Ranas, cernícalos y murciélagos, los nuevos inquilinos del viñedo

Bayer y la bodega riojana Viñedos Real Rubio crean corredores ecológicos y hábitats especiales para la fauna autóctona con el fin de impulsar una agricultura intensiva compatible con la biodiversidad.

Charcas para anfibios, cajas-nido para mochuelos, lechuzas, cernícalos y murciélagos, hoteles de insectos, posaderos para rapaces y refugios para polinizadores y otras especies se han convertido en parte del paisaje de 10 de las 32 hectáreas de la finca El Tordillo que Alberto Rubio y su hijo Víctor poseen en la localidad riojana de Aldeanueva de Ebro. Es la primera de las cuatro fincas en nuestro país en las que Bayer ha puesto en marcha su proyecto Dionisio para mostrar cómo una producción agrícola intensiva puede preservar y promover la biodiversidad y, a la vez, responder a las expectativas de los consumidores y las exigencias legislativas sobre la promoción y conservación de la flora y la fauna autóctonas.

Se trata de una acción colaborativa, impulsada de la mano de la organización agraria ARAG-ASAJA y la ONG medioambientalista GREFA en la que se han puesto en marcha “medidas sencillas que no quitan espacios productivos. Se trata simplemente de respetar los hábitats”, explicó Paula Escribano, doctora en Ecología y consultora ambientalista de Biodiversity Node, la compañía encargada de implementar las actuaciones.

Para ello, estudiaron la zona durante tres semanas para conocer qué problemas tienen los agricultores, las características ecológicas de la finca, qué tipo de especies amenazadas podrían convivir con el cultivo y cuáles pueden ayudar a mitigar sus plagas. “La agricultura, aparte de proveernos de alimentos, es un aliado clave en la lucha contra el Cambio Climático y en la conformación de los paisajes porque es generadora de una biodiversidad de la que también puede beneficiarse”, afirmó esta experta.

Como parte del proceso diseñado para la implementación del proyecto, se elaboró un inventario y se establecieron una serie de prioridades y objetivos de conservación. Así, para diversificar los hábitats se han instalado charcas para anfibios, cajas nidos para pájaros y murciélagos, hoteles de insectos, posaderos para rapaces y setos como refugio para polinizadores y otras especies.

Esa fauna es predadora de otras especies que atacan al cultivo de la vid, por lo que se prevé que su presencia permita un control biológico de las plagas y, con ello, una reducción en el uso de fitosanitarios. Cada murciélago, por ejemplo, es capaz de comer cada noche hasta tres veces su peso en insectos que afectan a este cultivo.

El proyecto ha contribuido, además, a la restauración de la vegetación base, ya que se han aprovechado rodales de cerezos, cipreses, olivos y sotobosque, que permiten mejorar aspectos sanitarios del ecosistema, como la defensa frente a las plagas y las especies invasoras.

Se trata de un auténtico corredor ecológico con lindes vegetadas hechas con resto de cepas y piedras que sirven de refugio a los reptiles y que conectan con una charca con anfibios como la rana o el sapo corredor en la que beben tejones, garduñas y zorros o se bañan águilas, cernícalos o gorriones molineros.

Potenciar la presencia de estas aves ayuda a controlar roedores y grandes insectos como grillos, langostas o escarabajos, comentó Fernando Garcés, director de la organización ambientalista GREFA. También a prevenirlos porque si aumenta la nidificación y el acopio de alimentos es un indicador temprano que alerta de la posibilidad de plagas.

“Esto es prueba y error”, aseguró Paula Escribano, porque “la naturaleza es caprichosa y tiene sus propios ritmos. Al final estás trabajando con seres vivos”. No obstante, lo que sí se ha comprobado en otros proyectos del estilo a nivel internacional es que “reduce un 20% los costes de fitosanitarios”.

Reto colectivo

“La puesta en marcha de estos planes responde a nuestro compromiso con los agricultores en España”, explicó Laura Diéguez, directora de Comunicación y Asuntos Públicos de Bayer en España. “Estamos en un lugar único y queremos que lo siga siendo, queremos preservarlo, y para conseguirlo debemos desarrollar proyectos que nos permitan asumir el reto colectivo no solo de mantenerlo, si no también de mejorarlo, para nosotros y para las generaciones futuras”.

“El proyecto Dionisio demuestra que los agricultores somos parte de la solución. Estamos haciendo verdaderos esfuerzos para adaptarnos a uno de los principales retos a los que se enfrenta el sector: mejorar y aumentar la productividad de alimentos sostenibles, sanos y seguros en un contexto que cada vez es más difícil”, apuntó Eduardo Pérez, presidente de ARAG-ASAJA.

El compromiso de Bayer con la protección de la biodiversidad en el entorno agrícola es total. Así, en 2011 la compañía lanzó la iniciativa Baydiversity en Iberia, un proyecto transversal e innovador que quiere mostrar la compatibilidad entre la productividad agrícola y la conservación de la naturaleza.

Actualmente más de 70 fincas han contado con el asesoramiento de expertos propios y externos que forman parte de Baydiversity. “Queremos sensibilizar al sector agrícola sobre la importancia de la biodiversidad, promover su conocimiento y fomentar su conservación y mejora”, ha señalado Richard Borreani, responsable de Asuntos Públicos y Sostenibilidad de Bayer Crop Science en España, quien advirtió de que el 20% de las especies está en peligro de extinción.

Por su parte, el enólogo de la bodega Víctor Rubio ha remarcado la apuesta de la empresa por “ser respetuosos con el cultivo y con el medioambiente” y que este proyecto es una acción “innovadora”, que “aglutina las señas de identidad de la bodega”.