Juan Luis Muñoz Carrasco, ganadero criador del toro más caro en la subasta de Salamaq 2022: “Las vacas acaban por recompensar tantos sacrificios”

Apuntaba maneras. Lo vio claro su padre y cuando Juan Luis contaba con 17 años compró 52 vacas retintas para forjarle como ganadero. Hoy dirige, junto a sus hermanos Victoria y Miguel, Ganadería Hnos. Muñoz Carrasco, un referente nacional en la reproducción de Limusín.

Mónica Bellucci, Pamela Anderson, Peter Pan... Son algunos de los toros y vacas de la Ganadería Hermanos Muñoz Carrasco. Dice Juan Luis, el mayor de la saga (51 años), que cuando les nace “algo con potencial”, le gusta ponerle “un nombre llamativo como reclamo”. La última alegría se la ha dado Ralph Lauren, hijo de Naomi Campbell, que, en la pasada Feria del Sector Agropecuario y Exposición de Ganado Puro, Salamaq 2022, logró la puja más alta de los 125 animales subastados, alcanzando los 14.100 euros tras partir de 3.400. Su destino: Cantabria. “Sí, da pena desprenderse de un animal tan poderoso, pero soy consciente de que me dedico a ello y tengo que pagar piensos, el colegio de mis hijos, etc.”, afirma este ganadero que estima que producir un ejemplar puro supone “unos 4.200 euros” y que sacarle un rédito así es algo excepcional.

No obstante, tiene Juan Luis experiencia en ello, ya que suma nueve campeones nacionales con las vacas y toros que él y sus hermanos crían en extensivo en la finca Araya, de unas 50 hectáreas, en el término cacereño de Brozas. Incluso, aún ostentan el récord nacional que alcanzó su “Jockey en 2016, con 17.200 euros” en subasta. El secreto de esta ganadería cuya andadura arranca en el año 2000, después de que Juan Luis se enamorara de la raza limusín tras hacerse cargo dos años antes de Caserío de Allas (Segovia), está en la “dedicación” y la crianza desde el “cariño”.

Y es que, afirma el principal artífice de más de un centenar de premios nacionales y un número de regionales de los que ha “perdido la cuenta”, “hay trabajo, dedicación constante, mucha exigencia, priorizamos a nuestros animales a veces por encima de eventos familiares”. Reconoce que en ocasiones se pregunta si no hay un punto de locura en ello, pero “las vacas acaban por recompensar tantos sacrificios”. Además, tiene muy claro que “los concursos comienzan a ganarse desde casa” y que “el ring es el resultado de un trabajo que empieza mucho antes”.

En ese antes pesa también una alimentación minuciosa del animal, “para no engrasarlos ni acelerarlos, para no sobrealimentarlos en un tiempo corto y destrozar sus aplomos e hígado”. Y, por supuesto, el talento innato que le reconoce todo el sector. “Estoy muy satisfecho, por el trabajo, que no por mis circunstancias personales -perdió a su mujer hace unos meses-” y por el “empuje que supone ponerte al lado de los mejores”, dice este cacereño que mamó la ganadería de su abuelo Miguel, de quien recuerda entre risas que lloró la primera vez que le acompañó a un concurso “en zapatillas de casa” al ver que su toro superaba el millón de pesetas y que se quedaría boquiabierto con la profesionalización actual del sector.