El necesario cambio de estrategia en el sector agrario de la Unión Europea

Aunque en el título de este artículo he escrito la palabra “necesario” creo que, en realidad, el mencionado cambio de estrategia en el sector agrario de la Unión Europea se ha vuelto realmente imprescindible, aunque, tal vez, pueda molestar a los “verdes” de siempre.

Esto es así, entre otras muchas razones, porque el 50% del cereal que importamos procede de Ucrania y de Rusia y, además, Rusia es el principal exportador de fertilizantes -y, paralelamente, no se minusvalore el hecho de que los abonos nitrogenados se producen en base al gas natural-.

La invasión rusa de Ucrania ha desatado una serie de consecuencias que, en mi opinión, van a perdurar, cambiando de manera muy significativa -al menos a medio plazo- el escenario agrario global en la Unión Europea (UE-27). El mismo pone en riesgo cierto las soberanías energética y alimentaria de la Unión -alumbrando la evidencia de su fragilidad estructural en época de una crisis importante-.

Paralelamente, a causa de las mencionadas circunstancias, se han visto consolidados en la UE, según zonas geo-políticas, los entornos BANI -frágil, ansioso, no lineal y difícilmente comprensible- y/o VUCA -volátil, incierto, complejo y ambiguo-.

Esta realidad obliga a replantearse muchas de las políticas de la Unión Europea, entre ellas la de la propia Política Agraria Común (PAC) dado que, en los últimos años y con una visión inadecuada de la realidad actual, la Unión Europea ha ido fomentado, a nivel de nuestro sector, la componente “verde”.

La misma ha ido mermando de forma significativa al componente “productivo” de nuestra agricultura. Ello ha dado lugar a que hoy (marzo 2022) nos encontremos, en todos los Estados de la UE, tierras perfectamente productivas que están sin producir -en ellas está prohibido producir-, porque se han tenido que destinar a barbecho -sin menoscabo de que un descanso adecuado de la tierra es necesario, pero no se confunda la gimnasia con la magnesia-.

Actualmente la superficie real de barbecho obligado, en la UE-27, a la que hay que añadir la superficie abandonada por su falta de rentabilidad en condiciones anteriores al conflicto suman muchos cientos de miles de hectáreas -siendo, en general, hectáreas aceptablemente aptas para el cultivo de cereales y/o leguminosas-.

Y todo ello como consecuencia de las sucesivas Políticas Agrarias Comunes, PAC. No se olviden, en este contexto, las directrices suscritas, en su momento, en los acuerdos agrícolas de comercio, GATT, con los Estados Unidos.

Finalmente nos encontramos con un descenso significativo del potencial productivo agrícola de la Unión Europea y ahora se ha puesto bien en evidencia que la UE necesita urgentemente aumentar su autoabastecimiento de productos estratégicos.

Es verdad, que tenemos otras fuentes para poder abastecernos de estas materias primas; léase, por ejemplo, Argentina, Uruguay, Brasil, Estados Unidos, etc. Pero, por una parte, actualmente hay una gran sequía en amplias zonas del Cono Sur y, por otra, las existencias mundiales de todos los cereales, cuando acabe su campaña, apenas si llegarán a los 600 millones de toneladas, la cifra más baja de los últimos años.

Pero además y este ‘pero’ es muy importante, en las zonas citadas se cultivan cereales genéticamente modificados (OGM), que, como es sabido, en general no están autorizados en la Unión Europea, y se utilizan en ellos una serie de productos fitosanitarios, que tampoco lo están (sic).

Por lo tanto, las circunstancias globales actuales nos obligan a ser muy realistas y no pensar que las soluciones a corto plazo, amén de caras, sean sencillas, porque no es así.

Finalmente, la primera consecuencia directa de todo lo expuesto es una subida muy importante de los costes globales y especialmente los de la alimentación en el ámbito global de la producción pecuaria -carnes, leches, huevos- y también en el de la producción agraria ante el incremento muy descontrolado de otros costes como, por ejemplo, de la mano de obra, de la energía, de los carburantes y de los fertilizantes.

Obviamente, a corto plazo, todo lo expuesto va a repercutir en el bolsillo de todos los ciudadanos de este país, -y muy especialmente en el de las clases menos pudientes, como siempre-. En efecto, se está generando, en el ámbito de nuestra espiral inflacionaria creciente, una muy significativa reducción de nuestra capacidad adquisitiva neta (C.A.N.), a causa del inmediato y significativo aumento general obligado de los Precios de Venta al Público (PVP), incluyendo, claro está -si no se quiere “liquidar” al sector primario-, a los productos alimenticios que conforman nuestra cesta de la compra.

Por lo tanto, en mi opinión, no solo hay que modificar urgentemente la actual estrategia en el sector agrario de la Unión Europea sino también, en nuestro país, la actual política económica ¡Ya me entienden!

Artículo publicado en el Boletín ÁGORA TOP GAN, nº 110 (www.agoratopgan.com)