El vino se rinde a los nuevos matices de impronta femenina

Formación, capacidad de organización y adaptación en un mundo muy cambiante y mucha pasión son los valores que han permitido a las mujeres normalizar su presencia en el universo vitivinícola y también su éxito en ámbitos como el de la bodega o el enoturismo.

A estas alturas, no parece necesario romper lanzas ni dedicar reportajes a las mujeres vinculadas a la viticultura para poner de manifiesto lo mucho que ha cambiado su papel en el sector en las últimas décadas. Sin embargo, sí es de justicia. En esta nueva era en el universo vitivinícola, se antoja merecido seguir los pasos de algunas de ellas entre viñedos y escuchar sus impresiones entre barricas para comprobar la impronta real que muchas están dejando en algunas de las bodegas más prestigiosas de España y, por ende, del mundo.

Durante siglos, el del vino ha sido, como tantos otros, un mundo abrumadoramente dominado por los hombres, en el que la mujer quedaba relegada no más que al ejercicio de tareas en la sombra, siempre de forma anónima. Pero en el siglo XIX, algunas, bien empujadas por la necesidad al quedarse viudas, bien por su propio arrojo, comenzaron a explorar un camino hasta entonces vetado para ellas: Barbe- Nicole Clicquot, que en el siglo XIX se convirtió en la primera mujer en dirigir una casa de champaña tras enviudar con sólo 27 años; Hannah Weinberger, Antonia Adelaide Ferreir...

Tras ellas llegarían otras, mujeres que demostraron también ser de pura cepa y que abanderarían una transformación que, desde hace varias décadas, se refleja en un paisaje radicalmente renovado en un sector en el que hombres y mujeres no sólo no se dan la espalda, sino que trabajan juntos logrando que el vino, ese gran producto de nuestra gastronomía, siga gozando en nuestra cultura y en nuestra vida de su intrínseco protagonismo. Bodegueras, enólogas, ingenieras agrónomas, especialistas de laboratorio, sumilleres, etc. Hoy, a nadie le extraña encontrarse a mujeres en puestos como estos, mucho menos aún en esas tareas vitícolas a pie de campo en las que siempre han estado presentes.

Algunas por amor a la vid de herencia familiar, otras por mero descubrimiento de un mundo que acabaría por encandilarlas, son ya innumerables las que han contribuido al desarrollo y el progreso del sector. Lo han hecho derrochando pasión por una actividad apegada a la tierra, a la tradición y al medio rural, y, sobre todo, aportando conocimientos fruto sobre todo de su formación específica, esfuerzo y entrega.

Pasión y capacidad organizativa

Es el caso de Eva Plazas Torné, enóloga de Cavas Vilarnau. Ingeniera técnica agrícola y Máster en Viticultura y Enología, lleva 25 años entregada en cuerpo y alma a esta bodega del potente grupo González Byass -una entrega que, precisamente, el pasado diciembre le valió el Premio a la constancia de esta empresa nacida en Jerez de la Frontera-. Pocas como ella pueden, pues, hablar con tal conocimiento de causa sobre la impronta femenina en la viticultura española, una huella que, dice Eva, se ve claramente reflejada en distintos ámbitos, uno de los más importantes, “las bodegas”. En ellas, afirma, las mujeres tienen ya una importante presencia como resultado de “su potente capacidad organizativa” y también “por ese componente más emocional que aportan y al que en el mundo del vino se le va dando mucho valor”.

Precisamente, “un gran matiz femenino, de sensibilidad”, es lo que caracteriza al Cava Vilarnau Brut Rosado Reserva, ganador del Premio Alimentos de España al Mejor Vino 2021 -ex aequo con Campillo 57 Gran Reserva 2013-, y detrás del que, por supuesto está Eva Plazas Torné. “Ha sido elaborado por un equipo de hombres y mujeres” es lo primero que reseña la enóloga de este cava a base de garnacha tinta y un suave aporte de pinot noir, que nace “de un viñedo integrado en el paisaje y trabajado con técnicas de certificación ecológica”. En lo que al premio en sí se refiere -“lo más, para cualquier profesional”-, afirma Eva que para ellos es el reconocimiento “a la constancia, al trabajo en equipo y al trabajo bien hecho”, por los que Cava Vilarnau viene apostando desde hace muchos años “con la práctica eco en el viñedo y la innovación técnica en la elaboración”.

A ese trabajo, además, le acaba de llegar un nuevo reconocimiento envuelto, en este caso, en ritmos musicales. Y es que la bodega ha sido elegida por otra de las muchas mujeres que se ha dejado seducir por el mundo del vino -aunque de forma distinta-, la archiconocida cantante australiana Kylie Minogue, para elaborar el primer espumoso que ha incorporado a su colección de vinos de autor, lo cual subraya la enóloga de Vilarnau, es “muy interesante e importante para nuestra bodega, pero también para el cava”.

