María Jesús Gualda, presidenta de la Asociación de Ganaderías de Lidia: “El animalismo es un negociazo de un gran ‘lobby’ que se está forrando”

Funcionaria de Salud Pública de la Junta de Andalucía, confiesa que se acogió a la jubilación anticipada en cuanto pudo para dedicarse al vacuno de lidia, su gran pasión. Desde 2021 representa a 350 ganaderos que, como ella, mantienen viva esta actividad, recalca, por pura “vocación”.

Entre nostálgica y agradecida, afirma que aprendió lo que sabe de la bravura de su abuelo César Blanco, cuyo hierro, CB, mantiene en su ganadería en Vilches (Jaén), integrada por un centenar de madres y 300 cabezas. Dice que la enseñó a ella porque, de todos sus hermanos, era la que ponía más interés; por eso, a pesar de haberse convertido en la primera mujer que preside la Asociación de Ganaderías de Lidia desde su creación en 1951, agradece con profusión que no le demos especial relevancia a ese dato. Y es que, para María Jesús Gualda Blanco, llegar ahí no tiene que ver con esa condición, sino con una entrega que en su caso arranca “en la cuna”.

Ella representa la quinta generación de una familia apasionada de la lidia cuya ganadería hoy, con encaste “Santa Coloma, línea Coquilla y algo de línea Buendía”, protagoniza, “seis festejos al año, en condiciones normales”. Divide el tiempo entre su gestión y la del complejo hotelero rural que ha levantado para mantenerla en una finca dehesa de 400 hectáreas. “La ganadería de lidia no es rentable, es vocacional”, afirma antes de reseñar que esa es, no obstante, la mayor fortaleza de un sector para el que “la cosa no está fácil”, menos aún tras estos dos últimos años que ha vivido bajo la amenaza del estoque. De hecho, “apenas han desaparecido ganaderías”.

“2020 no fue ruinoso, fue trágico”, mientras que el pasado fue un “año trampa”, afirma la presidenta de la AGL, para llegar a este 2022 en el que han “remontado un poco, pero sin tirar cohetes”. Y es que, los precios se tiraron de tal modo que va a ser muy complicado volver a los anteriores. “Poner un animal en situación de corrida tiene un coste de unos 5.000 euros y en pandemia se llegaron a vender a 700”, expone haciendo una fotografía general a la crianza brava en la que también ve, y pese a que se han retomado los festejos taurinos este verano, exceso de oferta de animales, la nueva banderilla que supone el incremento de los costes de producción para todo el sector primario y muchas ganaderías “modestas” a las que capear el temporal se les complica más si cabe.

No obstante, no son estos los principales lastres que parecen conducir a la lidia española a la suerte de matar. Pesan más un animalismo que es “un negociazo detrás del que hay un gran lobby que se está forrando” y, por supuesto, la desunión -son cinco las asociaciones de ganaderos-. No falta diálogo y han hecho cosas juntos, pero hay demasiadas “competencia y suspicacias”. “Me he encontrado a gente que me ha llegado a decir que con el espectáculo y el producto que tenemos, que no sepamos venderlo, es para matarnos”, afirma esta ganadera que aboga por una Federación que sume fuerzas y que cree que, para que la lidia recupere su brillo, necesitaría “que apareciera alguien, probablemente ajeno, capaz de enseñarlo, de mostrarlo, de informar sobre ella desde un punto de vista objetivo, para que se conozca lo que realmente entraña la crianza de ganado bravo”.