“Hay que destinar más recursos a investigar los virus de las plantas”

La Científica Titular del CSIC Elvira Fiallo Olivé recibe el prestigioso premio Losada Villasante en la modalidad de Investigación Agroalimentaria por sus valiosas aportaciones a la lucha contra los patógenos virales emergentes que atacan la producción hortícola de nuestro país.

Cada año se detecta un nuevo virus emergente en los cultivos de invernadero de la conocida como la ‘huerta de Europa’. En muchas ocasiones, supone la pérdida del 100% de la producción afectada, con un impacto socioeconómico nada desdeñable. Aunque en realidad se trata también de un problema global porque muchas de esas enfermedades están presentes en los cinco continentes.

Desde el laboratorio del Instituto de Hortofruticultura Subtropical y Mediterránea ‘La Mayora’, centro mixto del CSIC y la Universidad de Málaga, la científica de origen cubano Elvira Fiallo ha dedicado su carrera investigadora a la lucha contra estos virus emergentes en el sudeste peninsular español, lo que le ha hecho merecedora del Premio Losada Villasante en su modalidad de Investigación Agroalimentaria, patrocinado por Foro Interalimentario.

Fiallo agradece la llamada de elEconomista Agro para interesarse por su trabajo. “Es bueno que las administraciones sean conscientes de que no solo el coronavirus es importante, también lo son los virus que atacan a las plantas, que causan daños significativos y es necesario disponer de medios para su control”, afirma.

Sus aportaciones a la caracterización de nuevos virus y agentes subvirales identificados en Andalucía han servido de base a las empresas de semillas establecidas fundamentalmente en Almería para el desarrollo de sus programas de mejora genética encaminados a la obtención de variedades comerciales resistentes. Además, Fiallo y su equipo han desarrollado sistemas de diagnóstico específicos, sencillos y sensibles que están siendo utilizados de forma rutinaria por laboratorios públicos de Sanidad Vegetal para el muestreo de cultivos. Son patógenos importados de otras zonas, como el Medio Oriente, el continente americano y Asia, por lo que el conocimiento generado contribuirá a generar medidas de control que eviten la pérdida de productividad en esos países en desarrollo en los que la seguridad alimentaria está en peligro.

La ‘cruzada’ de esta investigadora contra las amenazas a la producción hortícola española tiene objetivos con nombre propio: los virus de la cuchara y del amarilleo que afectan al tomate; así como otros dos patógenos que diezman las producciones del calabacín y el pimiento.

Los dos ‘clásicos’

Los del tomate, que llama “los dos clásicos de Andalucía” (tomato yellow leaf curl virus y tomato chlorosis virus), están presentes en España desde hace muchos años, aunque todavía hoy siguen suponiendo un problema fitopatológico. “Se generan variantes virales mediante mutación y recombinación con nuevas propiedades y muchas veces superan las resistencias genéticas que están incorporadas en las variedades comerciales”, explica. .

Más recientemente, en 2013 en Murcia y en 2014 en Almería, se detectó la presencia del begomovirus tomato leaf curl New Delhi virus, originario de la India, donde afecta fundamentalmente al cultivo del tomate, pero la cepa existente en nuestro país afecta a cucurbitáceas como calabacín, melón y sandía. “Ha provocado importantes mermas de producción y de hecho las imperfecciones que pueden verse en los calabacines que compramos muy probablemente estén provocados por este virus”.

En su diana, la científica Elvira Fiallo tiene también un cuarto patógeno (pepper vein yellows virus 5) que impide que el pimiento llegue a su coloración final y que, a diferencia de los anteriores que se transmiten por la mosca blanca, éste lo hace a través del pulgón.

“Si las comparamos con las producidas por otros patógenos como los hongos o las bacterias para los que hay antibióticos y antimicóticos eficaces, las enfermedades causadas por virus tienen una especial relevancia porque no hay métodos curativos para su control. La dificultad radica en la propia naturaleza de los virus, que son parásitos intracelulares obligados, y cualquier acción sobre el patógeno va a afectar al huésped, que en este caso es la planta”, asegura la científica.

A esto hay que añadir otros factores que incrementan la problemática del control de virus de plantas. Por una parte, “continuamente se generan variantes virales en las plantas infectadas. Los virus en sus propios procesos replicativos están generando mutaciones o recombinaciones que pueden superar la resistencia de las variedades comerciales o, como hemos visto con el coronavirus, que se transmiten mejor”.

Cambio Climático

La emergencia viral también tiene que ver con el Cambio Climático debido fundamentalmente al efecto de la temperatura sobre las poblaciones de los insectos vectores. “Tanto los begomovirus como los crinivirus se trasmiten por la mosca blanca, extremadamente difícil de controlar. Cuanto más calor hace más se reproduce y cuanto más abundantes sean las poblaciones mayor será su capacidad de transmisión. Además, al subir la temperatura, hay insectos vectores que pueden propagarse a regiones en las que antes no podían sobrevivir”, asegura.

Aunque hay virus que sólo afectan zonas geográficas concretas, otros, como los que están presentes en Andalucía, constituyen un problema global. “El virus de la cuchara está en todos los continentes y aun cuando las empresas productoras de semillas de calidad han desarrollado variedades tolerantes, hoy por hoy sigue constituyendo un problema en muchísimos países del mundo. En el caso del amarilleo del tomate, que también está presente en muchos países, ni siquiera existen variedades comerciales tolerantes. Además, en todos los casos estamos hablando del huésped primario, al que más afecta, en este caso el tomate, pero también pueden afectar a otros cultivos”. Por eso la investigación básica se presenta como la principal arma para ganar la batalla. “El estudio, el conocimiento, la caracterización tanto biológica como molecular de los patógenos y de las posibles variantes que puedan emerger por su altísima capacidad de replicación es el primer paso para lograr su control efectivo y duradero. No se puede conseguir una variedad resistente a una enfermedad viral si no se conoce cómo es ese virus y cómo actúa en la planta. Difícilmente se puede controlar la transmisión de un virus por su insecto vector si no se conoce cuál es la interacción entre ellos. Además, no se puede llevar a cabo un correcto control de plantas silvestres que puedan servir de reservorio a los virus si no se identifican previamente”.

Fiallo reconoce la preocupación en instituciones públicas y privadas por el problema de los virus de las plantas, materializado en el apoyo que la Fundación Bill y Melinda Gates o el programa europeo Horizonte 2020 han dado a sus investigaciones. “Pero no es suficiente, hacen falta más recursos”, advierte.