Altos costes e importaciones arrinconan a la ganadería
Los ganaderos vienen soportando una escalada continuada de costes a la que no ven fin. Ahora, tienen un nuevo frente ante sí: los acuerdos con Marruecos y Nueva Zelanda.
Agonizante”, “dramática” o “tocada de muerte” son algunos de los términos que cunicultores, avicultores, porcicultores y productores de vacuno, caprino y ovino de leche y carne pronuncian de forma generalizada al hablar de su situación. Los altos costes de producción que vienen soportando no dan tregua al sector, que sigue mirando atento la evolución de los precios de las materias primas, las cosechas de cereal, los costes de energía -pueden complicar el verano por las necesidades de climatización- y carburantes, entre otros, y cuyo incremento “no es por la guerra de Ucrania. Esto ya venía de antes por la especulación de los fondos de inversión en el cereal. El alto coste ya lo teníamos”, afirma José Manuel Bermejo, ganadero de ovino de leche.
Este incremento ha hecho que muchas explotaciones tengan serias dificultades, lo que ha abocado a los ganaderos a tener que cerrar granjas o reducir cabaña, llevar a matadero a los animales e, incluso, rebajarse el propio salario a 600 euros mensuales para poder continuar porque los precios que perciben por los productos cárnicos siguen sin compensar el aumento de los gastos, que tampoco se cubren con unas ayudas que califican de insuficientes. Y, en este contexto, al sector, que reclama el cumplimento de la Ley de Cadena Alimentaria para paliar su situación, se le abre un nuevo frente con las autorizaciones por parte de la Unión Europea para la entrada de productos cárnicos de Marruecos y de Nueva Zelanda, afectando sobre todo a la avicultura y a la carne de cordero y vacuno.
Unas autorizaciones consideradas como innecesarias para un mercado excedentario como el europeo y ante las que el sector ya teme una bajada de precios y más afecciones porque “siempre que entran más operadores, afecta”, asegura la cunicultora Ángela Gómez. En el sector no se entiende este tipo de acuerdos porque, por ejemplo, “el coste del cordero es de entre 7 y 7,5 euros por kilo en España y en Nueva Zelanda ronda los 5 euros. Es una competencia muy fuerte. Además, entra con las condiciones de terceros países y no de la Unión Europea, lo que puede hacer que se empleen productos para un engorde más rápido. Cada día, tenemos más palos en la rueda, más inspección y más gastos y no se reconoce el bien social que hace el ovino y el caprino”, añade Bermejo. Y eso no es todo. Mientras al sector ganadero se le insiste en la sostenibilidad y reducción de emisiones, se trae producto cárnico de Nueva Zelanda, la antípoda de España. “De más lejos, no se puede traer”, incide.
La entrada de productos cárnicos de Marruecos tampoco se comprende en el sector avícola porque allí el precio de producción de la carne de pollo es igual, e incluso más caro, que en España. Una situación que hace que sospechen que, tras este acuerdo, está detrás la comercialización de la carne de pollo de Brasil u otra potencia avícola que emplearía el continente africano como una lanzadera.
Estas autorizaciones son vistas como la última estocada a la ganadería, ya de por sí maltrecha por la elevada subida de costes. El sector avícola, en el que la mayoría de los productores están integrados, es uno de los más afectados. En la avicultura de carne, los mayores incrementos se han registrado en el gas, electricidad y gasoil para grupos electrógenos o para el tractor para la limpieza de las naves, mientras que en la avicultura de puesta es el pienso, sobrecoste que se ha repercutido al huevo, aunque no al mismo nivel. Desde el año 2019 hasta ahora, el pienso ha experimentado un aumento del 50%, en la luz ha sido del doble y el gas que se emplea en las granjas -la regulación de su precio no se aplica al sector-, ha subido a 1,17 euros el kilo más impuestos cuando un año normal está a entre 70 y 75 céntimos más impuestos en estas fechas, explica Eloy Ureña, responsable sectorial de COAG.
El también avicultor señala que, con estos incrementos la mitad de los 65 céntimos brutos que percibió por la venta de la carne de pollo de la primera manada del ciclo -se suelen hacer cinco-, un total de 23 céntimos fueron para gas y 14 para electricidad. Además, “luego hay que descontar el pago de los autónomos, la cama del pollo y otros gastos extra que se puedan tener. Y eso que esta manada que salió en enero fue más buena porque lo normal son 45 céntimos brutos, cantidad con la que hubiera ido no a pérdidas, sino lo siguiente”, asevera.
El aumento de costes no se cubre con los precios. Por ejemplo, “el del pollo entero ha subido de 2,85 a 3,25 euros, pero el despiece no lo ha hecho al mismo nivel, que es lo que se consume más en España. Además, el incremento ha sido absorbido por las integradoras por el sobrecoste del pienso. Solo cuatro de ellas han aplicado una subida” que, en algún caso, es del 10% aunque, en el resto, tan solo ha sido de uno o dos céntimos por pollo.
Las ayudas por las consecuencias de la guerra entre Ucrania y Rusia de 10 millones de euros para 5.000 granjas avícolas de carne -quedan fuera las gallinas ponedoras, pavo o codorniz, entre otras-, son consideradas por los productores como insuficientes, aparte de percibirse, como límite, a finales de septiembre. “¿Y qué hacemos hasta entonces? Nos cubrirá alguna pérdida de 2021 pero, en seis meses, se pierde más que en todo el año pasado”, añade el avicultor. En su caso, el importe de esa ayuda, cuantificada en 3.000 euros, ya tiene destino: pagar la factura eléctrica de tres meses, período que lleva sin que le facturen la luz.
