Repensar la PAC, un debate obligado tras la invasión de Ucrania

La trágica invasión de Ucrania por parte de Rusia ha puesto en evidencia la dependencia que la Unión Europea en general, y España en particular, tiene de algunas materias primas agrícolas de países del exterior, lo que se ha traducido en un elevado incremento de precios y el riesgo de desabastecimiento de productos básicos para la alimentación humana como trigo, maíz o girasol.

Tras el drama humano como principal foco de preocupación y horror, la guerra ha reabierto también el debate sobre la política agraria que la Unión Europea tiene planificada para los próximos años y las repercusiones que la reducción del potencial productivo que pretende puede tener en la soberanía alimentaria del Viejo Continente.

El denominado Green Deal, que en materia agrícola se sustancia en las estrategias De la Granja a la Mesa y Biodiversidad 2030 y que se materializará a través del nuevo modelo de la PAC recoge, en aras de una mayor sostenibilidad medioambiental, una drástica reducción de la utilización de insumos como fertilizantes y productos de sanidad vegetal -un 50% hasta 2030-, así como la reducción de un 4% de las tierras de cultivo en la UE y un incremento hasta el 25% de la superficie dedicada a cultivos ecológicos, mucho menos productivos.

En apenas unas semanas, la realidad de la guerra ha mostrado los elevados riesgos que las políticas ‘verdes’ lideradas por el vicepresidente primero de la Comisión Europea, Frans Timmermans, pueden tener para la seguridad alimentaria. La reducción de la producción que según todos los estudios provocará las estrategias medioambientales, en un contexto geopolítico en el que la región del Mar Negro se ha convertido en un proveedor poco fiable puede ser cuanto menos irresponsable.

Cada vez son más las voces que piden un replanteamiento de la Política Agraria Común para evitar que Europa se pegue un tiro en el pie. El debate que debería haber antecedido a la aprobación de estas estrategias es ahora más obligado que nunca. Conocer las implicaciones, establecer plazos realistas, arbitrar instrumentos como la digitalización, la edición genética o la economía circular, son el mejor camino para alcanzar los objetivos medioambientales que se persiguen, a los que no debemos renunciar. Pese al inmovilismo que sigue manteniendo Bruselas, España, como indiscutible potencia agroalimentario en la UE, debe liderar el replanteamiento de una PAC que amenaza al sector agrario de nuestro país, con los consumidores como principales paganos.