Formación a pie de campo: así es el Erasmus agrario

72 agricultores y ganaderos de entre 18 y 41 años viajan a otras comunidades para conocer 150 explotaciones modelo de nuestro país y beber de la experiencia de sus gestores.

No cruzarán las fronteras, pero sí están haciendo la maleta para, como les ocurre a los estudiantes adheridos al famoso programa educativo europeo Erasmus, vivir una experiencia enriquecedora e inolvidable. De la pequeña aldea de Samos (Lugo) a Cataluña, pasando por Cañedo (Cantabria); de Asturias a Palos de la Frontera (Huelva); de La Segarra (Lérida) a Brihuega (Guadalajara)... Y así, de Norte a Sur y de Este a Oeste de la Península, 72 jóvenes agricultores y ganaderos de nuestro país participan estos días en el ‘Programa Cultiva de Estancias Formativas de Jóvenes Agricultores en Explotaciones Modelo 2021’ del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. Es el bautizado como Erasmus Agrario y con el que se pretende abrir a los participantes la oportunidad de adquirir y consolidar conocimientos sobre aspectos técnicos y de gestión que puedan poner en práctica en su propia actividad agraria y, en último término, favorecer también el relevo generacional en el campo.

Entre 18 y 41 años tienen los participantes en esta iniciativa para la que el MAPA ha contado con la colaboración de las organizaciones profesionales agrarias, cooperativas, fundaciones y otras entidades representativas del sector. Ellas, como explica la técnica de UPA Leticia Díez, han sido las encargadas de proponer explotaciones que, por su carácter modélico desde el punto de vista de la innovación, sus medios productivos, su modelo de negocio y gestión o sus características sociales o ambientales, bien merecen ser referencia para las nuevas generaciones de mujeres y hombres del campo.

Así consideraba a la Ganadería Val del Mazo, de la pequeña localidad cántabra de Cañedo, el ganadero de 24 años de Samos (Lugo) Miguel Gallego Saavedra, y absolutamente convencido de su carácter ejemplar se ha ido tras seis días de estancia. “Se me ha quedado corto”, dice este joven lucense que ha compartido el día a día de la enérgica Marta García y conocido, de su mano, no sólo los entresijos de su explotación de vacuno y caballar, sino también su apuesta por la lombricultura o la vida campera de sus gallinas, una diversificación que, dice Miguel, le ha llamado mucho la atención, como también los métodos de alimentación del ganado o la implementación de dispositivos GPS a la reses, cuestiones totalmente nuevas para alguien que, como él, proviene de una zona en la que “se practica una ganadería mucho más tradicional”.

También ha tomado buena nota del negocio de turismo de Val del Mazo al estilo “ganadero por un día”, que incluso ya se ha planteado reproducir en su propia explotación “porque al final es algo sencillo, no más que mostrar y compartir tu trabajo diario, y da un dinero extra”, dice Miguel, que también ha acompañado a Marta al Parlamento regional -ella es diputada-, al despacho del consejero de Desarrollo Rural de Cantabria y a la cooperativa AgroCantabria. “Me ha llevado por todos lados”, relata lleno de satisfacción por la experiencia profesional y también culinaria porque, dice entre risas, ha vuelto a su tierra “con tres kilos de más”.

Eso sí, de lo que ha tomado más apuntes es del “espíritu luchador” y el “ejemplo de superación” de esta mujer “que tiró todo por la ventana para ser ganadera”, algo que, recalca el joven lucense, que ha estudiado Administración de Empresas y le tomó el relevo a su padre al frente de la ganadería familiar de 25 vacas de raza rubia gallega hace tres años, “no es nada habitual ni fácil”. “Hay que hacer inversiones muy grandes para alcanzar rentabilidad”, más aún si el oficio no te llega por herencia familiar, y “las subvenciones no dan ni para pipas”, lamenta este joven que también ha sido beneficiado con otras dos estancias en sendas ganaderías de Vega del Pas, también en Cantabria, y en otra mucho más grande y, por tanto, con un modelo productivo muy diferente, de Cataluña.

La importancia de diversificar

Como él, también se ha ido de su primera estancia formativa con una palabra especialmente subrayada en su cuaderno de apuntes, la de diversificar, Mateu Basomba. De hecho, precisamente esa idea fue la que llevó a este joven agricultor de 28 años de la comarca leridana de La Segarra a elegir la explotación de lavanda y lavandín de los hermanos Corral en Brihuega (Guadalajara), entre las más de 190 estancias propuestas en el catálogo del Programa Cultiva.

