75 años de Ingeniería Técnica Agrícola al servicio del sector agroalimentario

Alegría y felicidad en la mirada de los presidentes de los colegios y de los miembros de la Comisión Ejecutiva, acompañadas de abrazos, palabras de cariño, ojos que brillan, recuerdos de lo que hemos andado, reconocimiento a la labor realizada y, en la mirada, toda la energía necesaria para seguir dando pasos...Éste puede ser un resumen de lo que vivimos quienes asistimos al 75 aniversario del Consejo General de Colegios Oficiales de Ingenieros Técnicos Agrícolas, que celebramos hace unos días en el Real Jardín Botánico de Madrid.

Según como se mire, 75 años pueden no ser muchos. No obstante, si miramos lo que ha avanzado la agricultura en España en estas siete últimas décadas y media de vida del Consejo General, y en el más de siglo y medio de la profesión, podemos concluir que no solo son muchos, sino que además han estado muy bien vividos.

Como recordaba en la inauguración del aniversario el ministro de Agricultura, Luis Planas, en este tiempo hemos pasado de una agricultura de subsistencia, propia de los años 50 y 60, a una de mercado, de la mano de la tecnificación de las explotaciones agrícolas y ganaderas. Y en ese camino los Ingenieros Técnicos Agrícolas hemos tenido un papel esencial en el desarrollo de sistemas alimentarios sostenibles.

Esa evolución es fruto de un trabajo en equipo de todo el sector y un interés colectivo de salir adelante mejorando procesos, investigando, aplicando innovaciones, invirtiendo en infraestructuras y siendo conscientes de que esta carrera de fondo no parará nunca, que cada vez será más exigente y que el compañero de viaje no puede ser otro más que la eficiencia y la sostenibilidad.

Y tal y como decía el ministro, los Ingenieros Técnicos Agrícolas hemos sido parte de este camino justo donde nos gusta estar, a pie de campo, codo con codo con los agricultores y ganaderos. Siendo correa de transmisión de la técnica, de las investigaciones, de la información académica y científica que, aplicada a la tierra, a las granjas y a la industria agroalimentaria, marca la diferencia.

En estos años de trabajo nos hemos hecho un hueco importante dentro del sector como profesionales de la ingeniería agrícola, y el gran espaldarazo nos lo dio la ley 12/86, que consolidó al Ingeniero Técnico Agrícola como profesional técnico facultativo con plenitud de atribuciones y sin dependencia jerárquica. En resumidas cuentas, dejamos de ser el hermano pequeño de las profesiones agrotécnicas, como algunos círculos nos consideraban, para convertirnos en agentes determinantes para el sector agroalimentario.

No obstante, aún hay alguna sombra a la que estamos empeñados en dar luz. ¿Cómo es posible que a día de hoy a los grados de ingeniería no se les permita optar a niveles A1 dentro de la administración general, cuando a la gran mayoría de los grados se les permite? Lo tomamos como una incongruencia de nuestro país que, en este sentido, está muy lejos del resto de Europa. Junto con el INGITE seguiremos luchando para cambiarla.

Desde estos 75 años recién cumplidos somos consciente de que el camino continúa y se extiende mucho más allá de lo que nuestros ojos alcanzan a ver. Estamos deseando recorrerlo, porque el futuro llega cargado de retos y, además, bonitos. El mayor de ellos, el de contribuir desde la Ingeniería Agrícola a alimentar a una población creciente, ayudados de técnicas agronómicas respetuosas con el medio ambiente, que nos proporcionen unos alimentos nutritivos producidos desde la eficiencia, a un coste justo para el consumidor y con un beneficio igual de justo para el productor.

Un futuro con palabras clave muy concretas: productividad, sostenibilidad, eficiencia, soberanía alimentaria, digitalización y rentabilidad.

Como profesión tenemos otros retos que afrontar. Por ejemplo, el que un mayor número de jóvenes, mujeres y hombres, apuesten por las Ingeniería Agrícola como proyecto profesional. Este reto es común a la mayoría de las ingenierías, cuyas escuelas andan escasas de nuevos alumnos, aunque parece que, afortunadamente, la curva comienza a remontar. Quienes elegimos la Ingeniería Técnica Agrícola en su momento para formarnos y tener un futuro, coincidimos en que es la profesión más bonita del mundo y que, además, ofrece una inmensidad de opciones laborales, gracias a la versatilidad que nos otorgan los estudios y las diversas especializaciones. También deseamos que los jóvenes se colegien y se incorporen a los colegios.

Las ofertas laborales que lanza el sector superan con creces el número de graduados que se incorporan al mercado laboral cada año. Como en cualquier profesión, las hay buenas y menos buenas, pero con una adecuada formación y una actitud proactiva, el escenario es más que idóneo. La ayuda que dan los Colegios de Ingenieros Técnicos Agrícolas a sus colegiados en los procesos de búsqueda de empleo es muy relevante. De hecho, es uno de los servicios más valorados por parte de la colegiación, junto con el de la formación continua y el asesoramiento legal.

Los que ya hemos andado suficiente trecho del camino de la profesión podemos afirmar que nos sentimos orgullosos de ser ingenieros al servicio de agricultores, ganaderos y de la industria agroalimentaria, tanto de la que se genera a pequeña escala, como de aquella de mayor dimensión. Nos gusta contribuir a mejorar las producciones y que estas generen productos de gran calidad, listos para llegar a mercados de todo el mundo, en línea con los más exigentes estándares de la alimentación.

En 75 años serán otros los que cuenten a otros lectores qué ha pasado en este nuevo periodo. Sin duda serán grandes hitos relacionados con una agricultura descarbonizada, digitalizada y más eficiente. Y sin duda, las nuevas generaciones de Graduados en Ingeniería Agrícola, serán parte del logro.