Crónica de una sequía anunciada: el campo se asfixia

El verano de 2022 será recordado por las continuas olas de calor, porque los termómetros marcaron las temperaturas más altas de los últimos sesenta años en España y porque la sequía ha hecho saltar todas las alarmas en el campo, provocando restricciones en algunos puntos del país.

Parece que se avecina una tormenta perfecta si tenemos en cuenta que a la incertidumbre económica y a la tensión geopolítica internacional se suma una crisis energética sin precedentes en nuestra historia más reciente y una elevada inflación que hace peligrar la ansiada recuperación económica tras la pandemia. El escenario es complicado en todos los ámbitos de nuestra economía. Y desde la Federación Nacional de Comunidades de Regantes de España (Fenacore) afrontamos la subida de precios y de costes energéticos y la falta de agua con una enorme preocupación.

En este contexto, durante estos meses de verano hemos podido constatar una campaña de desprestigio que atenta gravemente contra la supervivencia de nuestro sector, clave para la producción de alimentos y para la economía del país. Frente a ella, conviene remarcar que los regantes somos un referente en la lucha contra el despilfarro y en el uso eficiente del agua. Por esta razón, hemos advertido sobre el peligro de lanzar datos erróneos y sesgados sobre el uso que hacemos del agua, mientras que, por el contrario, se están omitiendo otras cifras evidentes como, por ejemplo, que los caudales ecológicos han reducido un 16% de media la disponibilidad de agua en España.

En nuestro país, contamos con uno de los regadíos más modernizados del mundo gracias al enorme esfuerzo realizado por el sector. Esto nos ha permitido reducir el uso del agua en más de 3.000 m3 /hectárea y año durante los últimos 25 años, lo que contradice la injusta acusación de despilfarradores.

Hemos dado un paso de gigante y hemos conseguido aumentar la superficie de regadío modernizado mediante goteo y aspersión hasta llegar a máximos históricos, con un total de 3.013.765 hectáreas de riego modernizado en 2021, lo que supone un 77,7% del total.

La realidad es incontestable y el enorme esfuerzo del sector no ha ido acompañado de un respaldo por parte de la Administración, de la que sufrimos un trato discriminatorio, como también muestra la planificación hidrológica, que no garantiza el agua para riego durante las próximas décadas. Falta voluntad política precisamente ahora cuando más lo necesitamos y, sin embargo, asistimos atónitos a un debate abierto este verano por grupos ecologistas radicales y respaldado por el propio Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO), según el cual nosotros -los agricultores, sobre todo, de regadío- seríamos los culpables de las restricciones de agua.

Pero nada más lejos de la realidad. Ninguna población en España ha soportado restricciones de agua por culpa de estos cultivos de regadío porque así lo asegura la propia Ley de Aguas y los Planes de Sequía de las Confederaciones Hidrográficas, que establecen claramente la prioridad de uso siempre para el abastecimiento.

En este marco, desde Fenacore analizamos la realidad con rigor y lanzamos una batería de propuestas básicas para paliar la falta de agua, tal y como defendimos el lunes pasado en el Grupo de Trabajo de la Mesa de la Sequía, convocado por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. El Gobierno debe estudiar caso por caso las causas de la sequía, que pueden estar relacionadas con la falta de lluvias, los efectos del cambio climático, el crecimiento de todas las demandas, la poca eficiencia en los usos y el incremento de caudales ecológicos.

Pero además sufrimos problemas muy graves: la falta de inversión en obras de regulación reforzará la amenaza que suponen las sequías. Y las cifras son muy claras. Se han ejecutado sólo dos de cada diez euros de la inversión prevista en los anteriores planes hidrológicos, por lo que un porcentaje elevado de infraestructuras hidráulicas de interés general no se han realizado (pese a que están recogidas en los sucesivos planes y son esenciales para mitigar impactos del cambio climático, como las sequías). En este contexto, no entendemos por qué no se construyen más embalses, ya que al cubrir el 80% de la demanda de agua, constituyen la principal y mejor solución para el problema del agua en España.

La realidad es que las obras de regulación son fundamentales a la hora de combatir las sequías al permitir embalsar agua en las épocas de lluvia para distribuirla y usarla cuando se necesite. De hecho, la mayoría de los países europeos pueden aprovechar de forma natural más de un 40% de sus recursos hídricos, mientras que en España este aprovechamiento en régimen natural se reduce al 9%. De ahí, la necesidad de las obras de regulación para almacenar agua. Y es que, a nuestro juicio, en España, sin embalses, en el estiaje de verano de los ríos, sólo se podrían abastecer en torno a 5 millones de habitantes.

Necesitamos, además, que se cumpla una reivindicación esencial para nuestro futuro: la doble tarifa eléctrica que, unida a una reducción del IVA, nos puede permitir reducir costes en casi un 30%. Y este ahorro es clave para seguir modernizando nuestros regadíos, sobre todo, si las situaciones de sequía siguen extendiéndose a futuro como parece previsible.

La posibilidad de contratar dos potencias eléctricas al año recientemente se recogió en la Ley para mejorar el funcionamiento de la cadena alimentaria. Pero falta su desarrollo reglamentario por parte del MITECO, ya que esta disposición se incluyó en la Ley de la sequía de 2018 y en la enmienda aprobada en el marco de la negociación de los Presupuestos Generales del Estado de 2021.

Hay muchos asuntos clave encima de la mesa, pendientes de resolver. Y se necesitan actuaciones que permitan dar a los regantes el respiro que necesitamos. El campo se asfixia y llevamos décadas advirtiendo sobre lo que ya está sucediendo: la crónica de una sequía anunciada, tomando como inspiración el título de la obra del gran Gabriel García Márquez.