a toda velocidad, dibujando una órbita alrededor de la Tierra que no pasa desapercibida ni para los ojos menos avezados. No son estrellas, o naves extraterrestres, como algunos piensan. Son, como ya seguramente se imaginarán, satélites. Hay ya muchos dando vueltas alrededor del planeta. Algunos son muy grandes, del tamaño de un autobús, los llamados geoestacionarios, y están muy lejos, a unos 30.000 kilómetros. A nosotros nos interesan otros, los que son más pequeños, de la dimensión de una caja de zapatos o de un microondas, y están mucho más cerca. Más o menos a la distancia que separa Madrid de Barcelona. Se llaman nanosatélites y están revolucionando el espacio, tal y como lo conocíamos hasta hace poco.

Yo los llamo también la quinta revolución tecnológica de la agricultura. Si el arado, el tractor, los fertilizantes y los sistemas de riego han sido las cuatro revoluciones anteriores que han dejado una profunda huella en este sector, estos pequeños ingenios la van a transformar por completo, ya que permitirá el desarrollo de la agricultura de precisión y ayudará a los agricultores a tomar mejores y más eficientes decisiones, lo que permitirá sacar un mayor provecho a los cultivos y ahuyentar la amenaza de la crisis alimentaria que nos acecha.

Y como prueba objetiva, los datos. La conexión de estos satélites con los dispositivos IoT que se desplieguen en las explotaciones agrícolas permitirá aumentar su rendimiento entre un 15% y un 20% y ahorrar un 40% el uso de agua en los cultivos, lo que cobra especial importancia en un contexto marcado por las sequías, así como por la necesidad de producir más alimentos usando menos recursos. Asimismo, el control inteligente de los cultivos puede aportar entre 122.000 y 165.000 millones de euros de valor económico; la maquinaria agrícola autónoma, entre 65.000 y 85.000 millones; y la gestión inteligente de edificios y equipos, entre 38.000 y 56.000 millones de euros.

Pero bajemos ahora al terreno micro. A lo que le va a costar al agricultor. Si hoy en día paga de media 500 euros por dispositivo y 30 euros al mes por el servicio, con esta nueva tecnología pagará menos de 5 euros por el dispositivo y un euro al mes. Un ahorro más que significativo en un momento en el que el incremento de las facturas eléctricas podría provocar más de un cortocircuito en el campo. Se abre paso de esta forma a una labor más eficiente y sostenible que ayudará a los agricultores a gestionar mejor los recursos y la mano de obra. Un hecho que tiene hoy una crucial importancia debido a la escalada de la inflación y de las materias primas. Y, con ellas, de muchas variables vinculadas a su labor en el campo, como los abonos, el combustible, etc.

Este impacto será especialmente destacado en los sistemas de riego automatizados e inteligentes, ya que se obtendrá un mayor rendimiento en comparación con el control manual que se produce actualmente.

Otras de las herramientas que verán aumentado su potencial de uso son las estaciones de vigilancia meteorológica, que tienen la función de establecer predicciones y controlar el clima. Ambas ofrecerán un mayor control sobre el rendimiento de los cultivos, brindando a los agricultores la oportunidad de tomar decisiones de gestión más inteligentes.

Sin embargo, la agricultura no es la única actividad dentro del sector primario donde la conexión por satélite supondrá una auténtica revolución. La ganadería también se verá beneficiada por el uso de la cobertura satelital con el estándar 5G NB-IoT. En este caso, la consultora McKinsey ha calculado que el control inteligente de la ganadería puede producir entre 65.000 y 85.000 millones de euros en valor económico en 2030.

La colocación de sensores IoT en los animales aumenta el rendimiento de la leche en los rebaños en un 1% y mejora su calidad en un 20%. Gracias a estas aplicaciones, el número de reses enfermas se puede reducir en un 6% en comparación con un rebaño sin sensores. Lo más significativo es que el número de vacas perdidas por problemas de salud también es un 24% menor.

Otro aspecto destacado de esta tecnología es que contribuye a un mundo más sostenible. En el caso concreto de la agricultura y la ganadería, permite a las empresas desarrollar soluciones para reducir su impacto medioambiental y utilizar mejor los recursos naturales, prestigiando con ello el papel de estos sectores, los más básicos y elementales para nuestra supervivencia como especie.

La pregunta de oro es, ¿y esto para cuándo?, ¿es solo ciencia ficción? No, no lo es. Es una realidad. Existe ya una tecnología estándar que puede usar cualquier operador móvil para conectarse directamente con los satélites y dar cobertura 5G para IoT. Esta tecnología ha recibido el respaldo de la Agencia Espacial Europea (ESA) y del 3GPP, el organismo internacional que reúne a los principales actores de telecomunicaciones. Con ella se podrá extender la conectividad 5G NB-IoT a cualquier zona del planeta donde no hay actualmente cobertura terrestre sin que los operadores tengan que realizar cambios en su hardware y a un bajo coste.

Con ella llevamos trabajando más de un año con el primer satélite en órbita y al que se unirán este año otros cinco más. Si con el primero la cobertura llega ya a todas partes, con los demás se reducirá el tiempo de refresco para la recepción de los datos aunque, todo sea dicho, la agricultura no es especialmente sensible a este aspecto.

En 2024 estimamos otros 64 satélites volando con los que alcanzar la hora de tiempo de revisita. Con ellos ya se cubrirá el 70% del mercado de Internet de las Cosas y después quedará el otro 30% para lo cual se necesitarán hasta 250 satélites para dar servicio en tiempo real. Esto está previsto para 2025.

Hay que estar preparados para ser una de las dos o tres constelaciones de Internet de las Cosas funcionando bajo el estándar 5G y aspirar a capturar un tercio de un mercado en el que también hay que mirar a otros sectores críticos como el transporte marítimo o por carretera, las infraestructuras, etc.

Esto solo acaba de empezar. Cielo, tierra y agua nunca estuvieron tan unidos, tan conectados gracias a esta revolución tecnológica, que primero sustituyó a los bueyes por los tractores en el campo y ahora, en pleno siglo XXI, hará de la agricultura, como dejó dicho Cicerón, “la profesión propia del sabio, la más adecuada al sencillo y la ocupación más digna para todo hombre libre”.