Greenfield, la tecnológica que pusieron en marcha dos agricultores
Facilidad, rentabilidad y sostenibilidad medioambiental, son los tres grandes pilares sobre los que se fundamenta la base de la actividad diaria de Greenfield Technologies con el objetivo de ayudar a los profesionales a optimizar sus producciones. “No damos datos, sino conocimiento”, afirma su CEO.
No somos como otras empresas que tienen muchos conocimientos en tecnología o estadística y deciden entrar en el mundo de la agricultura, aquí es al revés”, afirma Miguel Córdoba, CEO de Greenfield Technologies, la compañía extremeña que puso su semilla en 2014 cuando dos técnicos agrónomos vieron “hueco” en el mercado ante la dificultad para encontrar las herramientas que buscaban para gestionar fincas.
De ahí su lema “Agricultores usando Tecnología” y una filosofía que apuesta por ofrecer “conocimiento” a los profesionales del campo y no simplemente datos a través de “mapas de muchos colores” que tienen que interpretar cuando se bajan del tractor tras una jornada de diez horas. “Nuestro origen condiciona toda nuestra forma de trabajar porque tenemos una orientación muy práctica y sencilla hacia los agricultores. Es nuestra obsesión”, asegura Córdoba.
Greenfield está especializada en el asesoramiento agrario utilizando todas las herramientas tecnológicas que están a su alcance, con dos bloques bien diferenciados. Uno lo conforman los mapas de suelo que utilizando sensores, geoestadística y analíticas de laboratorio permiten conocer aspectos como el contenido de nitrógeno o las necesidades hídricas para diseñar programas de dosificación variable de fertilizantes o de riego. “En ese servicio la principal característica es que damos la caracterización de los parámetros biológicos del suelo, es decir la actividad microbiológica que tiene cada parte de la parcela, que afecta tanto a los patógenos como a los organismos beneficiosos para la planta. Presentamos al agricultor un mapa de presencia de nematodos o de bacterias solubilizadoras del potasio, que son las que hacen que funcione la planta porque los microorganismos son los que ponen a su disposición los nutrientes”, explica Miguel Córdoba.
El segundo es el seguimiento de cultivos - están especializados en olivar, almendro, nogal y pistacho, tomate, alfalfa, fruta de hueso y hortícolas como cebollas o zanahorias- para observar su comportamiento gracias a la información que brindan satélites, drones, sensores o estaciones meteorológicas. “Pero en vez de coger y decir oye aquí tienes un mapa, nosotros lo interpretamos para detectar dónde el cultivo está comportándose de forma anómala y adelantarnos. Sabiendo cuál es, la zona en la que está, qué clima está habiendo en esa campaña, qué riegos se han puesto... lanzamos alertas amarillas, naranjas o rojas dependiendo de la gravedad. A las ocho de la mañana los agricultores ya tienen las directrices para actuar. Puede ser una aparición incipiente de hongos, otras veces sabemos el problema, pero no la causa y el técnico va a la finca o pide vídeos y fotos para tomar las medidas necesarias”.
En algunos cultivos -aceituna, tomate, alfalfa y este año también almendro-, la compañía ha dado un salto cualitativo y en función de la evolución de las plantas, datos históricos y herramientas de Inteligencia Artificial hace una predicción de cuál es el mejor momento de cosecha e incluso de la producción, tanto en cantidad como en calidad. “Por ejemplo, en alfalfa, definimos cuál es el contenido proteínico, la fibra digestible...” asegura el CEO de Greenfield. Es una información que ya no solo interesa al agricultor, sino a la industria que se abastece de esas parcelas. “Imaginemos -explica- una empresa de tomates que se abastece de 800 fincas. Nosotros le decimos cuál es la fecha ideal de recolección de cada una de ellas y cuántos kilos trae. Le estamos dando una predicción de las entradas de materias primas que va a tener, con lo cual el responsable logístico sabe cuántos camiones tienen que mandar, dónde, en qué fechas, si va a tener un poco de atasco, si tiene que cerrar la línea de ecológico para abrirla dos semanas después o, al revés, agrupar cuatro parcelas que se han quedado descolgadas y decirles que las adelanten suprimiendo el riego, porque no van a parar la línea ecológica solo para esas cuatro parcelas”.
Miguel Córdoba ve la digitalización como “una marea que cada vez está llegando a más gente y que ahora, con la subida de costes se convierte en una necesidad”. Como ejemplo cita las recomendaciones de riego -diaria en el caso del tomate, y cada cuatro o cinco días en la alfalfa- en función de parámetros como la variedad o el momento de siembra. “Al final te encuentras con fincas con diez sectores de riego y lo tenemos automatizado. Hemos comprobado que se produce un 30% de ahorro en el agua, otro tanto en energía para bombear, menos lixiviación de nutrientes en el suelo...y al final más sostenibilidad”.
Sin embargo, el directivo es claro al afirmar que “ves tractores autónomos, drones que te vigilan la cosecha, satélites que pasan todos los días...y parece como que el agricultor se puede ir a la playa y llevar desde allí sus cultivos y eso no es verdad. El agricultor tiene que seguir estando a pie de terreno, lo tenemos clarísimo. Hay gente que se decepciona porque cree que la tecnología te va a resolver todos los problemas, pero los más profesionalizados saben que son herramientas que te ayudan a hacer mejor tu trabajo y son obligatorias”.
Casi todos los clientes repiten
Sobre el retorno que para el agricultor tienen los servicios de digitalización que prestan, Córdoba es claro: “Si tú me contratas esta campaña es porque te esté aportando valor esta campaña. Cuando me preguntan si es caro o barato digo que siempre que obtengas mayor producción o tengas menos costes, lo que cobramos ya es rentable. Y la demostración es que casi el 100% de los clientes con los que hemos trabajado un año han repetido”.