Mateu, que por herencia familiar se hace cargo desde hace dos años de “140 hectáreas de cereal de secano, con algo de leguminosas y forraje”, tenía que elegir una explotación similar a la suya -uno de los requisitos que impone el Cultiva-, pero “quería también ver explotaciones con algo distinto” para poder indagar sobre si otro tipo de cultivo podría también poblar los campos entre La Segarra y la Noia, frontera natural entre Lérida y Barcelona, entre los que él se mueve. La de Ángel y Francisco Javier Corral Manzano, siempre inmersos en el cereal, pero que hace unos 15 años se lanzaron también a las aromáticas de la mano de su hermano fallecido Andrés, y que hoy cultivan unas 700 hectáreas, tienen planta destiladora propia (Intercova Aromáticas) e incluso han impulsado el Festival de la Lavanda convertido en julio en todo un reclamo turístico para su pequeña localidad, se erigió en la ideal.

Y es que este joven, que compatibiliza el campo con la ingeniería industrial, asegura que la estancia y conocer los principales procesos productivos del cultivo le ha “abierto los ojos”. “Hay que ser precavido a la hora de lanzarse porque hay que hacer fuertes inversiones”, fundamentalmente en maquinaria especializada, afirma con cautela sobre esa posibilidad de apostar por las aromáticas y coincidiendo plenamente con Miguel Gallego en que, hoy en día, si no es con herencia de terrenos y explotación, es “prácticamente imposible empezar de cero” en el campo. En su caso, y a pesar de lamentar que habitualmente sea un sector maltratado “que parece que tiene la culpa de todos los males”, sí tiene claro que quiere “seguir, resistir para que no desaparezca el negocio agrícola” del que tiró su padre, y, para ello, recalca, “hay que diversificar para rentabilizar mucho la explotación” porque del cereal exclusivamente no se puede vivir.

“Me he quedado con el teléfono de Ángel y le llamaré al menos un par de veces al año a ver cómo evolucionan las aromáticas”, afirma Mateu convencido de que quizá en un futuro no muy lejano rescate lo aprendido en esta experiencia en Brihuega, o quizá lo que próximamente conocerá en las otras dos estancias que ya tiene organizadas, una de ellas cerca de Inca, en Mallorca, para conocer una explotación de cereal en combinación con ganado caprino y elaboración de quesos, y otra en Elburgo (Álava), donde se acercará al cultivo de la patata.

Llamados a aportar ilusión, inquietudes y ganas

Si para Miguel y Mateu beber de la experiencia ha resultado de lo más enriquecedor, tanto o más satisfechos de haberles recibido se muestran sus mentores, en este caso Marta García y Ángel Corral. “Los jóvenes aportan “ilusión, entusiasmo, ganas, vitalidad”, enumera la ganadera cántabra de 39 años y natural de Reinosa, exultante por haber diseñado una de las estancias del Programa que han resultado más demandadas, hasta el punto de que entre enero y febrero recibirá a cinco Erasmus. “Me gusta ver que tienen inquietudes y ganas de aportar y apostar por cosas nuevas” a un sector que, hasta hace no demasiado tiempo, era muy tradicional y estaba apalancado, valora, por su parte, sobre el tiempo compartido Ángel Corral, de 53 años, que igualmente recibirá a otro joven agricultor próximamente en los campos de Brihuega que cultiva con su hermano y su sobrino.

En cuanto a su participación en el Programa Cultiva, subraya Marta García que a ella, que empezó de cero le hubiera “encantado tener un asesor”, de ahí su disponibilidad a “ayudar al que empieza porque los comienzos siempre son difíciles, y más a estos jóvenes que apuestan por la ganadería y por la agricultura, que apuestan por quedarse en los pueblos, que quieren poner en valor y contar a toda la sociedad el trabajo que hace el sector por la seguridad alimentaria, por la conservación del patrimonio natural, etc.”.

“Somos colaboradores habituales de la Unión de Pequeños Agricultores (UPA) y yo me meto en todos los charcos” señala, en su caso, el pequeño de los Corral no sin dejar de poner el acento en la oportunidad que el Erasmus Agrario les brinda también a ellos, de mostrar y divulgar un modelo de negocio social, con un importante impacto económico y natural en las zonas rurales.