Capacidades con esencia maternal

Desde el Penedés, damos el salto a otra de las grandes zonas vitivinícolas españolas, La Rioja, donde Ana Barrón (51 años), enóloga de la Bodega Marqués de Vargas y responsable de las referencias que se elaboran en su Viñedo Singular bajo el paraguas de la DOCa Rioja, habla también de “pasión” y de “capacidad de esfuerzo y de organización” como grandes aportaciones femeninas a la viticultura, vinculando esta última fortaleza de una forma clara con la maternidad. Esa condición, dice, “hace que siempre busques que salgan las cosas bien, que haya una organización, que haya una reflexión sobre a dónde quieres llegar y cómo quieres construir, y eso a la larga, con estas premisas, es lo que hace que al final salga un trabajo de calidad”.

Más joven, pero también con una larga trayectoria en el mundillo, coincide en que “la experiencia como madre” es un plus Susana Pérez (44 años), enóloga de Pazo de San Mauro, bodega de la DO Rías Baixas perteneciente igualmente al Grupo Marqués de Vargas. “Éste es un mundo muy cambiante, en el que todos los días son distintos y con retos distintos” y, en este contexto, las mujeres “aportamos una gran capacidad para amoldarnos a situaciones muy distintas de forma muy rápida”, señala Susana antes de reseñar que la experiencia laboral e indudablemente la experiencia como madre, “ayuda a esa adaptación, a buscar que todo salga bien, a esa capacidad de organizar varias cosas a la vez”.

Fuera de la bodega en sí, destaca también Eva Plazas Torné que la aportación de las mujeres está siendo muy relevante en el área del enoturismo, convertido hoy en “una parte súper importante de la industria vitivinícola”. “Están haciendo un papel fundamental”, afirma la enóloga catalana sobre esas mujeres que representan ya “el 60%” en el empleo enfocado al diseño de esas exitosas experiencias enológicas.

En el lado contrario de la balanza, 25 años en el sector avalan a Eva para decir que hay avances, pero también “un vacío muy importante” en la cúspide de la pirámide, en los puestos directivos. Y como muestra, un botón: formación, esfuerzo y capacidades han hecho que en el Comité de Cata del Consejo Regulador del Cava se haya pasado de cuatro mujeres cuando ella entró, a las 12 de 27 miembros que hay en la actualidad. Sin embargo, en el propio Consejo, donde se toman las decisiones, “de 20 integrantes, ni una mujer”, ejemplifica la enóloga antes de poner el acento en que hay muy pocas en gerencias y direcciones, salvo contadas excepciones en la que ha pesado la herencia familiar.

Más visibilidad al campo en general

Más avances, pero también mucho camino por recorrer, ve Eva en la parte propiamente relacionada con el cultivo de la uva, donde, las mujeres “siempre han estado, cumpliendo con lo que toque en cada momento -podas, vendimia, burocracia...-, organizando, haciendo que la maquinaria vaya funcionando”, pero, matiza, “detrás del hombre”. “Siempre han sido el pilar, aunque no han tenido visibilidad”, lamenta esta enóloga que, precisamente, ha impulsado la Asociación Cava Women para, entre otras cosas, saldar esa deuda histórica con las muchas que han hecho posible que el cava esté hoy donde está.

Coinciden totalmente con ella en este apunte, sus otras colegas. “La realidad es que siempre hemos estado ahí, haciendo camino”, dice Ana Barrón antes de rubricar las palabras de su compañera Susana Pérez acerca de que lo que realmente hay que visibilizar es “el trabajo en el campo, en general”, tanto el de los hombres como el de las mujeres. En Galicia, dice la enóloga de Pozo de San Mauro, “siempre ha habido matriarcado y las mujeres han estado muy involucradas en las labores del campo”; eso es algo que ella tiene bien grabado en la retina porque lo ha vivido desde su niñez y también porque lo ve ahora en su día a día en la viña, donde afirma, hay mujeres haciendo múltiples labores e incluso a las que se busca de forma exclusiva para las “más minuciosas”, pero reconoce que no es la visión de la mayoría y que lo que ocurre, desde una perspectiva general, es que no se da el valor que se merece al origen ni a la labor que hay detrás de un producto.

Poner en valor el origen es, precisamente, una de las cuestiones prioritarias a las que Barrón y Pérez tratan de dar respuesta desde su condición de enólogas de Marqués de Vargas y Pozo de San Mauro. En el caso de la primera, con vinos como Selección Privada 2017, un Rioja al que se ha imprimido una “personalidad única” fruto del pago singular del que nace su materia prima y de un trabajo que incluso ha sido reconocido por el mismísimo Tim Atkins. Por parte de Susana Pérez, reconocida con el Premio Joven Albriñense 2016, con albariños que buscan “que todo el trabajo del año en el viñedo, en el campo, se vea reflejado en Pazo de San Mauro o Sanamaro, en estos vinos y su añada”.

Ese parece ser, sin duda, uno de los nuevos caminos a abrir por las mujeres de la vitivinicultura, futuras generaciones llamadas a seguir aportando su impronta para dotar a la despensa española de caldos auténticos y a las que Eva Plazas recomienda “estar dispuestas a no dejar de aprender” mirando al futuro, pero sin perder de vista ese origen; apostando por la nueva tecnología, pero sin olvidar procesos manuales de antaño que, en el caso de la viticultura, “son patrimonio y debemos preservar”.