Un reparto desigual
La cunicultura es otro de los sectores más perjudicado por la subida de costes, que ha pasado de 1,96 euros por kilo de conejo en 2020 a 2,53 euros en 2022. “El sector lo está pasando muy mal; está desganado, desmotivado y sufriendo porque obviamente no se puede aguantar por mucho tiempo esta situación”, afirma Ángela Gómez, responsable estatal de Cunicultura de Unión de Uniones. En este sector, la alimentación es el coste de producción que más se ha incrementado, pasando de 1,006 euros por kilo de conejo en 2020 a 1,21 el año pasado y a 1,47 en este ejercicio. Y a ello se suma el aumento de costes por la necesidad de climatización en verano, aunque también en invierno el gasto es elevado por la calefacción y el incremento del precio del gas.
Con los precios de venta de la carne de conejo tampoco los cunicultores cubren los gastos. Este producto se vende a 2,15 euros por kilo, cuando el coste oscila entre los 2,45 y 2,50 euros el kilo. “Llevamos muchos meses vendiendo a pérdidas porque la venta referenciada a lonja refleja el flujo de mercado y no los costes”, incide Ángela Gómez, quien señala además que las ayudas “se han repartido de forma poco justa porque se hace por tramos. “Cuantas más hembras tienes, que es más gasto en pienso y más pérdidas, menos percibes por hembra”, indica.
La situación está llevando a que se estén produciendo cierres porque “se aguanta, pero llega un momento en el que no se puede más. Además, al reducir animales, los gastos fijos crecen por kilo producido y se produce más caro”, apunta la responsable de Cunicultura.
Más precios y menos cabaña
El ovino de leche no lo está pasando mejor. “De abril de 2021 a abril de 2022, el pienso ha subido de 29 a 43 céntimos y la leche no lo ha hecho en proporción. Así poco podemos hacer, aunque en Castilla y León vamos tirando porque tenemos bastante producción y lechales”, afirma José Manuel Bermejo, de Unión de Uniones, quien señala que las ayudas solo permiten cubrir tres meses de pienso.
En el sector se aboga por una subida del precio de la leche para paliar la situación. “Si no, es la ruina”, aboga. “Se está ofreciendo un incremento del 8% sobre 2021, pero es insuficiente porque ya no se cubrían costes. Y, ahora, con el aumento de la luz, gasóleo y los alimentos de forraje y concentrados, la subida del precio de la leche debería ser del 18% ó 20% como mínimo”, matiza el productor.
Situación similar se vive en el caprino tanto de leche como de carne, al igual que en el ovino de carne, sector este último que “está agonizando y solo faltaba este último estoque tras la pandemia porque ya estaba muy castigado en 2020 y de ahí viene que muchas explotaciones se vean obligadas a cerrar”, afirma Josep Puig, ganadero de la zona sur de Tarragona y responsable de ovino y caprino de carne de Unión de Uniones. Esta coyuntura también se ha visto influenciada por la sequía porque los precios son prohibitivos. Por ejemplo, la comida para las parideras ha supuesto un aumento de costes de entre el 30-32% en el ovino y del 25% en el caprino de carne. Por su parte, en el caprino de leche el alza es de entre el 38% y 40% frente a un crecimiento del precio de venta de un céntimo.
Los ganaderos están optando por reducir cabaña, vendiéndola a empresas que compran animales adultos para exportación. “Se están cargando ovejas de cuatro y cinco años porque los ganaderos ya no pueden perder más dinero”. La situación es compleja en este sector que soporta un incremento de costes de producción (contando también combustible, electricidad para el bombeo de agua...) del 40%, porcentaje que baja hasta el 35% en el caprino. “Las explotaciones no pueden aguantar más. Al sector lo están hundiendo, lo están destrozando”, añade el ganadero, quien señala que las ayudas son mínimas, de siete euros por oveja de carne, que se pagará a finales de septiembre. “Esto no compensa”. Además, matiza que se habla de ayudas de 15.000 euros procedentes de fondos europeos, pero “es un crédito de mínimos a devolver y hay quien no puede cogerlo porque el banco ya no se lo dará” si no se tiene un buen aval.
Los precios de la carne no suben parejos a los costes. “Se habla de que el precio de la carne de cordero subió en Navidades del año pasado, pero eran del año 1995. Las explotaciones han tenido que reducir costes y censos para tirar hacia adelante”, apostilla el productor.
Entrada en pérdidas en el invierno
El vacuno de carne tampoco se libra del aumento de costes de producción en el sector ganadero. El más elevado es el de la alimentación porque las explotaciones de bovino no tienen tanta dependencia energética, pero sí de los precios de los cereales. “La harina ha subido entre un 110% y un 112% en los dos últimos años”. En pienso de cebo, la tonelada ha pasado de 216 a 465 euros, indica Joaquín Gargallo, responsable de vacuno extensivo en UAGA y de vacuno de carne en COAG, según los datos de su propia explotación en la localidad aragonesa de Mosqueruela.
En este sector, la situación no es homogénea. Los ganaderos integrados no soportan este coste por la aportación que realiza la integradora, pero sí les afecta el resto de incrementos como los de energía y gasoil. Además, se está dando el caso de que las integradoras no llenan todas las explotaciones, optando por llenar aquellas que son más rentables y están más próximas a fábricas de piensos. “Se ajustan así, arruinando al granjero”. Y es que “si la granja está llena, el ganadero anda, sino está muerto”.
La realidad no es halagüeña en los productores “que están por su cuenta, que están peor que nunca”, mientras que los ganaderos de vaca nodriza que venden ternero de cebo a otras explotaciones están “relativamente bien”, aunque depende de la realidad geográfica por la sequía porque “el forraje ha subido una locura en las últimas semanas”, añade.